La reelección de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid para los próximos dos años asienta la culminación de ese tsunami político que supusieron los resultados de las urnas madrileñas del pasado 4 de mayo. Se abre ahora el tiempo de trabajar y empezar a poner en práctica todo lo prometido en campaña, pero también el de ir comprobando cuáles son las réplicas reales, más allá de las previsibles, de este terremoto que podría amenazar con turbar la paz, no solo un Pedro Sánchez que está firmemente decidido a apurar hasta el final la legislatura de la mano de la recuperación económica prevista a partir de septiembre, sino también de Pablo Casado, que quiere ver en Díaz Ayuso una aliada que ilumine su futuro camino a La Moncloa y no una hipotética competidora en el futuro.
Un fenómeno único
No descubro ningún secreto si digo que el gran mérito de Isabel Díaz Ayuso es el de haber conseguido, en un segmento temporal relativamente breve, la consolidación de una marca personal única y diferenciada, no solo con respecto a todos los líderes políticos de la izquierda sino frente a los principales ‘barones’ territoriales y dirigentes nacionales de su partido. La consecución de esa personalidad propia -algo mucho más difícil de lo que parece en términos políticos- es la clave primordial de su éxito. Hasta tal punto esto ha sido así que en Madrid hay gentes de izquierdas que en las pasadas elecciones del 4 de mayo han votado a Díaz Ayuso, lo que no es sinónimo obviamente de haber votado al PP de Madrid si el candidato o la candidata hubiera sido otro u otra.
Esta gran clave de éxito de la reelegida presidenta es también su principal reto en el futuro inmediato: conseguir retener esa confianza de un votante que, de forma natural, no es suyo. Así lo ha reconocido en varias ocasiones la interesada, haciendo gala de un fino olfato político: "Soy consciente de que parte de mis apoyos electorales son votos prestados", ha dicho ya públicamente Ayuso. Tal vez por eso, su programa político, esbozado en su discurso de investidura, haya mostrado una amplitud y una transversalidad como pocas veces he visto en ningún otro candidato.
Un discurso de amplio calado
Nadie esperaría del avance de gestión presentado en su discurso de Investidura por la presidenta de la Comunidad de Madrid para sus próximos dos años de mandato algo diferente de un firme compromiso de rebajas fiscales generalizadas o de promesas de ayudas para los sectores más azotados por la crisis, trufadas de una previsible autocomplacencia por los éxitos obtenidos en materia sanitaria en la lucha contra la pandemia. Tal vez hayan sorprendido algo más los compromisos de lideresa madrileña con un Madrid más verde y sostenible, pero dentro del respeto a la libertad individual de las personas a las que no impondrán -literal- ‘qué se debe comer y qué no’.
La gran clave de éxito de la reelegida presidenta es también su principal reto en el futuro inmediato: conseguir retener esa confianza de un votante que, de forma natural, no es suyo"
El guiño a esos electores de izquierdas que han optado por la ‘seguridad de gestión’ que les ha brindado la marca electoral de Ayuso es evidente. En un movimiento inteligente, que los asesores políticos tratamos siempre de inculcar en la cabeza de los líderes a los que aconsejamos y en la de los asesores que elaboran sus programas y argumentarios, Isabel Díaz Ayuso ha tratado de quitarse en parte la pátina ‘derechista’ que muchos pueden seguir viendo en ella para escorarse hacia un centro moderno e incluso progresista, sin perder sus esencias liberales. Medidas típicamente progresistas, como un ‘cheque bebé’ de 500 euros ‘a la madrileña’ -la última vez que se implantó en España una medida similar fue con José Luis Rodríguez Zapatero en 2007- han colocado a la izquierda en la difícil tesitura de tener que disparar dialécticamente contra ayudas sociales que les son propias. Les queda el margen de la crítica por el flanco de la obligatoriedad de residir en Madrid que se exige a las madres desde hace más de diez años, lo que excluye de tales ayudas a las mujeres llegadas hace menos tiempo o a las inmigrantes, pero el daño a la línea de flotación del discurso más social y progresista ya está hecho.
Sin duda es un buen terreno parlamentario para que Mónica García y Hana Jalloul, líderes de Más Madrid y del grupo socialista en la Asamblea, respectivamente, inicien una labor de oposición sería, eficaz, firme y constructiva. Ambas han demostrado ya sobradamente su solvencia y estoy seguro de que no se lo pondrán nada fácil a Isabel Díaz Ayuso. Es la conclusión que extraigo tras las dos jornadas parlamentarias consumidas para la Investidura de la ya presidenta -cuando lean estas líneas- a todos los efectos.
¿Qué estos guiños sociales de Ayuso suponen un equilibrio imposible? Lo iremos viendo. Difícil es, sin duda alguna, pero imposible es un término que hace años que me prohibí en política, visto lo visto en estos últimos seis o siete vertiginosos años en España y en el mundo.
‘Agustina de Madrid’ contra Pedro Sánchez y la ‘madrileñofobia’
Quien aún niegue o no tenga claro del todo que Isabel Díaz Ayuso ha sacado petróleo de su enfrentamiento con Pedro Sánchez ha estado fuera de Madrid en los últimos meses o ha visto otra película. A la vista está. Hace aún menos de un año, pero parece ya un siglo, que la fotogenia política nos regaló aquella irreal imagen de un Sánchez y una Ayuso charlando en alegre sintonía de gestión, desde la discrepancia ideológica, pero con el objetivo común -así lo creímos- de la responsabilidad pública acerca de sacar adelante a una ciudadanía que daba las boqueadas en lo peor de la crisis. Todo aquello se esfumó como por ensalmo, en pocas semanas. Qué digo… ¡en pocos días!
