Todos los participantes en la operación sabían que la moción de censura en Murcia largamente negociada y pactada e impulsada al más alto nivel por los dirigentes del PSOE y de Ciudadanos abriría una crisis que no iba a quedar circunscrita a ese territorio sino que, como explican en el PSOE al relatar los detalles de las negociaciones secretas, "les hicimos ver [a los suyos en Murcia] que esta era una bomba con mucha metralla y que tendría consecuencias en todo el espectro electoral del centro derecha". Acertaban perfectamente en el diagnóstico y también en el pronóstico.
Por eso no es creíble la sorpresa que dicen los socialistas de Madrid con que les cogió el anuncio de la presidenta Díaz Ayuso. Todo lo más que se puede aceptar es que no tenían previsto que reaccionara con tanta celeridad y eso explica la indignación no contenida del hasta ayer vicepresidente Ignacio Aguado, que tampoco calibró el efecto que iba a provocar su resistencia a dar seguridades a la presidenta sobre su comportamiento político en un futuro inmediato.
Pero después de lo sucedido en Murcia había que ser muy miope o no querer ver que el gobierno de Madrid quedaba pendiente de un hilo que sujetaba Ciudadanos, que acababa de demostrar que en cualquier momento podía tirar de él y hacer caer al equipo madrileño.
Y da lo mismo que no se hubieran celebrado conversaciones entre el PSOE y Cs, como aseguran desde ambos partidos. Ésa no es la cuestión. Lo relevante es que a partir de ese momento quedaba demostrado que la presidenta de Ciudadanos podía volver a repetir la operación cuando lo considerara oportuno. Y la prueba está en la actitud de rebeldía probablemente prevaricadora del presidente de la Asamblea, Juan Trinidad, de Ciudadanos, que dio una idea precisa de lo fácil que podía ser para Inés Arrimadas desbancar a Díaz Ayuso en cualquier momento con una moción de censura.
Y eso es así porque la planteada en Murcia no fue cosa de los diputados regionales, sino una decisión tomada directamente por la presidenta de Cs y bendecida por José Luis Ábalos y en última instancia por Pedro Sánchez.
Tanto Sánchez como Arrimadas sabían la trascendencia de ese movimiento en tierra murciana y lo que iba a significar para la supervivencia de los gobiernos autonómicos del PP, que lo son gracias a un pacto con Ciudadanos: que a partir de ese instante quedaban vendidos y en las manos de una formación que acababa de demostrar su capacidad de tumbar cualquier pacto de coalición.
Arrimadas ha contado que antes de que Díaz Ayuso convocara elecciones ella había llamado a Pablo Casado para garantizarle que no apoyaría mociones de censura ni en Madrid ni en Castilla y León. El problema es que después de haberlo hecho en Murcia, y sabiendo que ha decidido revolverse con todas sus armas contra la política de Casado de absorber a cuantos más "ciudadanos" mejor, su garantía ya no era creíble.
Tanto Sánchez como Arrimadas sabían la trascendencia del movimiento en Murcia y lo que iba a significar para la supervivencia de los gobiernos autonómicos del PP"
Pedro Sánchez es muy consciente de que este movimiento del partido naranja rompe cualquier posibilidad de un acuerdo amistoso entre este partido y el PP, que intentaba, e intenta, atraer hacia sus filas a los votantes descontentos de Ciudadanos y a todos los militantes y dirigentes críticos con la estrategia seguida por la presidenta de ese partido.
Por lo tanto, al presidente del Gobierno le conviene y le interesa mucho que un Cs en estado de máxima debilidad y con un horizonte tirando a negro corra a refugiarse a la sombra del PSOE. De momento, no necesita de los votos que aún conservan los naranjas en el Congreso porque cuenta con el apoyo cautivo de Podemos más la caterva de partidos independentistas, proetarras y las pequeñas formaciones territoriales que le han apoyado hasta ahora. Pero llegará el momento en que se deshaga de ellos y entonces será cuando tire de Ciudadanos.
