La concordia de uno solo, cojitranca y escocida, clueca y gacha, que defendió Sánchez ante un público de candilejas tuertas y espantapájaros ardiendo en el Liceo, y ante una cámara grúa en el porche de la Moncloa, ya ha sido correspondida por el Govern. Tras los indultos “es la hora de un referéndum pactado”, ha concordado Pere Aragonès, enternecido y vencido por la grandeza de Sánchez, que ya necesita teatros de Verdi o de Wagner para que le quepan sus túnicas como pirámides escalonadas y sus cabalgatas aladas. En la radio, Pepa Bueno le preguntaba a Elsa Artadi qué habían aprendido después de todo este tiempo y la concordante respondía: “Que teníamos razón”. La concordia ya estaba en los corazones, ya se ve. Sólo hacía falta que Sánchez le pusiera la moña, quitándosela como de su propio sombrero de pastorcita.
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