No se pongan tan campanudos los candidatos de Podemos y de Más Madrid achacándole a Ángel Gabilondo, cabeza de lista del PSOE a las elecciones de Madrid, toda la responsabilidad de que la izquierda no logre, una vez más, alcanzar el poder en la Comunidad.
No le hagan ese reproche o no se lo hagan en esos términos porque ninguno de los dos partidos a la izquierda del Partido Socialista tendría la más mínima posibilidad de aspirar a tocar poder si no es caminando al rabo de cualquier candidato que hubiera puesto el PSOE si hubiera tenido tiempo para elegir y ahormar a un buen aspirante a ganar las elecciones.
Tanto Podemos como Más Madrid son personajes secundarios en esta representación electoral y no deberían portarse como los líderes políticos que no son. Una cosa es que Mónica García haya sido recibida con elogios en razón de la novedad que supone una mujer hasta ahora desconocida por la opinión pública madrileña y otra muy distinta que se atreva a reclamar a Gabilondo que espabile y se ponga a trabajar para ganar estas elecciones.
Y otro tanto, o mejor dicho, mucho más se puede decir de un Pablo Iglesias cuyo partido corría el riesgo de desaparecer de la Asamblea, razón por la cual el señor Iglesias se descolgó en un visto y no visto de su responsabilidad como vicepresidente del Gobierno de España para encabezar la lista electoral de UP en estas elecciones.
Pero resulta que su tirón electoral es mucho más débil de lo que él pensaba y ahora mismo su partido ocupa el último puesto en la relación de formaciones con escaños seguros en el parlamento autonómico.
Eso de que "nosotros estamos creciendo los dos", como cuenta aquí Cristina de la Hoz que dicen en Podemos habría que estudiarlo con calma y sin engaños. Que el partido de Errejón y Mónica García esté creciendo en los sondeos es muy probable pero también lo es que la mayor parte de los votos nuevos que recalen en Más Madrid serán provenientes de UP y quizá en parte, pero sólo en parte, del PSOE.
Lo de Gabilondo es un completo desastre. Y también lo es la campaña contradictoria que le están obligando a hacer y que no tiene pies ni cabeza
Eso sí es verosímil porque el votante madrileño del partido morado puede sentirse más a gusto y más identificado con la formación escindida del partido original del que Íñigo Errejón fue expulsado de mala manera en su día que con la matriz de ese partido, que es la que encabeza Pablo Iglesias.
De modo que menos reproches del monaguillo al obispo porque no haya suficientes parroquianos en la iglesia, no vaya a ser que le encalomen a Gabilondo toda la responsabilidad de un probable fracaso del que ellos también formarán parte y ante el que deberán asumir su culpa por no haber crecido más.
Ahora bien, dicho esto, hay que añadir que lo de Gabilondo es un completo desastre. Y también lo es la campaña contradictoria que le están obligando a hacer y que no tiene pies ni cabeza. No se puede forzar, ni tampoco permitir, a un señor a decir que asume y respalda los puntos más relevantes de la campaña y de la gestión de su adversaria política sin ser muy consciente de que se le está llevando barranco abajo.
Empujarle a comprometerse a no subir los impuestos, a no cerrar la hostelería, a defender la escuela concertada y a mantener el hospital Isabel Zendal es poner una carga de dinamita en los cimientos de su empeño electoral porque le priva dramáticamente de argumentos para la confrontación.
Isabel Díaz Ayuso utilizó malévolamente esa debilidad manifiesta de su contrincante cuando le dijo que, en vista de eso, le invitaba a ocupar el quinto puesto de su lista electoral, el que ocupaba Toni Cantó, que había quedado vacante por decisión judicial.
Error sobre error, ahora el señor Gabilondo se descuelga el pasado miércoles en Telemadrid con la frase más reproducida de todo el debate entre los candidatos: "Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones". Y en ese instante, todo la construcción levantada hasta el momento por el cabeza de lista socialista se derrumbó sobre él. Todavía están retirando los cascotes de su alrededor.
Pero la culpa no es suya sino de quien le ha diseñado una campaña dibujada con tiralíneas en una mesa de aparejador. Nada de lo que está defendiendo el catedrático de Filosofía y profesor de Metafísica y Hermenéutica, se adapta a su personalidad en su nueva dedicación política. Y eso se le nota especialmente en esta campaña.
Gabilondo está incómodo en el traje que le han confeccionado los estrategas de La Moncloa y no se desempeña bien en ese papel. Por eso estuvo dubitativo, inconcreto, inseguro frente a las cámaras a las que no se dirigió directamente ni una sola vez a lo largo del debate, salvo para decirle, más bien a suplicarle, a Mónica García que si se ponían las pilas podían sumar y para dirigirse a Pablo Iglesias, con quien horas antes aseguraba que no quería contar, para invitarle a trabajar codo con codo para llegar al gobierno de la Comunidad de Madrid.