Ahora, además de dejar con esta jugada al PP con la única posibilidad de pactar con Vox, lo cual le será constantemente subrayado y reprochado a Pablo Casado para promover la creciente desafección hacia el PP de los votantes más moderados, Sánchez se reserva la baza de Ciudadanos para vender a la opinión pública el día que le sea más conveniente su giro a las posiciones de centro y convocar a continuación elecciones anticipadas.
Ayer mismo la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, aseguraba que la formación de Arrimadas debía "recuperar el nuevo espacio de centro derecha" que se ha abierto después del terremoto. Es clarísima la estrategia del PSOE de salvar a Ciudadanos de la irrelevancia y darle un papel que por su pésimo historial electoral ya no le corresponde, con el objetivo de aislar al PP del que la portavoz ya ha asegurado que está "escorándose permanentemente a la ultraderecha" aunque la realidad es que está siendo empujado hacia Vox por la necesidad. A Pedro Sánchez y al Partido Socialista les conviene, por lo tanto, el movimiento llevado a cabo en Murcia pero, sobre todo, lo que le conviene son sus consecuencias.
Ahora bien, ¿Qué obtiene Inés Arrimadas a cambio? Porque si Ciudadanos, tras la constatación de su debacle en las elecciones catalanas era un partido condenado a desaparecer poco a poco, el giro dado en Murcia y la réplica del seísmo en Madrid equivalen a una sentencia de muerte para Cs. Es evidente que si el partido naranja no va a sobrevivir en Cataluña más allá de esta legislatura, en Madrid va literalmente a desaparecer. Eso es prácticamente seguro.
En consecuencia, ni Ignacio Aguado ni ningún alto dirigente de ese partido van a tener la más mínima opción de contar algo en el futuro gobierno de la Comunidad porque lo probable es que no alcancen el porcentaje del 5% de los votos que se necesitan para tener diputados en la Asamblea de Madrid. Es decir, que han estado dispuestos a ahorcarse con su propia soga.
Esto no lo puede ignorar la señora Arrimadas porque no es corta de luces. Y tampoco podemos suponer que lo que veían con claridad meridiana los dirigentes socialistas que acudieron a Murcia el martes por la tarde a convencer a sus compañeros de las ventajas de pactar con Ciudadanos una moción de censura que descuajeringaría las opciones del centro derecha en toda España no lo haya visto ella, que fue quien autorizó la operación.
Ni tampoco que no calibrara el precio que su propio partido iba a tener que pagar, al menos en Madrid, por traicionar el pacto de coalición murciano. Ella sabía que con esa operación estaba matando a su partido. Así que hay que preguntarse: ¿Qué ha pactado Inés Arrimadas con Pedro Sánchez para cuando Ciudadanos esté a punto de morir en las urnas? A la líder naranja le ha tenido que compensar de alguna manera este pacto de Murcia a cambio de rematar a su partido en Madrid y probablemente también en el resto de España.
Es posible que el acuerdo, porque un pacto así no se lleva a cabo sin obtener algo a cambio, consista en hacer de comparsa del Gobierno hasta las próximas elecciones y luego ocupar unos cuantos ministerios para lo que quede de la formación naranja desde los cuales intentar promocionar su papel de partido bisagra que puede pactar a derecha e izquierda y así reiniciar una, de otro modo imposible, remontada. Es decir, la repetición de lo que sucede ahora con Podemos, pero esta vez en la versión de centro liberal.
Ni Aguado ni ningún alto dirigente de Cs van a tener la más mínima opción de contar algo en el futuro gobierno de la Comunidad de Madrid"
Arrimadas ha querido retar y también castigar a Pablo Casado por su pretensión de absorber a los cuadros críticos con la presidenta y a los votantes desencantados de Ciudadanos y huérfanos de cobijo político y electoral. Pero con ese movimiento ha abierto una herida en su partido por la que se va a ir desangrando.
Pero eso no se hace conscientemente si no se tiene prevista alguna salida que dé a su formación cierta perspectiva de recuperación en el futuro. Y no hay más salida que la de convertirse por el momento en "aspirante a pretendiente de ayudante de escribiente", como decía mi padre, a la sombra del PSOE para lo que éste necesite y quiera mandar.
