En las últimas horas, una sucesión de hechos, algunos de ellos muy graves, han venido a alterar la ya bastante anormal y convulsa campaña electoral madrileña. Pretendo a lo largo del siguiente artículo, además de hacer un llamamiento a la calma a todos cuantos deberían ser un ejemplo de responsabilidad y templanza ante la ciudadanía, demostrar que no todo vale en la estrategia y la mercadotecnia preelectoral. Los excesos, en la propaganda y en el lenguaje, pueden acabar llegando a provocar situaciones que esperemos no tener que llegar algún día a lamentar.
Uno de los últimos hechos a los que me refiero, ha sido la recepción de varias cartas dirigidas al ex-vicepresidente y candidato de Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y a la directora General de la Guardia Civil, María Gámez. En ellas, se contenían anónimos con graves amenazas de muerte, tanto personales como familiares, y balas de fusiles.
Desgraciadamente, las amenazas y los señalamientos a determinados políticos, no son nuevos en la política española. Baste recordar, por ejemplo, el reciente y condenable 'chat' privado en el que algunos militares jubilados insistían en la 'necesidad' de fusilar a más de veinte millones de españoles... los que no coincidían con sus ideas fascistas, claro está.
Me ha decepcionado el escaso e irrelevante espacio que han concedido algunos medios, sobre todo de papel, a una noticia tan tremenda. También, debo decirlo, la tibieza en la condena por parte de algunos partidos, ideológicamente antitéticos a Podemos, pero de los que esperaba una mayor sensibilidad democrática. ¡No todo vale por conservar votos! La posición de Vox ni la comento, porque me parece vomitiva. Aludir a que esto es un montaje y justificarse recordando declaraciones de miembros de formaciones de izquierdas en las que, seguro que también desafortunadamente, se ponían en duda las heridas que algunos sufrieron en las pasadas campañas, diciendo que la sangre era ‘ketchup', no es una estrategia admisible en democracia. La violencia y las amenazas deben de condenarse siempre, vengan de donde vengan. La violencia y el odio no tienen color de partido, tienen color antidemocrático.
De otra naturaleza, pero no por ello menos condenable, ha sido el lamentable circo orquestado por la candidata de Vox y sus asesores, que los electores hemos tenido que soportar en el curso de un debate entre candidatos organizado por la Cadena SER. Monasterio ponía en duda la veracidad de los hechos que acabo de relatar (la recepción de cartas amenazantes con balas incluidas) y Pablo Iglesias, uno de sus receptores, abandonaba el estudio por considerar que no tenía que aguantar ni un minuto más actitudes fascistas y antidemocráticas.
Las reacciones contra el bochornoso y lamentable espectáculo ofrecido por Rocío Monasterio han sido prácticamente unánimes; una gran mayoría de medios de comunicación así como las redes sociales se han solidarizado con Iglesias y han cargado duramente contra lo que, a todas luces han calificado de un comportamiento claramente fascista. Es claro que Monasterio buscaba montar el 'show' y que lo ha conseguido. No estoy tan seguro de que el análisis deba ahora establecerse en términos acerca de si 'ganó el fascismo' -porque quien se marchó fue el ex-vicepresidente y la líder de Vox continuó en su silla- o triunfó Iglesias, dando una lección de dignidad y fue ese fascismo quien, con sus comportamientos, ha quedado desacreditado para muchos que, de buena fe, pudieran haber valorado el hecho de votar a Vox. En este punto es en el que ya se rompe la casi unánime condena de la opinión pública y comienzan las 'gradaciones' a la hora de establecer una conclusión, en función como siempre de la opción política de quien las exprese.
Desde luego, lo que no comparto, es la arremetida contra la moderadora del debate, Ángels Barceló, la cual, hiciese lo que hiciese, iba a salir malparada. Su papelón era tremendamente complicado y forzando una neutralidad que es sacrosanta para cualquier moderador, acompañó a Iglesias hasta la puerta del estudio, lo que para unos fue señal de sumisión ante el líder de Podemos y para otros una actitud insuficiente porque entendieron que, a quien había que haber expulsado era a Rocío Monasterio.
¡Qué país, tan complejo y tan difícil a veces de entender, no digamos ya de gobernar! Menudo papelón tuvo que acometer Barceló, porque el debate estuvo cuajado de muchas más provocaciones, como cuando la candidata del partido de Abascal recriminaba a Mónica García 'su cara de amargada’.
