"Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, allá donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de Madrid.”
Permítanme que me apoye en esta maravillosa letra de Joaquín Sabina, versionada por el inolvidable Antonio Flores, para comenzar esta pieza, que hoy pretendo que sea un poco más personal de lo habitual. He decidido que así fuera porque, en vísperas de unas elecciones en las que los madrileños, también el resto de los españoles, nos jugamos mucho, me apetece rendir un merecido homenaje a la ciudad y a la Comunidad a la que todo le debo y en la que he sido y me sigo sintiendo el hombre más feliz y afortunado del mundo.
'Madrid, Madrid, Madrid…'
Son legión los poetas, novelistas, cantautores, cineastas o filósofos que lo han definido. Quién no conoce este inmortal chotis de Agustín Lara: En México se piensa mucho en ti. Sin embargo, pocos han dado con su auténtica esencia: Madrid, la ciudad en la que nadie es forastero. O Madrid, como rompeolas de todas las Españas, tal como dejó escrito don Antonio Machado.
Menos mal que Madrid lo aguanta todo, porque no es todas las capitales, en España o en Europa, ni todas las comunidades, regiones, condados, landers, según los distintos países, los sufridos votantes hubieran soportado una campaña electoral tan crispada, tan polarizada, tan áspera y sobre todo tan injusta para una ciudadanía que no merecía el bochornoso espectáculo que le han dedicado sus políticos, desde un extremo hasta el opuesto del arco ideológico.
Madrid nunca dejará de ser para mí la ciudad, y por extensión la comunidad, que me acogió con los brazos abiertos desde el primer día que puse mis pies en ella, hace ya 29 años, y de la que no me iré jamás porque me ha dado más de lo que nunca hubiera imaginado... mucho más de lo que me hubiera atrevido a pedirle.
En este gran poblachón manchego, se encuentra casi todo lo que más quiero y necesito: mis seres queridos, parte ya de mi familia, mis mejores amigos, mis socios profesionales... y también mis rincones preferidos y jirones de mi piel y de mis sueños en cada esquina de ese centro en el que vivo, y que recorro aún con la misma pasión que cuando me instalé en él. Suelo relatar que mi infancia discurrió muy lejos de aquí: en un humilde pueblito del sur de Italia, en el que nací y crecí. Mi tenacidad y mi afán de superación me llevaron, primero a estudiar Derecho becado, y más tarde, a tener la oportunidad de trabajar en la ciudad de Milán, capital del próspero norte de mi propio país, en la que siempre me sentí más extranjero que en la capital de España.
'Aires de libertad'. 'Mírala, mírala, mírala, mírala'.
Su aroma, no solamente el físico, me impregnó desde el primer día. Sus Aires de libertad, como cantaban Víctor Manuel y Ana Belén en su gran éxito La Puerta de Alcalá. Para alguien como yo, que venía de un país menos libre en muchos aspectos, resultaba un sueño caminar por la calle tranquilamente, saludando a sus gentes y cogido de la mano de mi pareja sin ser molestado o siquiera reconvenido con indiscretas y estúpidas miradas por mi orientación sexual. Todo aquello, que tuvo su culminación durante los primeros años de Presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, con su reconocimiento legal de las uniones entre parejas del mismo sexo, ha vuelto hoy a cobrar relevancia a raíz de una desgracia. Una terrible pandemia y una horrible crisis económica que ha arruinado la hacienda y los sueños de cientos de miles de familias de autónomos, pequeños comerciantes, hosteleros, taxistas... gentes humildes o de clase media que, con el confinamiento inicial, lo perdieron todo al verse privados de poder seguir saliendo a la calle a procurarse el sustento diario.
¿Efecto ‘imán’?
Las decisiones del gobierno de la Comunidad de mantener la hostelería abierta, y que han sido objeto de controversia política en los últimos meses -sobre todo en esta vergonzosa campaña electoral- no solo en España sino también fuera de ella, han diferenciado a Madrid y parecen haber funcionado, en cierto modo, como un imán para atraer a extranjeros de todas partes y a visitantes del resto de España. La bronca política que hemos tenido que soportar, increíblemente, no parece haber tenido un excesivo eco en los medios internacionales. Al menos no hasta el punto de llegar a taponar esas visitas. Madrid ha constituido un cierto referente, al menos para algunos, porque ponen en duda que se haya logrado una mayor contención del virus allá donde todo estaba cerrado a cal y canto.
