Al otro lado del móvil solamente podía escuchar silencio. Acababa de ocurrir. Los compañeros de los medios cubrían como podían los escasos datos que iban saltando por agencias. Yo, que la llamaba inocentemente para otra cosa, encontré al otro lado a un ser tocado por esa mano fría que nunca quieres que te alcance. Mi interlocutora había estado haciendo planes con David Beirain hacía poco, ya que habían trabajado juntos en alguna ocasión. Ahora esos documentos de office están malditos y jamás verán la luz. Esa luz que algunos locos muy cuerdos quieren llevar a los rincones más sórdidos de este planeta que nosotros, inconscientes de casi todo, habitamos.
El siempre exigente Mark Knopfler escribió este tema en plena guerra de las Malvinas, y la fue a grabar en Montserrat
Dicen que en los funerales militares, al calor del supuesto honor de la misma muerte, pero con bandera, hay una canción que suele repetirse en los últimos 35 años. Una que habla de las últimas visiones de alguien que deja en pleno campo de batalla la vida de los humanos mirando hacia atrás y viendo a todos como hermanos, enemigos incluidos.
El siempre exigente Mark Knopfler escribió este tema en plena guerra de las Malvinas, y la fue a grabar en Montserrat. No, no en el macizo catalán, sino en la colonia inglesa del Caribe. Fue uno de los primeros discos que usaron, ya en los 80, un sistema de grabación completamente digital. El guitarrista y líder de Dire Straits es un sibarita de la tecnología aplicada al sonido. 30 millones de discos vendidos en aquella época bien valían la inversión. El vídeo, una grandísima obra de arte, tuvo su Grammy por ser el mejor de 1986.
El dibujo a lápiz en blanco y negro de una escena surgida de las últimas pesadillas de quien muere en un campo de batalla conmovió a todos en aquellos felices años de sueño americano y palomitas en el cine viendo alguna supercomedia de Hollywood.
Pero el campo de batalla esta vez es tan oscuro, cruel, e indecente, que hace especialmente complicado poder ver al otro, al que asesina a traición, como hermano. Y menos, de armas, cuando la tuya es una cámara.
Los fondos fueron para paliar los efectos del estrés post traumático de los que vieron de cerca la muerte
Fue precioso que la catedral del pop, Abbey Road, acogiera y grabara de nuevo esta pieza única en 2007, con motivo del 25 aniversario de ese inexcusable conflicto que solamente dejó titulares de prensa y varios centenares de vidas derramadas casi por accidente. Los fondos fueron para paliar los efectos del estrés post traumático de los que vieron de cerca la muerte.
La letra dice:
Ahora el sol se ha ido al infierno
Y la luna está en lo alto
Deja que me despida
Todo hombre tiene que morir.
Sí, pero nunca así.
Va por ellos, y por todos los que arriesgan su vida para que los demás sepamos más de lo que nos rodea cuando vivimos la nuestra.
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