Cómo empezar un análisis de lo que parece un sistema complejo puro. Desde luego, el todo es mucho más que la suma de las partes, cada episodio responde a intereses particulares pero todos juntos se incardinarían en un cambio de paradigma (probablemente) impulsado por Europa. Pero veamos las variables, escenarios y necesidades tanto de lo ocurrido como de los actores. Como primera premisa, decir que la ignición murciana sería la primera pieza de un juego global que visualiza, entre otras cosas, que la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas han impactado en el marco mental de la sociedad, que estamos en un punto de inflexión en la política nacional y que el trilerismo tacticista ha perdido eficacia.
Empezaré por el caso de Ciudadanos. Cabría preguntarse el porqué de ese extraño giro al centro que básicamente significa lanzarse a los brazos del gobierno Sánchez. Pero más allá de eso, llama la atención la asunción de convertirse en una especie de partido bisagra por vocación (de supervivencia). ¿De veras que alguien en la ejecutiva de ese partido cree que girar al centro es asumir una especie de papel de vasallaje ante un gobierno que pacta con los actores más extremistas de nuestro país (¡Dios, qué buen vassallo! ¡si oviesse buen señor!)? Si alguien lo creyó o no sabe o solo mira sus propios intereses...
Pero vayamos al papel de bisagra de Ciudadanos. El problema radica en la distorsión del papel inicial de la operación Ciudadanos: visualizar y movilizar al constitucionalismo en Cataluña para combatir eficazmente al nacionalismo y, a nivel nacional, ser la bisagra para evitar que la gobernabilidad de nuestro país estuviese siempre supeditado a mayorías absolutas o al pacto (y cesión) ante los nacionalismos. Esto no tiene nada que ver con convertirse en bisagra al mejor postor, porque lo que interpreta la población es que esa opción no es fiable, no se sabe a qué se está votando, es lo más parecido al oportunismo político.
Lamentablemente también se ve una bisoñez sonrojante cuando uno analiza la operación “Murcia”. Fijémonos en que pasase lo que pasase, el PSOE ganaba, pero si iba mal el único que perdía (y perdió) era Ciudadanos. No me imagino a los actuales dirigentes de Ciudadanos negociando con actores internacionales...
Naturalmente el caso murciano hay que interpretarlo como un movimiento surgido e impulsado por los fontaneros de la Moncloa. La estructura es muy parecida a la moción de censura contra Rajoy: aprovechar los resquicios para dar un golpe de mano gracias al factor sorpresa. Es una forma de actuar que antepone la táctica a la estrategia. La diferencia es que ahora ya se sabe cómo actúa el PSOE de Sánchez y eso resta eficacia a este tipo de operaciones y, en este caso, Ayuso mandó parar.
El posicionamiento táctico de “comunismo o libertad” debería reforzar el factor “voto útil” para volver a seducir a una derecha que dejó al PP por cansancio o por cabreo
Pero ¿para qué se iba a meter el gobierno Sánchez en un jardín así por Murcia? La realidad es que Murcia era una primera pieza de un movimiento superior que pasaría por Comunidad de Madrid, Castilla la Mancha y, probablemente, el Ayuntamiento de Madrid. ¿El objetivo? Veo varios, el primero aumentar poder territorial y controlar los medios de comunicación públicos de Madrid (y su capacidad de irradiar mensajes incómodos a la Moncloa), segundo blanquearse (centrarse) de la mano de Ciudadanos y tercero, el más importante, preparar el terreno para unas elecciones generales anticipadas con garantías de poder laminar a sus socios de gobierno (de ahí la operación blanqueo), todo ello bajo la presión de una Europa preocupada por la deriva populista de parte del actual ejecutivo.
Como decía más arriba, Isabel Díaz Ayuso mandó parar. Ha trastocado la operación Murcia hasta el punto que el futuro a corto plazo de nuestro país se decidirá el próximo día 4 de mayo. En función del resultado veremos qué se decide en los cenáculos de la Moncloa, pero ahora ya no está en sus manos, ahora está en la decisión de los votantes madrileños.
¿Y dónde queda el PP en todo esto? Lo cierto es que la interpretación de Ayuso es correcta y se concentra en su lema “Comunismo o libertad”. Es un buen posicionamiento electoral pero la jugada deja un espacio libre al Partido Popular que, si lo saben aprovechar, será un auténtico revulsivo para el centroderecha de nuestro país. Me explico, la desaparición de Ciudadanos como actor relevante en la política deja un hueco en el espectro de centro (tal y como lo interpreta la ciudadanía) que a un PSOE con la pesada mochila del extremismo de sus apoyos parlamentarios (Podemos, ERC, Bildu...) le será muy difícil cubrir y, por otro lado, un Vox de derecha esencialista sin ambición centrista deja todo el camino expedito para que los populares, si toman desacomplejadamente la bandera de la regeneración, la reforma y el progreso puedan cubrir ese flanco de centro que les puede catapultar a la Moncloa.
Además, si nos fijamos, hay un vector que no solo les permitiría crecer en el centro. El posicionamiento táctico de “comunismo o libertad” debería reforzar el factor “voto útil” para volver a seducir a una derecha que dejó al PP por cansancio o por cabreo. La oportunidad es única, pero esta ventana de oportunidad no durará mucho tiempo.
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