Una ciudad ‘friendly’
Madrid sigue siendo, nunca ha dejado de serlo, una ciudad que cotiza al alza. Existe una evidente europeización y globalización de esta maravillosa ciudad, capital a veces y gran poblachón -expresado en términos cariñosos- en otras; ¿Puede esto haberle hecho perder frescura? Tal vez.
Personalmente, sigo adorando esa pervivencia de los barrios, sobre todo en la almendra de la capital, por cuyas callejas, tiendas o tascas aún, lo confieso, me apasiona perderme. Chueca, Lavapiés, Malasaña y tantos más. No debo ser el único italiano al que le ocurre esto puesto que no ha dejado de multiplicarse el número de mis compatriotas que viven y trabajan aquí.
Tal vez porque nos gusta el Metro, con el que, a diferencia de en nuestro país, podemos llegar incluso al aeropuerto… y tal vez porque nos gustan sus museos, el Thyssen o el Prado, sus parques y jardines como el del Retiro o los de Sabatini, su Palacio Real, o su Cava Baja y su Plaza Mayor, sin olvidarnos de disfrutar de un aperitivo en el Mercado de San Miguel o de San Antón. Nada en este último año, ni la maldita pandemia, ha conseguido alterar esto.
Madrid: un ‘personaje’ con alma propia
Escritores ha habido a centenares que le han dedicado magníficas obras, como Antonio Gómez Rufo, autor de Madrid. La Novela, y que han captado un aspecto nuclear: cualquiera que diga que ‘Madrid carece de relato’… ‘comete una agresión a esta ciudad’. Dicho en términos más llanos, cada vez que alguien afirma que ‘ser de Madrid es como no ser de ningún sitio’, o es un ignorante o alberga mala intención. Para Gómez Rufo, "Madrid es un personaje literario. El más complicado que he encontrado a la hora de trabajar cualquier novela. La naturaleza o la estructura de esta ciudad es fácil: se puede escribir, hacer un plano o dibujar; pero el concepto de ciudad es extremadamente complejo".
Dicho todo esto, debo advertir también que no me gustan nada los que, poniéndose a la altura de algunas críticas, provenientes sobre todo de nacionalistas identitarios, abogan por una suerte de madrileñismo nacionalista… o quieren convertirla en una ciudad enfrentada al resto de España.
Una campaña que los madrileños no merecían
Me gustaría ir terminando y citar de nuevo a Antonio Gómez Rufo:
"La grandeza de esta ciudad es que, vengas de donde vengas, te permite ser madrileño en cuanto está aquí". Esto, amigos míos, es algo tan grande que no puede por menos que hacernos sentir orgullosos a todos cuantos somos y nos sentimos madrileños. Por eso me ha dolido especialmente el RUIDO ensordecedor que ha rodeado el debate político y la campaña a estas elecciones del 4 de mayo en las últimas semanas: los madrileños NO MERECÍAN ESTO. Más aún, habida cuenta de que las descalificaciones, los gritos, los insultos, la crispación, la polarización en bloques cada vez más antagónicos, e incluso los incidentes, no parecen que hayan tenido mayor efecto práctico en modificar la que parece va a ser la proporción de fuerzas, finalmente, en la Asamblea de Madrid. Amenazas a Iglesias en Coslada, adoquines contra Vox en Vallecas mostrados luego provocativamente en el Congreso, debates subidos de tono con imprecaciones personales… patético.
Quiero tanto a Madrid y a los madrileños, como creo haber acreditado en esta pieza, que no puedo por menos de expresar mi rechazo más enérgico a este innecesario circo político. Hago mía una frase de Ángel Gabilondo, tras el bochornoso espectáculo de la candidata de Vox en el debate de la Cadena Ser, Rocío Monasterio, increpando al candidato de Podemos, Pablo Iglesias, que abandonó inmediatamente el estudio, sin que nadie lo entienda como una toma de partido. Dijo el mesurado profesor: "¿Podemos hablar?". Mucho me temo que, con tanto ruido y griterío, la democracia tendrá cada vez un espacio menor, a menos que los que aún creemos en ella nos pongamos inmediatamente manos a la obra.
¡Viva Madrid!
"Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, allá donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de Madrid.”
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