Esto de pensar en repartirse la herencia antes de que el finado dé la última boqueada es muy pero que muy arriesgado porque quien lo haga se puede acabar encontrando con la boca abierta y con el zurrón vacío. Y da la impresión de que eso es exactamente lo que está sucediendo ahora mismo en las filas del Partido Popular.
En Génova, más incluso que en la Puerta del Sol, se están preparando para recibir el premio gordo de las elecciones madrileñas que, por una carambola del todo ajena a sus previsiones, va a dar a la presidenta de Madrid la oportunidad de ganar unas elecciones inesperadas forzadas por el mayúsculo error de una Inés Arrimadas que no calculó hasta donde podrían llegar las réplicas de su torpe intento, alentado por el PSOE, de derribar un gobierno del que Ciudadanos formaba parte, a base de plantear en Murcia una moción de censura sin la menor justificación coherente y sobre todo entendible.
El caso es que nos encontramos con unas elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid que están siendo recibidas por la dirección del PP como un auténtico maná cuya prevista abundancia va a saciar el hambre de éxitos que está hoy atormentando a Pablo Casado y a Teodoro García Egea especialmente desde el fracaso sin paliativos cosechado en las elecciones catalanas del 14-F. Y así lo dicen sin pararse a pensar que puede que el maná no llegue en las cantidades esperadas o incluso que caiga en el campo de otros y ellos se queden mirando compuestos y sin novia, que todo puede ser.
Génova parece que está construyendo ya un futuro enormemente prometedor con Madrid como trampolín para toda España y no hace ni dos meses del fracaso en Cataluña
"La victoria arrolladora de Isabel Díaz Ayuso va a ser la clave para que yo llegue a ser presidente del Gobierno", ha dicho el líder del Partido Popular en una confesión que merece algunas consideraciones. La primera es que demuestra ser consciente de que él no está ahora mismo en ningún caso en condiciones de disputarle el poder a Pedro Sánchez, en lo cual acierta de pleno porque un centro derecha dividido como lo está ahora en tres opciones, o dos y media, distintas y mal avenidas de ninguna manera puede aspirar a alcanzar la mayoría necesaria para formar gobierno. La de Casado es, en definitiva, una confesión de debilidad.
La segunda, en consecuencia, es que reconoce que depende de la victoria rotunda de Isabel Díaz Ayuso sin la cual él no tendrá la fuerza ni el arraigo electoral para ponerse de pie y disputarle al PSOE la victoria en unas elecciones que probablemente se convoquen en la primavera que viene si las cosas le salen medio bien al Gobierno una vez las vacunas hayan ayudado a superar el estado de angustia colectiva que atenaza a esta sociedad y que las ayudas europeas y la relajación ahora de las antiguas condiciones de equilibrio presupuestario impuestas por Bruselas den un amplio margen de maniobra al Gobierno sin el riesgo de verse sancionado por la Comisión.
Es decir, que sin Díaz Ayuso Casado no sale adelante. Como confesión pública es notable porque le deja en una posición subsidiaria respecto de una presidenta autonómica que aún está por ver que pueda gobernar. Los datos de los sondeos apuntan a un crecimiento exponencial de los resultados de la presidenta madrileña pero todos sabemos que hasta el rabo todo es toro y que las urnas dan muchas sorpresas y algunas pueden ser muy desagradables. Que se lo digan si no al José María Aznar de 1996.
Pero en Génova parece que están construyendo ya un futuro prometedor sin fisuras en el que Madrid va a hacer de trampolín para toda España cuando no hace ni dos meses que los dirigentes populares se estaban lamiendo las heridas del fracaso en Cataluña donde el PP había sufrido la suprema humillación de que Vox, el partido "al que no queremos parecernos", había dicho Casado, casi le cuadruplica en escaños.
Y, claro, decir ahora que "Vox va a quedar arrinconado a la derecha y le vamos a enseñar cuál es su verdadero papel en la política española: servir de muleta cuando el PP le necesite" es de una supina imprudencia, que sólo puede ser hija de la desbordante euforia desatada por la posesión de unos escaños que no se tienen todavía en la mano.
Sobre todo porque la señora Ayuso se puede encontrar perfectamente con que no alcanza los suficientes diputados para gobernar en solitario y se ve en la necesidad de tirar de los escaños del partido verde, que se los va a dar, sin duda, aunque sea para no facilitarle el gobierno a la izquierda, pero que se los va a cobrar caros.
Así que cuidado, cuidado, que construir castillos en el aire y con esa altiva suficiencia es una operación de alto riesgo cuando se hace sobre cuestiones políticas de gran trascendencia y además a la vista del público. Y eso es precisamente lo que se está haciendo en Génova más descaradamente que en la Puerta del Sol.
Y, por supuesto, si la señora Díaz Ayuso consigue la victoria que le auguran los sondeos y Pablo Casado se dispone a levantar su candidatura a las generales sobre el pedestal de Madrid, ya puede Teodoro García Egea ir olvidándose de decirle a la mujer que puede proporcionar al líder sus mejores opciones a intentar ganar La Moncloa que no puede optar a presidir el PP madrileño porque no se quiere que ella acumule demasiado poder.
Hay serios indicios que apuntan a un éxito del PP, pero existen imponderables como una acumulación de votos de la izquierda que deje a Ayuso y a Casado con el zurrón vacío
Si las cosas acaban produciéndose como se espera en la dirección del Partido Popular, el poder de Ayuso no podrá ser recortado a gusto de la dirección nacional porque ha sido el propio Casado el que ha reconocido, antes incluso de haber matado al oso del madroño, que con su piel se va a hacer la pelliza de presidente de Gobierno. Vaya usted a decirle luego a quien ha abatido al animal que entregue la escopeta porque las armas son muy peligrosas y no conviene que ella conserve en sus manos tanto poder. Ja.
No deberían olvidar en cualquier caso en Génova que una movilización de los votantes de izquierdas, que parece que en el imaginario de los dirigentes del PP han dejado de existir como amenaza, podría perfectamente privar a Ayuso de la victoria y, lo que sería dramático para ella y para todo el PP y sus perspectivas a medio plazo, privarla también del gobierno que ahora ocupa. Y eso no es completamente imposible a día de hoy.
Por eso será conveniente que los populares dejen de comportarse como el amo del cofre de las maravillas cuando todavía ni se ha levantado la tapadera y nadie sabe con total seguridad lo que puede encontrarse dentro de él.
Hay serios indicios que apuntan a un éxito del PP, es verdad, pero existen imponderables como una acumulación de votos a los partidos de izquierdas que deje a Ayuso y a Casado con lo dicho: con la boca abierta de estupefacción y con el zurrón vacío de poderes.
Y eso no se puede descartar: no nos olvidemos de que Ángel Gabilondo ganó las últimas elecciones de Madrid ni de que Edmundo Bal, que podría ofrecer apoyo a un gobierno de Ayuso en caso de necesidad, puede que no llegue ni a sentarse en la Asamblea.
Esto de pensar en repartirse la herencia antes de que el finado dé la última boqueada es muy pero que muy arriesgado porque quien lo haga se puede acabar encontrando con la boca abierta y con el zurrón vacío. Y da la impresión de que eso es exactamente lo que está sucediendo ahora mismo en las filas del Partido Popular.
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