La ministra de Economía ajustó el viernes la previsión de crecimiento para 2021, rebajándola del 9,8% a un objetivo más realista del 6,5%.
En realidad, Calviño nunca se creyó la cifra que dio su propio Gobierno para elaborar los presupuestos de este año y siempre habló del 7,2%, que era lo que ella pensaba que podía crecer la economía sin el maná de los fondos europeos, que el presidente, un poco fuera de la realidad, estimó en 27.000 millones de euros.
Se alinea así la ministra con el vaticinio de instituciones como el FMI, la OCDE o el Banco de España y de prestigiosos servicios de estudios, como el del BBVA, Caixabank o Funcas. Aunque el consenso es un poco más bajo (rondaría el 6%), el cálculo de Calviño no puede calificarse de descabellado.
Analicemos el dato. Crecer al 6,5% este año significa que durante el segundo semestre la economía española va a registrar un fuerte tirón del consumo. Hay que tener en cuenta que durante el primer trimestre el crecimiento será negativo (se estima que en torno al 0,3%) y que durante este segundo trimestre habrá todavía un crecimiento muy modesto. Todo se fía, pues, a que se pueda cumplir el compromiso de vacunación del 70% de la población a final del verano y que, a partir del mes de agosto, se recupere una cierta normalidad. No se registrarán buenos datos de turismo, pero sí serán mejores que los de 2020. El optimismo que despertará la victoria -esta vez sí, esperemos- sobre el virus es lo que llevará a que una parte importante de los 22.000 millones de euros de ahorro extra que se han generado durante la pandemia, según el Banco de España, vayan directamente al consumo interno, impulsando el PIB de forma extraordinaria. Sólo así se explica ese crecimiento concentrado en la última parte del año.
Para 2022 Calviño estima que la economía española crecerá un 7%. El próximo año el crecimiento sí que estará en buena parte impulsado por la llegada de los fondos europeos. Por tanto, al menos durante el primer semestre del próximo año, la buena marcha de la economía no sólo se notará en los registros del PIB, sino también en los del empleo.
Durante el último trimestre de 2021 y el primer semestre de 2022 la economía española registrará un crecimiento extraordinario. Es el periodo que Sánchez podría aprovechar para adelantar los comicios. Ahora eso depende de lo que suceda en Madrid
La cara negativa de esas previsiones es el alto nivel de deuda (superaremos 120% sobre el PIB) y de déficit que alcanzará la economía española. Aunque Calviño no quiso revelar el dato el pasado viernes, lo más probable es que 2021 se cierre con un desequilibrio de las cuentas públicas cercano al 8% sobre el PIB.
La UE no apretará las tuercas el año que viene y seguirá manteniendo la cláusula de escape. No obligará a rebajar el déficit al 3%, pero tampoco permitirá cifras muy por encima del 5%.
Por tanto, a partir del segundo semestre de 2022 es muy probable que veamos una tendencia a la baja del crecimiento y que escuchemos voces desde Bruselas pidiendo al Gobierno español que eche el freno de mano en el gasto público.
Algunos economistas creen que la economía española sufrirá a medio plazo un efecto champán. Viviremos tres o cuatro trimestres a un buen ritmo de crecimiento (los tres últimos meses de 2021 y los seis primeros de 2022) y luego las cosas volverán a su sitio, como las burbujas del vino espumoso.
Los fontaneros de Moncloa tienen muy en cuenta esas previsiones a la hora de hacer sus cálculos electorales. Una mejora evidente de la economía, la euforia del final de la pandemia y el previsible hundimiento de Podemos son elementos que llevarían a Pedro Sánchez a apretar el botón del adelanto electoral, que tendría lugar, muy probablemente, en la próxima primavera.
Pero ese plan ha quedado en suspenso hasta ver qué pasa con las elecciones del 4 de mayo en Madrid. Si Ayuso no logra una mayoría suficiente para gobernar, el presidente del Gobierno seguirá adelante con sus planes y adelantará los comicios.
La cuestión es si la candidata del PP logra una mayoría suficiente como para gobernar en Madrid. No sólo en Génova son conscientes del revulsivo que ese triunfo representaría para el partido y el conjunto del centro derecha a nivel nacional. Ese éxito se convertiría en un revés para los planes de Moncloa. Porque, entre otras cosas, significaría que el PP se habría comido la inmensa mayoría del voto de Ciudadanos y que el PSOE tendría difícil alcanzar una mayoría suficiente para gobernar mirando prioritariamente al centro y con la muleta de Podemos muy deteriorada.
La batalla de Madrid es la batalla para ver quién se queda con los despojos de Ciudadanos. Sánchez ha apostado por un candidato tan soso y formal como Gabilondo porque quiere distanciarse de la bronca que acompaña a Podemos y así seducir al votante joven y urbano que hasta ahora apoyaba a C's.
La duda que tendrá que resolver Moncloa tras el 4-M es si, a pesar del triunfo de Ayuso, continúa con sus plan de adelantar los comicios a la próxima primavera o bien concluye la legislatura y convoca a finales de 2023. El efecto champán le da a Sánchez un margen de nueve meses para subirse a la ola del crecimiento y la derrota del Covid y elevar la expectativa de voto socialista a cotas cercanas al 40%. El riesgo de adelantar es que el éxito de Ayuso en Madrid se convierta en una inyección de moral suficiente para que Pablo Casado pueda aspirar a ganarle al PSOE las generales mucho antes de lo previsto. Para que luego digan que la política es aburrida.
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