En algunos sitios, por ejemplo el Madrid de garbanzos regios, de cocidos de tres vuelcos como partes de una faena torera, puede que se tenga que cerrar el interior de los bares cuando ya va todo mejor, o quizá precisamente porque todo va mejor. El Gobierno va al revés que el bicho, o es que no mira el bicho sino el libertinaje del cucharón, del plato hondo con naufragio de pastores en el fondo de fideos, o del torrezno más ideológico que antiecológico. Sí, quizá es por el libertinaje del camarero que no es bastante de izquierdas, o de la caña afontanada que rebosa versallescamente a la gloria de Ayuso, que ya está entre María Antonieta con berberechos y novia de Gambrinus. O es esto, o habrá que concluir que lo que anda abriendo y cerrando los bares y las calles no es un Gobierno sino la corriente.
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