En los últimos días la política ha continuado sufriendo convulsiones, de distinta naturaleza, que han seguido convirtiendo el oficio de analizar los entresijos de la vida pública en un arte cada vez más apasionante… aunque a buena parte de los ciudadanos, como siempre reitero, pueda parecerles, también, más exasperante. La última "sacudida", metidos ya como estamos, en plena precampaña electoral madrileña, ha sido el anuncio de la incorporación a la “escudería” de Isabel Díaz Ayuso del mediático parlamentario valenciano Toni Cantó, que hasta hace muy poco ejercía como portavoz de Ciudadanos en las Cortes de aquella comunidad. Se trata de un hecho que, por encima de que constituya -o no- una decisión acertada y rentable en términos políticos, nos devuelve a ese fenómeno tantas veces escenificado en la política -en España y fuera de ella- de los llamados "paracaidistas".
Con tal denominación nos referimos, comúnmente, a la entrada en política de famosos, directivos de éxito, influencers y un largo etcétera, sin ninguna experiencia en materia de gestión pública. Si ampliamos el foco, podríamos considerar también como "paracaidistas" -en la Transición así se los llamó- a candidatos que, dentro del mismo partido, al no tener acomodo en la lista de su provincia, recalaban en cualquier otra que jamás habían pisado... para garantizarse el escaño, claro. El llorado Alfredo Pérez-Rubalcaba llegó a presentarse en alguna ocasión… ¡en las listas de Cádiz! Más recientemente, en 2019, Juan Carlos Girauta tuvo que hacerlo en las de Toledo, ciudad en la que tuvo que empadronarse, aunque su vinculación y arraigo a ella era nulo.
Cada persona, una historia; cada candidato, un mundo
No se trata de un fenómeno nuevo, por tanto; pero en los últimos años hemos asistido a una revitalización de la entrada en política de famosos o de personas ajenas al mundo de la actividad pública que también han sido calificados despectivamente como ‘paracaidistas’. Llegados a este punto, la pregunta es obvia: ¿qué tiene de malo que figuras que han triunfado en otros ámbitos, y que han demostrado su capacidad de proyectar el éxito y el talento con mentalidad ganadora, prueben suerte también en este duro y difícil terreno de la gestión pública? La única condición que debería imponérseles es la de que se preparen a conciencia y que se tomen muy en serio su responsabilidad. Una responsabilidad doble: la que adquieren con las formaciones que confían en ellos y también la que asumen para con las instituciones que aspiran a gobernar y para con los ciudadanos que aspiran a representar. Para ello, repito, no hay otro camino que el de la formación y la tenencia de un elevado sentido de la responsabilidad, de la disciplina y de la honestidad.
¿Es una buena idea para los partidos realizar este tipo de apuestas o es contraproducente? ¿Está preparado el “famoso” o la “famosa” de turno para caer de bruces en el “selvático” mundo de la política, con su dureza, competitividad y sus consiguientes zancadillas? ¿Guardan estos “famosos”, en muchos casos, “muertos en su armario” que les inhabiliten ante la opinión pública y publicada para resultar elegidos diputados, ministros, alcaldes o simples concejales?
En el paracaidismo hay de todo
Los “paracaidistas” de la política, vengan de donde vengan, no siempre están condenados al fracaso. Por el contrario, gracias a su ejecutoria, pueden llegar a transformarse en rotundos referentes de éxito. Ha sido en estos años el caso, sin duda, de Toni Cantó. Dio el salto a la actividad pública en UPyD, con Rosa Díez, con la que colaboró estrechamente y llegó a tener un nexo personal muy especial, hasta el punto de bautizarla como "Rosa 10" en las redes sociales. Cuando la antigua formación magenta comenzó a hacer aguas, pasó con armas y bagajes, como muchos de aquella UPyD, a las filas de Ciudadanos, que entonces se había convertido en el partido de moda. Allí terminó de fajarse como uno de los parlamentarios más activos y mediáticos del grupo que lideraba quien era entonces líder naranja, Albert Rivera.
Del Congreso, Cantó pasó a las Cortes valencianas, en donde algunas de sus intervenciones fueron celebradas por su valentía y su excelente oratoria, propia esta última de un consumado actor profesional. Se viralizó una en concreto contra la ideología comunista y sus excesos a lo largo de la historia. Toni Cantó nunca ha tenido pelos en la lengua; es crítico y muy inteligente. Utiliza sus "tablas", como ya he dicho, y el resultado final es positivo. Está por ver si, en comunión con Ayuso, es capaz de ayudar a "sumar" a la actual presidenta madrileña. De momento sí ha provocado un cierto "choque" entre Génova y el equívoco de la, cada vez más "díscola" mandataria madrileña, a la que muchos acusan de ir por libre.
¿Quién les obliga? ¡Con lo bien que estaban en su actividad privada!
No a todos les va tan bien. Recuerden el caso de Pepu Hernández, promovido directamente por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como candidato socialista a la alcaldía de Madrid y que se estrelló contra la inapelable mayoría conseguida por el actual regidor, José Luís Martínez-Almeida. Aquel ejemplo, el del ex entrenador de la selección española de baloncesto, fue una perfecta demostración de cómo, en muchas ocasiones, este tipo de operaciones de marketing se estrellan contra la voluntad de las bases, que ven cómo "candidatos de la cantera" quedan relegados ante caprichos o imposiciones de los líderes. Miles de militantes de a pie o cargos intermedios que suelen estallar contra quienes tilda de "advenedizos" que llegan a sus siglas -las que sean- a reconducir sus, a veces, declinantes carreras en otros oficios o a culminar un objetivo meramente personal pero que no se compadece con el proyecto colectivo de un partido político.
