Pablo Iglesias ya está en Madrid con sombra municipal de sereno o de alguacilillo, que esa pinta se le ha quedado al bajar del Gobierno, una pinta entre autoridad de plazoleta y de matadero. A Ayuso ya le ha dicho que “es más que probable que cuando se la investigue de verdad acabe en prisión”. Iglesias es capaz, a la vez, de apelar a la presunción de inocencia con sus tarjetitas y líos y consultoras, de defender que los presos los decidan los partidos y no los tribunales, y de adelantar a sus adversarios una cárcel que es más un infierno, ese infierno goloso en el que se regodean los curas con los pecadores retorciéndose desnudos. “Derecha criminal”, ha dicho, como cuando se maldicen tribus enteras o 7 generaciones de algún impenitente. Madrid no parece en principio más criminal que cualquier otro sitio. Desde luego, menos que Gomorra o Cataluña. Pero Iglesias tenía que aterrizar en Madrid entre el asombro y el casticismo, una cosa entre profeta y el Spiderman gordo de la Plaza Mayor.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 La misión espacial para estudiar el asteroide que rozará la Tierra en 2029
- 2 Borrachos, aferrados a un remo y a la deriva, el sorprendente rescate de dos náufragos en Bermeo
- 3 La selección ya es fachosfera
- 4 La rotación de la Tierra se está alterando y los días se están alargando
- 5 El gesto de Carvajal al darle la mano a Pedro Sánchez que ya es viral: "Me representa"
- 6 El joven saharaui retenido en Barajas gana el recurso contra su deportación a Marruecos y permanecerá en Madrid
- 7 Se terminó la turra racista: “Gibraltar, español”
- 8 Silbö, la ‘teleco’ campeona de la Eurocopa que amenaza a Digi y otras 'low cost' con romper el mercado
- 9 Los médicos que aplican la eutanasia: "Se te altera el corazón cuando lo haces"