Un diseño de campaña catastrófico, ya digo, del que él no tiene en absoluto más responsabilidad que la de no haberse negado desde el principio a asumir el ingrato y humillante papel de solución de emergencia, y porque en Moncloa no encontraron otra cosa, para salir a combatir en la batalla de Madrid con las armas de segunda mano y encima averiadas que se le proporcionaron en el último segundo.
Eso no significa, ojo, que el PSOE se vaya a despeñar en estas elecciones. Éste es un partido con un suelo muy firme en toda España y con unos votantes extraordinariamente fieles que no le retirarán su apoyo pase lo que pase. Lo que sí es seguro, sin embargo, es que la pretensión de los asesores aúlicos de Pedro Sánchez de que la moderación del profesor y sus propuestas calcadas de las de Ayuso fuera capaz de atraer los votos huérfanos de Ciudadanos se ha evaporado desde ayer como el vapor de agua.
Sin duda, un retrato como el hecho público por el señor Tezanos animará a los votantes de izquierdas a acudir a las urnas con la esperanza de recuperar el poder en la Comunidad de Madrid
Y tampoco es que hasta ese momento existieran ya muchas esperanzas de que tal trasvase se fuera a producir. Los sondeos ya dejaban claro que el gran beneficiario del hundimiento del partido naranja estaba siendo el Partido Popular y que la candidata Isabel Díaz Ayuso se preparaba para auparse sobre los antiguos votantes del partido naranja para consumar su ascenso electoral y aspirar así a un número de escaños suficiente como para intentar gobernar en solitario.
Pero el llamamiento final de Gabilondo a Pablo Iglesias para ir juntos hacia la victoria ha dejado el caso visto para sentencia. El votante madrileño de Ciudadanos no va a prestar de ninguna manera su voto para que el líder de Podemos sea vicepresidente del gobierno de Madrid. Eso no hay quien lo discuta.
Sin embargo, el CIS del señor Tezanos publicaba ayer los resultados de un sondeo rápido realizado en torno a la celebración del debate en Telemadrid en los que apuntaba a la posibilidad cierta de que la suma de las tres fuerzas de izquierda superara a las fuerzas del centro y la derecha.
Ese sondeo del CIS no tiene más que dos, en realidad tres, problemas. El primero es que todas las previsiones de resultados electorales efectuadas por ese instituto público de opinión desde que está bajo la dirección del antiguo miembro de la Ejecutiva del PSOE dan sistemáticamente ventaja a las fuerzas de la izquierda. Pero no una, ni dos, ni tres veces, no. Decenas de veces. Sistemáticamente.
El segundo problema es que el dibujo que ofrece el CIS en este último sondeo no se parece en absoluto a los escenarios que están planteando todos los demás institutos de opinión pública como resultado de sus encuestas. Es decir, que el CIS está solo, que es el único que ofrece esa distribución de escaños. Y eso no es nada tranquilizador para quien se asoma a su trabajo en busca de alguna mínima certeza.
Y el tercero y mucho más grave de los dos anteriores es que los expertos demoscópicos aseguran en privado en su mayoría que, utilizando los mismos datos que utiliza el CIS, los resultados en número de diputados no coinciden con los publicados por el señor Tezanos.
Y nadie se sorprenderá si añado a continuación que los escaños adjudicables a Isabel Díaz Ayuso pasan en ese caso holgadamente de los 60 y que, sin embargo, los que le corresponden al señor Gabilondo rondan con esfuerzo los 30 o incluso menos y que algo similar sucede con los otros dos partidos a la izquierda del PSOE, especialmente con Podemos. Cosa chocante.
Sin duda, un retrato como el hecho público por el señor Tezanos animará a los votantes de izquierdas a acudir a las urnas con la esperanza de recuperar el poder en la Comunidad de Madrid. Quizá sea ésa toda la utilidad que esté prestando un instituto que se financia con dinero público, es decir, con dinero de todos nosotros. Aunque es obligado aclarar que ésta no es, a día de hoy, más que una sospecha.
Esperemos al 4 de mayo para calibrar bien lo que aquí queda apuntado.
No se pongan tan campanudos los candidatos de Podemos y de Más Madrid achacándole a Ángel Gabilondo, cabeza de lista del PSOE a las elecciones de Madrid, toda la responsabilidad de que la izquierda no logre, una vez más, alcanzar el poder en la Comunidad.
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