Triste destino para quien fue la esperanza del centro liberal y dique frente a los nacionalismos e independentismos que trabajan todos los días para demoler esa España constitucional que sigue milagrosamente en pie a pesar del bombardeo a que es constantemente sometida.
Por lo que se refiere al Partido Popular, ha entrado en el juego de la ruleta rusa. Empujado por Arrimadas y Sánchez, sí, pero el hecho es que está ahora dentro del juego. Las elecciones anticipadas convocadas por Isabel Díaz Ayuso que tan sólo media hora después de haber firmado el decreto de disolución de la Asamblea confirmó sus sospechas sobre una inminente emboscada de la oposición en forma de moción de censura, son el tambor de la pistola. Y tiene una bala dentro que, si es detonada por las urnas en la jornada electoral, también herirá de muerte a su partido.
Acosado por los casos de corrupción del antiguo PP; sometido en la comisión de investigación del Congreso al examen y la exhibición de las irregularidades cometidas por sus antecesores; embarcado en un proceso de "renovación" interna que está levantando ampollas entre los dirigentes territoriales que se revuelven contra el secretario general del partido; habiendo perdido el gobierno autonómico y el Ayuntamiento de Murcia y con la amenaza, no consumada todavía pero tampoco descartable, de perder también el gobierno de Castilla y León a poco que el PSOE encuentre a cuatro diputados de Ciudadanos dispuestos a prestar su voto para descabalgar al presidente de la Comunidad, el popular Fernández Mañueco, las elecciones en Madrid se pueden convertir en la bala que le derribe definitivamente.
Díaz Ayuso va a incrementar mucho sus apoyos, eso es seguro, pero de ahí a que consiga la mayoría absoluta hay un trecho que probablemente no consiga superar -y si lo superara se convertiría automáticamente en una seria amenaza para el liderazgo Casado-, lo cual llevaría al PP a acercarse y pactar con Vox, el partido contra el que el líder popular quiso cavar una zanja, más bien un foso, que intentaba convertir en insalvable.
Vox se mostró ayer muy dispuesto -lo dijo Rocío Monasterio y es una posición de partido- a poner sus votos y sus diputados al servicio de las empalizadas que se levanten contra el asalto político de las izquierdas. Pero no gratis, claro. Se cobrarían un precio que Casado y Ayuso no tendrían más remedio que abonar a cambio de conservar en sus manos el gobierno de Madrid y con el riesgo de hacer de trampolín para las aspiraciones del partido verde de seguir creciendo hasta acabar erigiéndose en el líder de la derecha española. En esas condiciones Casado se ve ya empujado a renunciar a su sueño de recuperar en torno a sí a todo el centro derecha español.
¿Puede dibujarse un paisaje más atractivo para Pedro Sánchez de cara a las próximas generales, que naturalmente convocará cuando los datos le sean más favorables? El planteamiento será muy simple: o la ultraderecha de los ya socios de gobierno en Madrid, PP-Vox, o la socialdemocracia recuperada en su moderación y encarnada en un PSOE que se habrá deshecho para entonces de la molesta compañía de Podemos y que habrá cobijado ya a los restos de Ciudadanos con cuya vitola centrista se adornará.
Por eso no es disparatado asegurar que todo gobierno de coalición PP-Cs está a partir de ahora en peligro sobre todo si hay algún compromiso de Sánchez con Arrimadas. Y si es así, el reloj puede haberse puesto ya en marcha. Tic tac, tic tac, tic tac...
La jugada es magistral para el presidente del Gobierno y, si nada inesperado sucede, augura un largo mandato socialista y una agónica travesía del desierto para el centro derecha español.
Todos los participantes en la operación sabían que la moción de censura en Murcia largamente negociada y pactada e impulsada al más alto nivel por los dirigentes del PSOE y de Ciudadanos abriría una crisis que no iba a quedar circunscrita a ese territorio sino que, como explican en el PSOE al relatar los detalles de las negociaciones secretas, "les hicimos ver [a los suyos en Murcia] que esta era una bomba con mucha metralla y que tendría consecuencias en todo el espectro electoral del centro derecha". Acertaban perfectamente en el diagnóstico y también en el pronóstico.
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