La pregunta que se hacen los votantes es sencilla: ¿qué necesidad tienen algunas figuras consagradas de meterse en este berenjenal de la política?. Desde luego, en algunos casos, por dinero no será:
Marcos de Quinto, brillante ejecutivo y número dos mundial de Coca-Cola, llegó al Congreso de los Diputados de la mano de Albert Rivera porque, tras décadas de éxito en la empresa privada, quería, sinceramente, aportar su capacidad y su experiencia por el bien de España. Duró poco; bien pronto se apoderó de él un inmenso desengaño, tanto por el giro que habían tomado las siglas -C's- en las que decidió integrarse, como por el ínfimo nivel -con carácter general- que adorna a nuestra vida política, plagada de pegatrechas, mediocres o gentes sin otro oficio ni beneficio. Un carril al que un hombre como De Quinto, desde luego, no estaba acostumbrado.
Otro ejemplo fue el de Pedro Duque. Uno de los personajes españoles más respetados del mundo. ¿Por qué un astronauta como ministro de Ciencia y Universidades? Porque, seguramente, la idea de Pedro Sánchez era la de colocar a la investigación y a la ciencia españolas "en el mapa", tras siglos de abandono. Duque solía ser criticado por su escasa facilidad oratoria, que tan sólo respondía a su timidez y a su mayor costumbre de expresarse en inglés, ya que vivió y trabajó muchos años en los EEUU. No olvidemos que se trata de un personaje cuyo principal aval es el de ser un gran científico y aún mejor gestor, no un orador ni un líder de masas.
También en el resto de Europa y en los Estados Unidos
Arnold Schwarzenegger, campeón del mundo de culturismo y uno de los actores más taquilleros de la historia por su serie Terminator, acabó siendo un controvertido pero exitoso gobernador de California. Tenía mentalidad ganadora y supo proyectar éxito, y lo aplicó al mundo del deporte, al cine y la política. Y ahí sigue; que a nadie extrañe si un día llegara a dar el paso de optar a la presidencia de los Estados Unidos.
En Italia, la mítica Ilona Staller, más conocida por su nombre artístico, Cicciolina, dejó su carrera como actriz porno para entrar de lleno en el mundo de la política. No le fue mal del todo porque consiguió su acta de diputada en 1987. Verdes y radicales se la rifaban por su estilo franco y directo, y por la que constituyó su principal aportación: acercar la actividad pública a los ciudadanos escenificando ruidosas y mediáticas protestas que suponían una huida de los convencionalismos tradicionalmente marcados por las élites -por los que tres décadas después llamaríamos "casta"- que gobernaban de espaldas al pueblo. La buena de Ilona duró poco, pero marcó una impronta absolutamente única y muy personal por la que otros han continuado transitando.
Los “tránsfugas”: un 'cáncer' político y una sinvergonzonería
Junto a este fenómeno de los “paracaidistas”, ha eclosionado también el de los “tránsfugas”: un viejo cáncer de la política española que, como el Guadiana, aparece y desaparece.
Técnicamente, un tránsfuga es un representante público que, habiendo sido elegido por unas siglas y consiguiendo un acta de concejal o de diputado gracias a ellas, comenzada la legislatura se convierte en disidente del ideario del que todos creían que era devoto y se posiciona en contra de los suyos e incluso cambia de partido… pero llevándose su escaño. La Constitución Española no establece el “mandato imperativo”; algo que, hablando llanamente, quiere decir que el acta es de la persona elegida, no de la formación. Esto ha permitido notables escándalos en nuestra reciente vida pública -cómo olvidar el famoso Tamayazo- y ha provocado notable indignación a veces entre los ciudadanos que, habiendo votado una cosa, se encontraban, pocos meses después, con otra diferente.
Las recientes mociones de censura presentadas en el parlamento autonómico de Murcia y en su Ayuntamiento han hecho que, a los diputados de Ciudadanos (en el caso del parlamento regional), que se negaron a romper la disciplina de su formación que les obligaba a posicionarse contra un Fernando López-Miras al que hasta hacía pocas semanas apoyaban, se les tildara de este modo. Ellos se defendieron argumentando que quienes habían cambiado de sitio eran el resto de sus compañeros y la dirección naranja. Cierto es que no mudaron de partido, aunque el resultado final haya sido el mismo puesto que han sido expulsados por la dirección nacional. Bochornosos espectáculos que distancian, cada vez más, a los ciudadanos de sus dirigentes políticos.
¿Es Cantó un “tránsfuga” de nuevo cuño? Cuando menos es curioso que haya anunciado ya su fichaje por el Ayuso Team sin darse aún de baja en su anterior partido… ¡Y sin empadronarse en Madrid! Esto último es preceptivo, si quisiera formar parte de las listas del PP.
Urgen reformas legislativas, como ya he explicado más arriba. Es evidente. Pero urge, sobre todo, una nueva cultura que devuelva una moralidad y una ética en los comportamientos políticos que, a la vista de casos como los expuestos, parece más necesaria que nunca.
En los últimos días la política ha continuado sufriendo convulsiones, de distinta naturaleza, que han seguido convirtiendo el oficio de analizar los entresijos de la vida pública en un arte cada vez más apasionante… aunque a buena parte de los ciudadanos, como siempre reitero, pueda parecerles, también, más exasperante. La última "sacudida", metidos ya como estamos, en plena precampaña electoral madrileña, ha sido el anuncio de la incorporación a la “escudería” de Isabel Díaz Ayuso del mediático parlamentario valenciano Toni Cantó, que hasta hace muy poco ejercía como portavoz de Ciudadanos en las Cortes de aquella comunidad. Se trata de un hecho que, por encima de que constituya -o no- una decisión acertada y rentable en términos políticos, nos devuelve a ese fenómeno tantas veces escenificado en la política -en España y fuera de ella- de los llamados "paracaidistas".
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