Si las cosas no cambian de aquí al martes que viene, el Partido Socialista va a tener que encajar una derrota histórica que va a incluir la pérdida de nueve y puede que hasta 10 escaños de los 37 que tenía hasta ahora. Y esto tiene un responsable directo que, por lo que se ha visto estos días y lo que se va a ver la noche del 4 de mayo, ha alcanzado ya su nivel de incompetencia: Iván Redondo.
Esto lo dijo don José Ortega y Gasset en 1910, mucho antes, por lo tanto, de que Laurent J. Peter lo repitiera en 1969 y se hiciera famoso por la publicación de su libro El Principio de Peter, en el que exponía lo que el filósofo español había formulado casi 60 años antes: "Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes".
Y esto es lo que le ha pasado al todopoderoso consultor político y estratega clave de los movimientos de Pedro Sánchez, asesor del presidente en política económica, seguridad nacional, comunicación y coordinador de sus actividades y agenda; director de Gabinete de la presidencia del Gobierno; jefe de la Secretaría General de la presidencia; primer secretario de Estado; secretario del Consejo de Seguridad Nacional; creador de la Oficina Nacional de prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo; Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil y unos cuanto cargos más.
Al lado siempre de Pedro Sánchez, que no mueve un solo dedo sin consultar con él, Iván Redondo ha tenido hasta ahora una historia de éxitos que han beneficiado muy mucho a su asesorado, empezando por la presentación de la moción de censura contra Mariano Rajoy, que le abrió a Sánchez el camino a la presidencia del Gobierno.
Pero parece que su estrella se está apagando porque está encadenando una serie de errores consecutivos que pueden llegar a hacer pagar al actual presidente un precio muy alto.
La primera equivocación relevante fue su cálculo para sacar al PP de sus centros de poder autonómico en los que existiera la más mínima posibilidad de salir vencedor de la operación. Y decidió empezar por Murcia, una plaza pequeña y que esperaba manejable con la ayuda de una lince de la estrategia política, es un decir, como es Inés Arrimadas.
Sorprendentemente para una inteligencia tan aguda como la suya, el señor Redondo no calculó las probabilidades de éxito o de fracaso de la operación ni tampoco las consecuencias que ese movimiento suyo, saliera adelante o no, podría tener sobre la vida política nacional, cosa inexplicable.
La estrella de Redondo se está apagando porque está encadenando una serie de errores que pueden llegar a hacer pagar a Sánchez un precio muy alto"
Y, efectivamente, la operación Murcia, mal planteada y llevada a cabo con urgencias y torpemente, salió mal y provocó un seísmo en el país que tuvo como consecuencia inmediata la convocatoria de elecciones anticipadas en Madrid, cosa que asombrosamente el señor Redondo no había previsto, además de un segundo intento de repetir la jugada fallida de Murcia en Castilla y León, que también se saldó con un fracaso.
En el tablero quedaban, pues, dos piezas perdidas por el jugador del Gobierno y una batalla abierta nada menos que en la Comunidad de Madrid para la que no tenía preparadas sus armas.
Improvisando de mala manera, intentó embaucar a varios políticos relevantes, miembros del Gobierno que le dieron calabazas, así que no tuvo más remedio que engancharse al candidato que tenía más a mano, Ángel Gabilondo, que se estaba preparando por entonces para ocupar el puesto de Defensor del Pueblo, un cargo que le venía como hecho a medida para su personalidad ecuánime y reflexiva.
"Nada, a salir a pelear, que tenemos que ganar estas elecciones cuya convocatoria hemos provocado nosotros aunque vayamos a negar de todas las maneras posibles que hubiéramos tenido jamás la intención de repetir en Madrid lo perpetrado en Murcia y en Castilla y León", debió de pensar el protoasesor.
Y allá que va el señor Gabilondo a encabezar una campaña que el gurú de La Moncloa le había dibujado con un pincel fino: la campaña del "Feo, soso y formal", que fue como se presentó y se tituló su primer vídeo electoral. Lo que Redondo buscaba era una versión contemporánea del viejo profesor que tanto éxito le supuso al PSOE con Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid en los años 80.
Y como en esa dimensión de profesor reflexivo, culto y moderado no podía caber un agitador como el vicepresidente Pablo Iglesias, que había decidido abandonar el Gobierno para intentar salvar de la desaparición en la vida política madrileña a su partido, Podemos, que corría el riesgo cierto de no alcanzar el 5% mínimo de votos emitidos exigidos para tener representación en la Asamblea de Madrid, a Ángel Gabilondo se le obligó a pronunciar una frase ridícula que no había quien la sostuviera: "Con este Pablo Iglesias, no".
Lo que significaba que no pactaría un posible gobierno de Madrid con un Pablo Iglesias del que por lo visto había varias versiones disponibles y él se inclinaba por elegir una más moderada aunque totalmente desconocida para la opinión pública española.
