En Andalucía, más que elecciones había cosecha, como si el PSOE se limitara a segar su hacienda bajo un amistoso sol con sombras de esparto. Durante 36 años, no hubo más gobierno ni más Andalucía que la del PSOE. El PSOE andaluz era más que un partido y más que un gobierno, era el orden natural, en lo político, lo moral, lo económico, lo cultural, lo estético. Lo atravesaba, lo llenaba todo, física y simbólicamente, como un Guadalquivir moro; lo controlaba todo en sucesivos círculos arcangélicos, de la Junta a las asociaciones, de los clanes locales a la presidencia siempre como mexicana, buchona, folclórica, como de reyes o reinas de la ranchera. No es que gobernaran, sino que se consideraban el partido y el gobierno naturales. No distinguían entre partido, gobierno y autonomía, y todo el dinero era la misma bolsa, como para el Lazarillo. Con ellos, Andalucía fue una especie de menesteroso imperio fluvial, un Egipto de la pobreza. Ahora, el PP gana en las encuestas y Susana de Triana va a quedar para vender en las ferias claveles con raíces de su pelo.
Aquella Andalucía cortijera, dominada y pastada por toda una raza de socialistas de cuna o de carrera, no tenía en realidad gobierno natural ni tenía por qué estar condenada a esa pobreza alegre, orgullosa, cíngara, de pescador de las películas de coplas, que los socialistas alimentaban y Canal Sur publicitaba como “calidad de vida” o marchamo de buena gente. Era como el sermón de las bienaventuranzas que nos daban cada día Chaves, Susana o Juan y Medio. Sin embargo, después de 36 años, era difícil mantener que las cifras de paro, de renta, de industrialización o de fracaso escolar de Andalucía eran la condena de unos terratenientes de garrocha, ya como cretomicénicos, ni de Franco, ni siquiera de Aznar.
Susana Díaz llegó a creer que podía ser la madre de toda España, como una Pilarica rociera. Ahora sólo espera el rejón de muerte de Sánchez
Susana seguía hablando de la gente humilde sabiendo que eran su público: el PSOE andaluz se había dedicado a mantener pobres a los pobres para después salvarlos con mendrugos y adulaciones. Los pobres eran en realidad la cosecha que habían estado recogiendo durante casi cuarenta años. No sólo fueron los ERE, es que la melancolía de la indigencia y la menesterosidad no podía funcionar mucho más. El PSOE ya duraba como un franquismo y no podía echar la culpa al franquismo habiéndolo casi superado en tiempo, en flamencas y en señores del régimen con cinturilla ancha. Pero Susana seguía hablando como una santa de leprosos o una dama de inclusa, miserabilizando Andalucía entera para seguir en el poder. Hasta llegó a creer que podía ser la madre de toda España, como una Pilarica rociera. Ahora sólo espera el rejón de muerte de Sánchez.
Así era Andalucía cuando yo me marché, como si fuera a hacer mi propio programa de Canal Sur (en Canal Sur salía mucho emigrante diciendo que echaba de menos la feria o la manzanilla, pero nunca decían echar de menos el paro o la tiesura). Poco después, Moreno Bonilla se convertía en Juanma, como si un árbitro se convirtiera en compiyogui, y conseguía formar en Andalucía el primer gobierno no socialista de la democracia. Es decir, acababa el régimen, que es como le llamábamos muchos, no porque gobernara siempre el mismo sino porque lo gobernaba todo, hasta lo que ningún poder público debería gobernar. Se acababa ese imperio egipcio de aceituneros y serranillas, dominado por señoritos de una izquierda sólo de tebeo, y al menos empezaba otra cosa, que era lo pedagógico, eso de que los partidos ganen o pierdan gobiernos sin que sea usurpación ni invasión. Andalucía, como Vallecas, como cualquier sitio, no es de partidos ni de señores, ni siquiera de la historia, que sólo es muchas veces pereza y costumbre.
Moreno Bonilla, o Juanma Moreno, ya me coge lejos, aunque siempre recuerdo la primera impresión que me causó en el congreso de su coronación, con sus estudios de azafato o algo así y su pinta de sobrino de Arenas, pinta que sigue teniendo. Estaba condenado como sorayista, pero llegó el milagro y ni siquiera Casado puede quitar de en medio a alguien que ha obrado un milagro tan llamativo. Ahora, la última encuesta, del Centro de Estudios Andaluces, organismo adyacente digamos, o sea siempre sospechoso (antes bastoneaba por allí Javier Aroca), le da 7,7 puntos de ventaja sobre el PSOE y podría gobernar de nuevo.
He sonreído viendo en Canal Sur el gráfico que aseguraba que el 34% de los andaluces prefiere a Moreno para presidir la Junta. Susana, que de repente me parecía en la foto algo así como un futbolista ochentero, como si fuera aquel Juan José del Cádiz, se quedaba en un 5,4%. Así se han achicado el gobierno “natural” y la que fue mamá pata de todos los andaluces. Claro que no sabemos cuánto hay de real en esto. En Canal Sur, los mismos periodistas que antes se creían que hacían un periodismo también “natural” sirviendo de palanganeros del PSOE, ahora se quejan de manipulación y tal. Y yo vuelvo a sonreír porque todo esto me parece, por primera vez, normal. Ni más ni menos cierto, sino normal. Consiga o no Moreno sacar a Andalucía del surco del señorito y de la nana aceitosa de las niñas pobres y guapas, a mí, ahora, desde la distancia de Chamberí, esa normalidad me parece el verdadero milagro de Andalucía.
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