Les voy a dar, en este punto, una noticia buena y otra mala; poco de lo que se ve en esta puesta en escena es real. Mejor dicho, es real... pero no auténtico. Con este bochornoso espectáculo, en realidad, a lo que hemos asistido es a un sofisticado -aunque peligroso- juego de mercadotecnia política. Es ya obvio, a estas alturas, que los madrileños buscan la centralidad, la necesitan como el aire que respiran y así lo indican la lógica, el sentido común... y los 'trackings' diarios que están realizando todos los partidos y también los medios. Un ansia de normalidad que se verá reflejada, no me cabe duda, en los resultados que conoceremos en la noche del 4-M y que de momento se está haciendo notar en este trasvase de votos 'a chorros', tanto desde Vox hacia el PP como desde Podemos hacia Más Madrid y en medida algo menor hacia la seriedad y la sobriedad que ofrece Ángel Gabilondo.
Quienes más tienen que perder, en este 'tsunami' de cambio de preferencias por parte de unos madrileños hartos de crispación, son los dos extremos. Como ninguno de los dos quiere seguir dejándose jirones de apoyo, como si siguieran un guión perfectamente planificado, han endurecido sus posturas para que sus más acérrimos no sientan tampoco la tentación de elegir otras opciones... o quedarse en casa. Esto es particularmente visible en el caso de Vox, cuyos asesores saben bien que el PP lleva días apostando todo cuanto tiene encima de la mesa en la que esta partida de naipes se dirime a la carta del 'voto útil': 'Voten a Ayuso', repiten a los 4 vientos, desde las filas populares, para que no se 'disperse' el voto de la derecha, a la que tanto ha dañado -sigo repitiendo lo que no me cabe duda que forma parte de su argumentario básico- el fraccionamiento en dos , o en tres incluso, puesto que muchos consideraban a Ciudadanos de derechas y no de centro. Por lo tanto, algo de teatro ha habido y también mucho cálculo 'electoralista'.
La mala noticia es que, estos juegos de 'House of Cards', son extremadamente venenosos para una gran cantidad de ciudadanos a los que pareciera que algunos políticos no quisieran permitir esa búsqueda de la centralidad y la normalidad, lo mínimo exigible en una democracia plena como la española. Unos ciudadanos que no tienen por qué hilar tan fino en el análisis de lo que estos 'demiurgos' de la comunicación, de la estrategia y de la propaganda política y que pueden verse de nuevo arrastrados por el torbellino del odio que siembran determinados candidatos, como en este caso la señora Monasterio o los grupos que se empeñaran a apedrear los simpatizantes de Vox en Vallecas.
El resultado final es el triste espectáculo vivido en Vallecas en los últimos días de la precampaña, con gravísimos incidentes, lanzamiento de adoquines, varias decenas de heridos, policías nacionales incluidos, y un puñado de detenidos. Un hecho que no ha sido el único, aunque sí el más grave, por el momento, y que ha obligado al Ministerio de Interior y al ministro del Interior -a quien tanto insultan los 'haters' que añoran épocas pretéritas, incluso en lo que a enviar cartas sin remite se refiere- a reformar la seguridad de los actos de Vox, tanto con agentes de información (la antigua policía secreta) como con unidades especiales de intervención.
En democracia es admisible casi todo, siempre que se exprese con el debido respeto a la ley y a las más elementales reglas de convivencia en paz y en libertad. Unas normas que se dieron a sí mismos los españoles en 1978, enterrando bajo una losa de granito de varias toneladas una dictadura fascista que tantas muertes y tanto sufrimiento ocasionó y que hoy algunos parecen añorar; son pocos aún, pero peligrosos. Ansían volver a una España en blanco y negro que una gran mayoría de ciudadanos españoles, independientemente de sus lógicas modulaciones políticas, ni queremos ni vamos a permitir.
Consecuencia inmediata del bochornoso ‘show’ montado en la SER ha sido la cancelación de los debates electorales entre los candidatos a las elecciones autonómicas madrileñas en la Sexta y Televisión Española. Una vez más han perdido los ciudadanos madrileños que tendrán dos posibilidades menos de ver debatir sus candidatos sobre los programas electorales. ¿Habrán ganado los ‘bufones’ que creen ganar votos echando gasolina con sus palabras o enviando cartas y balas? Lo veremos el 4 de mayo. Mientras tanto los verdaderos demócratas a defender nuestra democracia de los que quieren destrozarla.
En las últimas horas, una sucesión de hechos, algunos de ellos muy graves, han venido a alterar la ya bastante anormal y convulsa campaña electoral madrileña. Pretendo a lo largo del siguiente artículo, además de hacer un llamamiento a la calma a todos cuantos deberían ser un ejemplo de responsabilidad y templanza ante la ciudadanía, demostrar que no todo vale en la estrategia y la mercadotecnia preelectoral. Los excesos, en la propaganda y en el lenguaje, pueden acabar llegando a provocar situaciones que esperemos no tener que llegar algún día a lamentar.
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