Desde ese momento, el señor Gabilondo empezó a caminar por un terreno pantanoso ante la chirigota de quien consideraba insostenible ese compromiso forzado del candidato socialista que por entonces aún podía sostener que "me intranquilizaría que alguien, en un planteamiento extremista y radical, formara parte del Gobierno". Gabilondo prefería por entonces pactar con otras fuerzas su tan hipotético como improbable gabinete: "Lo haría con Ciudadanos y con Más Madrid", declaró el 22 de marzo pasado.
Pero los sondeos no estaban registrando una subida de los apoyos al PSOE, sino un incremento continuado de las opciones de la presidenta Isabel Díaz Ayuso, una mejora leve pero constante de Más Madrid y una ligera subida de Podemos, que al menos le garantizaba a ese partido el no quedar fuera de la Asamblea. Mientras tanto, en Ferraz contemplaban estupefactos y sumamente irritados cómo el partido había sido apartado de la estrategia de la campaña que había quedado en las manos exclusivas de Iván Redondo y su equipo de la presidencia del Gobierno.
Cuando comprendió que con eso no se podían ganar las elecciones, que el candidato "soso, serio y formal" no tiraba hacia arriba ni siquiera contando con la implicación total del propio Pedro Sánchez, que había aceptado su consejo de entrar en la batalla electoral como si el cabeza de lista en estas elecciones y adversario directo de Isabel Díaz Ayuso fuera él, el propio presidente del Gobierno, Redondo tuvo claro que, si seguían así, la derrota estaba asegurada.
Cambio de planes. De pronto, el presidente sale de la escena y es evidente que lo hace porque no está nada clara la victoria y corre el riesgo de acabar pagando personalmente los platos rotos de la estrategia diseñada por el gurú presidencial. Y, de pronto también, el profesor de Metafísica se arranca el 20 de abril, en el único debate previsto con todos los candidatos, con una apelación dramática a su hasta entonces no deseado compañero de viaje: "Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones".
Estupor general. La estrategia de Redondo había dado un vuelco sobre la marcha. En consecuencia, y a partir de aquel momento, Gabilondo ya querría batallar hombro con hombro con aquel que un mes antes encarnaba los planteamientos extremistas y radicales que al socialista le desagradaban tanto y a quien no deseaba de ningún modo tener en su gobierno.
Y no es que el líder de Podemos se hubiera apaciguado ni que hubiera aparecido ese "otro" Iglesias, uno nuevo, con el que sí se podía pactar. Es sencillamente que el señor Redondo había decidido cambiar de un día para otro el mensaje del candidato.
Sánchez sale de la escena y lo hace porque no está clara la victoria y no se trata de que vaya a acabar pagando los platos rotos de la estrategia diseñada por el gurú presidencial"
Ahora ya no sería el profesor "soso serio y formal" sino un activista de izquierdas que caminaría gustoso hombro con hombro con el ex vicepresidente para reeditar la fórmula que, como todo el mundo sabe, tantos y tan excelentes resultados había dado en el Gobierno de España. Nada, pequeñeces, meros matices sin importancia. Ahora ya no vamos a la moderación sino en busca de una versión autonómica del pacto PSOE- Podemos que rige en La Moncloa.
Y en éstas aparecen las balas enviadas al ministro del Interior, a la directora de la Guardia Civil y al líder de Podemos. En el transcurso de un debate en la cadena SER, la candidata de Vox, Rocío Monasterio, se resiste a condenar el ataque antidemocrático sufrido por Iglesias y sólo hace una condena genérica amparándose en que el líder del partido morado no había condenado los ataques recibidos por los miembros de Vox durante su presentación en un acto en Vallecas.
"Ésta es la ocasión", debió de pensar Iglesias. A partir de ahora voy a provocar que la campaña cambie de signo. De aquí en adelante se basará en una defensa de la democracia frente al fascismo. En ese campo la convocatoria a los votantes de izquierdas tendrá una segura respuesta masiva, se dijo. Podemos crecerá en votos y en escaños de manera exponencial, pasará por delante de Más Madrid y entrará con una posición de fuerza en el gobierno progresista de Gabilondo. Y si con eso no fuera bastante, involucro también al Rey, a ver si así da resultado la maniobra.
Llegados a este punto hay que decir que amenazas de este tipo contra líderes políticos de todos los signos se han producido con una amplia frecuencia en nuestro país. Por señalar al sector de la derecha yo recuerdo a bote pronto el envío de balas a Rita Barberá y a Javier Arenas. Pero la diferencia es que ninguno de ellos -ya digo que de distintos planteamientos y distinta ideología- ha aireado su recepción porque, siguiendo las recomendaciones de las fuerzas de seguridad, han dejado que la investigación sobre la autoría de ese delito siguiera su curso mientras se evitaba al mismo tiempo provocar un fenómeno de emulación.