Por supuesto que ni abundaré ni un segundo en la especie que ha germinado en los últimos meses en parte de los tentáculos sociales, políticos y mediáticos de la derecha madrileña más extrema. Todo un desarrollo propagandístico acerca de la presunta saña con la que el presidente del Gobierno y su equipo habrían castigado a los madrileños durante la pandemia, por el mero hecho de pertenecer a una comunidad en la que la izquierda no gobierna desde hace 26 años. No lo haré porque no lo creo así y porque en mi opinión la tesis es, sencillamente, absurda, pero no negaré que ha sido eficaz como herramienta electoral, una más, de Díaz Ayuso frente a sus adversarios. Las continuas andanadas de la presidenta madrileña contra un modelo de gestión al que tilda de "fracasado" y responsable de haber "sumido al país en una profunda depresión" dirigiendo "todo el Estado en beneficio de un solo partido, creyéndose impune y eterno", han calado, ¡y de qué forma!, en una porción muy relevante del electorado madrileño. No sé si esto debiera suponer un mayor motivo de inquietud para Pedro Sánchez o para Pablo Casado puesto que este discurso tan duro contra el jefe del Gobierno debiera suponerse privativo del líder de la oposición, del presidente Nacional del PP, pero lo cierto es que a Isabel Díaz Ayuso le ha resultado enormemente eficaz y no parece, desde luego, que vaya a apearse de él.
La presidenta madrileña ha tenido el talento político de aprovechar su puesto de máxima responsable de la gestión sobre las vidas y haciendas de los ciudadanos de esta comunidad para enarbolar la ‘bandera de la resistencia’, cual 'Agustina de Aragón a la madrileña', contra quien desde Moncloa sería, siempre según este relato, responsable de las desgracias sanitarias y económicas de cientos de miles de familias que viven en esta comunidad. ¿Simplista? Puede ser… pero demoledoramente eficaz, como se ha demostrado. Si la política es, en una gran parte, la eficacia en el relato, esto es un perfecto ejemplo de ello. Esta clave explica además el que Díaz Ayuso haya robado la merienda a Rocío Monasterio, que ha visto con frustración el estancamiento de sus expectativas electorales sumando tan solo un escaño más -en circunstancias que debieran haberle sido mucho más favorables- y asistiendo con impotencia a cómo cientos de miles de votos que podría haber recibido Vox se han ido del lado del PP. Nueva evidencia de cómo Isabel Díaz Ayuso ha ido acaparando votos, tanto por el centro izquierda… como por la derecha extrema. Tengo también curiosidad, dicho sea en esta parte de mi artículo, por observar las evoluciones parlamentarias de la cabeza visible de Vox en Madrid. Sus propuestas para reducir a la mitad el número de parlamentarios en la Asamblea o para el cierre de Telemadrid, que se han recrudecido de nuevo en las últimas semanas, me hacen presagiar no pocas jornadas de ruido parlamentario en los próximos meses por parte de Rocío Monasterio… ya se verá con qué éxito.
El futuro empieza hoy
Arranca la segunda parte del ‘Ayusazo’ que comenzó hace exactamente dos años, con la diferencia de que ahora, la lideresa dispone de unos poderes casi plenipotenciarios con 65 escaños frente a los 30 que tenía, a tan solo 4 escaños de una mayoría absoluta que Rocío Monasterio no se atreverá a entorpecer. Lo hará con medidas efectistas, como esa reducción de Consejerías a tan solo nueve y ninguna Vicepresidencia, que ha aprovechado ya propagandísticamente para generar un nuevo frente de comparación con los 23 Ministerios de Pedro Sánchez y sus 4 Vicepresidencias, en plena crisis económica. Dicho lo cual, se acabó el tiempo de la propaganda política y comienza lo más duro de la etapa, como en las grandes carreras ciclistas: el gobierno del día a día de la postpandemia en la Comunidad de Madrid en el que no lo va a tener nada fácil, comprobado ya tras las dos jornadas parlamentarias consumidas que la oposición e izquierdas se lo va a poner muy difícil a la presidenta. Isabel Díaz Ayuso debe ahora demostrar que el éxito en la construcción de su relato electoral, que la ha llevado a ser la ‘baronesa’ popular con más poder después de Núñez-Feijóo tiene su necesaria prolongación en decisiones justas, atinadas y en la medida de lo posible consensuadas con la oposición para que no la acusen de lo mismo que ella reprocha a Pedro Sánchez, que redunden en progreso para todos los madrileños. Como ciudadano que vive y trabaja en esta comunidad desde hace ya casi tres décadas, deseo suerte a la reelegida presidenta, así como a doña Mónica García y a Hana Jalloul en su labor de portavoces de los grupos mayoritarios de la oposición, porque será la de todos.
La reelección de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid para los próximos dos años asienta la culminación de ese tsunami político que supusieron los resultados de las urnas madrileñas del pasado 4 de mayo. Se abre ahora el tiempo de trabajar y empezar a poner en práctica todo lo prometido en campaña, pero también el de ir comprobando cuáles son las réplicas reales, más allá de las previsibles, de este terremoto que podría amenazar con turbar la paz, no solo un Pedro Sánchez que está firmemente decidido a apurar hasta el final la legislatura de la mano de la recuperación económica prevista a partir de septiembre, sino también de Pablo Casado, que quiere ver en Díaz Ayuso una aliada que ilumine su futuro camino a La Moncloa y no una hipotética competidora en el futuro.
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