Si hace apenas un mes dábamos por bueno el 'efecto Illa', con un reparto de cromos que satisfacía tanto los intereses de los socios independentistas de Pedro Sánchez en Cataluña como los suyos propios, ofreciendo una perspectiva de "calma chicha" en Madrid que permitiría teóricamente al presidente del Gobierno gestionar, con las manos libres, los próximos dos años de postpandemia, ya que no estaban previstas elecciones a la vista en ese período, ahora... ¡todo ha saltado por los aires! El tablero de ajedrez se ha vuelto loco y ya nadie, ni el jugador más avezado, puede prever cuál será el próximo movimiento, y mucho menos el final de la partida.
La moción "de ida y vuelta" planteada por una facción de Ciudadanos en la Región de Murcia y el inmediato movimiento de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, disolviendo la Asamblea regional y convocando elecciones anticipadas para el próximo 4 de mayo, han destrozado las previsiones, incluso las de los más osados. Aunque el final de este House of Cards a la española que acaba de desatarse sea todavía imposible de adivinar, nada será igual en la política patria de aquí a pocas semanas.
De momento, la validez del último movimiento de la 'reina Ayuso' está en manos de los árbitros de esta apasionante partida: los magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que deberán decidir antes del martes sobre el recurso planteado por la Mesa del Parlamento Autonómico madrileño y, por lo tanto, si la disolución de la Asamblea y subsiguiente convocatoria de elecciones, tiene o no validez.
Políticos… ¿dedicados sólo a lo suyo?
Lo que está ocurriendo es una nueva prueba de mi conocida teoría acerca de la "italianización" de la política española. Entiendo que, por estos predios, aún puedan sorprender ciertas cosas, pero a un italiano como yo, de los que nacen con un tratado de negociación en los pañales, no dejan nunca de seducirme estos nuevos giros en el guion. Esta es la parte positiva, claro está. La negativa, debo reconocerlo, es el hecho de que millones de españoles tengan que contemplar atónitos cómo un puñado de políticos, cuya principal ocupación debería ser la gestión de una terrible crisis sanitaria y económica que aún no ha terminado, con decenas de miles de muertos y cientos de miles de familias arruinadas, en vez de a ello, se dediquen a juegos de salón de un tipo de diplomacia florentina que les viene grande, con el mero y cortoplacista fin de conservar sus poltronas.
La reina negra mueve… y se defiende atacando
El rey -el mal defendido Casado- sólo puede desplazarse de casilla en casilla y en línea recta, mientras que la poderosa e imprevisible reina Ayuso puede arriesgar cuanto quiera"
Es posible que a Isabel Díaz Ayuso no le haya quedado otro remedio que moverse en la forma en la que lo ha hecho. Pero la jugada es arriesgada, porque por evitar una hipotética traición de su alfil Aguado, que nunca sabremos si hubiera llegado o no a producirse, ha puesto en riesgo la posición, nada menos que de su rey, Pablo Casado. Mala cosa cuando en una partida de ajedrez que se te complica y en la que amenazan con comerte una torre, en Murcia, o quién sabe si tus dos caballos en Castilla y León o Andalucía, tienes que salir, nada menos que con tu reina, a proteger a tu pieza más importante. Pero así lo pactaron ambos líderes populares en vísperas del tsunami, y así se hizo a las pocas horas.
Es sabido, por lo demás, que el rey -el mal defendido Pablo Casado- sólo puede desplazarse de casilla en casilla y en línea recta, mientras que la poderosa -e imprevisible reina- puede arriesgar cuanto quiera, en cualquier dirección y avanzando tantas casillas como le apetezcan hasta que se la coman... o no.
Es imposible aventurar si el 5 de mayo, Isabel Díaz Ayuso continuará manteniendo despacho en la Real Casa de Correos. O si, para poder mantenerlo, tendría que volver a necesitar el abrazo no sólo de la extrema derecha de Vox sino de sus socios naranjas, hoy desterrados. No creo que le importe demasiado. Su apuesta fue personal y me atrevería a decir que más propia de un liderazgo típicamente masculino, por el tipo de ímpetu del que ha hecho gala.
No lo tienen claro tampoco los socialistas, cuyo candidato ya sabemos que volverá a ser Ángel Gabilondo, ni mucho menos los de Inés Arrimadas, a la cual el naranja le seguiría yendo bien si no fuera porque en el ajedrez, como es sabido, no puede haber más de dos colores. Por cierto, en este momento, queda deslumbrar si Ignacio Aguado será o no el candidato de Cs para luchar en la próxima contienda electoral.