Y ayer tuvimos la confirmación de lo que digo: unas cartas con balas dirigidas contra Isabel Díaz Ayuso y de nuevo contra María Gámez, directora general de la Guardia Civil, se han interceptado en Barcelona y en Madrid. Con ser lamentables estos hechos, que lo son en todos los términos posibles, no es conveniente airearlos porque producen lo que ya se está viendo. Por eso la presidenta de Madrid ha tenido la reacción adecuada: "La gente que hace estos envíos busca su minuto de gloria y que estemos hablando de ellos, y no les voy a dar el gusto. Serenidad y desprecio y así se acaba".
Nunca que yo recuerde un episodio como éste había sido utilizado como argumento electoral y nunca hasta ahora había cambiado el planteamiento de una campaña. Pero lo llamativo de lo ocurrido en esta ocasión es que ha sido Pablo Iglesias quien se ha alzado con la dirección de la nueva estrategia electoral mientras Iván Redondo se ha limitado a hacer seguidismo del líder de Podemos y ha obligado a todos los socialistas a recorrer la senda marcada por él.
De tal manera que el PSOE ha incorporado el planteamiento completo de Iglesias y lo ha hecho suyo. Hasta el punto de que todos los ministros, empezando por el presidente Sánchez, que ha vuelto a aparecer en los actos del PSOE para asumir los nuevos mensajes de "democracia frente a fascismo", todos los ministros han emprendido una ofensiva contra Vox acusando a este partido de ser el responsable indirecto de estos envíos amenazantes y, sobre todo -porque es el objetivo último de esta estrategia- conminando a la presidenta Ayuso a que se comprometa públicamente a no pactar con Monasterio.
Adriana Lastra representa lo que nunca se debe hacer en estos casos: anunciar a voz en cuello la amenaza recibida por la ministra Reyes Maroto de un sobre con una navaja manchada aparentemente de sangre para a continuación gritar contra el "fascismo" encarnado en el partido de Santiago Abascal al que culpa de estos envíos amenazantes: "¡Al fascismo: No vais a pasar, no vais a pasar! ¡Esto va de democracia!"
También Ángel Gabilondo, el candidato del PSOE, hasta entonces con un discurso moderado, cambió el tono por completo y asumió el cambio a pesar de que la Policía había informado ya de que el remitente de la carta a la ministra Maroto era un hombre diagnosticado de esquizofrenia: “Se acabó la campaña tal como la conocíamos. Debemos cerrar el paso a la ultraderecha por Madrid y por la democracia" dice el candidato del PSOE. "Hago un llamamiento a los progresistas. ¡Estamos ante una emergencia democrática! ¡Contra la ultraderecha, el pueblo de Madrid! ¡Contra el Gobierno de Colon, nuestra libertad!".
Y, sin embargo, el giro estratégico decidido por Iglesias y secundado por un Iván Redondo -autor del diseño del nuevo mensaje socialista- que parece haber perdido por completo el control de la campaña, no está dando por el momento los resultados buscados por los partidos de la izquierda. Los sondeos registran muy pocos movimientos entre bloques pero se aprecia una subida de la candidata de Más Madrid, Mónica García, en detrimento del candidato socialista.
Pero ahora, con la noticia de que también Díaz Ayuso es víctima de este tipo de amenazas el argumentario de la izquierda va a perder inevitablemente virulencia porque ya están todos, izquierda y derecha, bajo la misma amenaza. Y no será posible que alguien diga que no cree en la veracidad de lo sucedido contra la presidenta madrileña porque precisamente ese descreimiento de la candidata de Vox fue lo que desató la ira del líder de Podemos y su nuevo planteamiento electoral "democracia frente al fascismo".
El PSOE se encuentra así ante la posibilidad de obtener el peor resultado de su historia en la Comunidad de Madrid tras una campaña cambiante e inexplicablemente contradictoria diseñada por Redondo que ha llevado al partido no solamente a no ganar apoyos sino a perderlos en favor de las otras dos izquierdas. Muchas explicaciones tendrá que dar el 5 de mayo el gran factótum de La Moncloa porque nadie duda de que él y sólo él será el autor y el responsable de semejante fracaso.
Qué razón tenía Ortega.
Si las cosas no cambian de aquí al martes que viene, el Partido Socialista va a tener que encajar una derrota histórica que va a incluir la pérdida de nueve y puede que hasta 10 escaños de los 37 que tenía hasta ahora. Y esto tiene un responsable directo que, por lo que se ha visto estos días y lo que se va a ver la noche del 4 de mayo, ha alcanzado ya su nivel de incompetencia: Iván Redondo.
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