La decisión de Pablo Iglesias de dejar la vicepresidencia del Gobierno para presentarse como candidato de la "izquierda transformadora" para derrotar a Díaz Ayuso en Madrid ha pillado por sorpresa a todo el mundo. Incluido el presidente del Gobierno, que se enteró del bombazo unos minutos antes de que el líder de Podemos difundiera su impagable vídeo de despedida.
Todo lo que hace Iglesias tiene un toque dramático, casi heroico, por eso hay que dejarlo enfriar un rato para analizarlo. Su ex compañera Mónica García -ahora en Más Madrid- ha tildado la decisión de "política espectáculo". Se supone que le conoce bien.
Iglesias se va, eso es lo importante. Deja un gobierno en el que casi nadie le quiere. "No voy a derramar una lágrima por él", me comenta un miembro del gabinete a quien tuve el honor de darle la noticia de la huida del vicepresidente.
El líder de Podemos no sólo deja el Gobierno, sino que anuncia que propondrá a Yolanda Díaz (ministra de Trabajo) para liderar el partido y a la que él mismo ha nombrado vicepresidenta segunda, antes incluso de consultarlo con Pedro Sánchez. Dice que es para dar el relevo a otra gente. Teresa Rodríguez, que también le ha tratado de cerca, le ha acusado de ser un "inmaduro... por aburrirse tan rápido" del gobierno.
Dice el vicepresidente que su decisión llega tras el intento de alianza del PSOE y Ciudadanos. Sabe que en Madrid al único que le puede hacer daño su candidatura es al bueno de Gabilondo
Sostiene Iglesias que ha tomado esta decisión tras el intento de alianza del PSOE y Ciudadanos. Es decir, que ya veía él en un horizonte no muy lejano el adelanto electoral con Sánchez mirando hacia el centro y con Podemos despeñándose a la oposición.
Esa es la causa real de que haya decidido tirar la toalla. Pero él no puede reconocer eso. Tiene que vender su marcha como un sacrificio en bien de la clase trabajadora. Dice que "hay que parar a estos delincuentes y criminales que promueven la violencia", refiriéndose al PP y a Vox. "Hay que evitar que tengan todo el poder en Madrid", clama como si fuera Lenin llamando a la insurrección en el instituto Smolny.
Pide a Más Madrid (a su odiado Íñigo Errejón) la unidad para hacer un frente común contra esta derecha casi cavernícola: "¡Hay que echar a Ayuso!" , insiste. Pero Errejón, como Sánchez, todavía no sabe nada de una reflexión que ha sido fruto, a lo que parece, de una soporífera tarde de domingo en el chalé de Galapagar. Probablemente sólo Irene Montero sabía lo que iba a ocurrir esta mañana de lunes cuando se dirigía a Madrid por la carretera de La Coruña.
Pero, ¡oh, clarividente Iglesias!, la que está feliz ahora no es Isa Serra, ni Mónica García. La que está exultante es Ayuso. ¡Qué mejor baza para la candidata del PP que tener enfrente nada menos que al líder de Podemos! Le acaban de hacer la campaña a Miguel Ángel Rodríguez: ahora sí que puede decir que los madrileños deciden el 4 de mayo entre socialismo y libertad.
Porque a quien va a quitarle votos Iglesias no es al PP, ni a Vox. Todo lo contrario; si había algún votante de derechas que dudaba si ir a votar, ahora lo tiene ya muy claro. A quien le va a quitar votos el hasta ahora vicepresidente es al PSOE, al bueno de Ángel Gabilondo (que no tiene suerte, a lo que se ve).
Iglesias se despide arrogándose todos los logros sociales del gobierno de coalición y, a lo mejor, lo que pretende con su candidatura es eso, hacerle daño al PSOE; o darle una patada a Sánchez en el culo de Gabilondo.
Se presenta a las elecciones del 4-M como "madrileño y de izquierdas", como si fuera el C. Tangana de la política.
Madrid será la tumba de Iglesias, para gran descanso de Sánchez, de la mayoría de los ciudadanos honestos y de la propia izquierda, que está a punto de ver la última pirueta de un gran impostor.
La decisión de Pablo Iglesias de dejar la vicepresidencia del Gobierno para presentarse como candidato de la "izquierda transformadora" para derrotar a Díaz Ayuso en Madrid ha pillado por sorpresa a todo el mundo. Incluido el presidente del Gobierno, que se enteró del bombazo unos minutos antes de que el líder de Podemos difundiera su impagable vídeo de despedida.
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