El rey Sánchez y sus alfiles reculan… al menos de momento
¿Qué ocurre al otro lado del tablero? Si el rey blanco -Pedro Sánchez- se las prometía muy felices tras atraer hacia sus casillas a la reina ¿naranja? o a nuestros efectos ya también blanca, Inés Arrimadas, se ha visto seriamente contrariado por haber visto deshecho su movimiento de anular a la torre negra murciana, Fernando López-Miras. Sus fieles alfiles, Bolaños y Redondo, habían urdido una secuencia magistral: en dos movimientos y con la asistencia de otros dos peones añadidos a su "escudería", Carlos Cuadrado y José María Espejo, querían llevarse por delante al presidente murciano. Hasta que apareció el alfil negro, García Egea, y mando parar, interponiéndose entre estos y aquel.
Debo aclarar, aunque para cualquier ajedrecista sea obvio, que he otorgado el color blanco a Sánchez y los suyos porque en el juego que nos ocupa, la blancas -está establecido así- juegan siempre primero, aunque no siempre ganen.
Murcia: entre el thriller y el sainete
¿No habrá finalmente moción de censura en Murcia? Tres de los seis diputados autonómicos de Ciudadanos habían estampado su firma en un documento con el que no estaban en absoluto de acuerdo. Y eran necesarios al menos cuatro. Vuelta a recolocar las piezas… o tal vez no, porque el daño ya está hecho y la semilla de la desconfianza bien plantada.
El siguiente movimiento, el último de momento, es una ofensiva a la desesperada de la coordinadora de Ciudadanos en Murcia, Ana Martínez Vidal, que intenta por segunda vez derribar a López-Miras… ¡sirviéndose en este caso de tres parlamentarios de Vox! No es increíble, es real.
El ajedrez permite a los peones que llegan al final del extremo del tablero reconvertirse en cualquier otra pieza diferente pero la verdad, me cuesta casi más ver a un ultraderechista transmutado en peón dé una mayoría del PSOE y Ciudadanos que a un peón convertido en reina o a otro en alfil o caballo. Aunque cualquier cosa podría ocurrir, si a los tentados, la oferta les parece jugosa. Son tres parlamentarios a los que se expulsó de Vox, pero que siguen en el grupo parlamentario verde porque el escaño es suyo, no de su formación. Por si acaso, la señora Vidal ha aclarado que ellos no "compran", es el verbo que ha utilizado, voluntades, que no son, ha dicho, "como el PP". La partida de ajedrez se empieza a enturbiar y podría a adquirir un tono cercano al thriller porque se acaba de conocer que los diputados de Ciudadanos en aquella región han tenido que requerir protección policial.
La sensatez de quien no se mueve
Ni que decir tiene que, por mutuo interés de supervivencia, en los laterales castellano leonés y andaluz del tablero, no se ha desplazado un solo caballo, ni tan siquiera un peón. Nunca se sabe cuando pueden ser necesarios y a veces, la mejor táctica, más en tiempos de tribulación, es no hacer movimiento alguno, salvo el de aparecer públicamente, como han hecho Mañueco e Igea, por su parte, o Moreno Bonilla, por la suya, para reforzar la fortaleza de sus alianzas, y por tanto de su posición.
Es como he dicho muy incierto, casi imposible de determinar, quién ganará está partida. Si he tratado de diseccionar con mi análisis las piezas que más riesgo corren de ser comidas o al menos, las más expuestas. Aunque ya se sabe que, en el ajedrez, solo gana al final quien mata al rey contrario. Esto sigue siendo una incógnita. Pero, por lo que a mí respecta, espero que hayan disfrutado con esta partida que hoy me he permitido proponerles.
Si hace apenas un mes dábamos por bueno el 'efecto Illa', con un reparto de cromos que satisfacía tanto los intereses de los socios independentistas de Pedro Sánchez en Cataluña como los suyos propios, ofreciendo una perspectiva de "calma chicha" en Madrid que permitiría teóricamente al presidente del Gobierno gestionar, con las manos libres, los próximos dos años de postpandemia, ya que no estaban previstas elecciones a la vista en ese período, ahora... ¡todo ha saltado por los aires! El tablero de ajedrez se ha vuelto loco y ya nadie, ni el jugador más avezado, puede prever cuál será el próximo movimiento, y mucho menos el final de la partida.
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