Cuba, aquí, sigue siendo como el oriente comunista de pies desnudos y cestillos, de bicicletas voladoras y barbas acebolladas como cúpulas, o sea un cuento que aplaca la miseria y la tiranía con romanticismo de lamparitas mágicas. Aquí el comunista era sobre todo sovietista, y por la acerería, la imprenta o la viña nos salían paisanos con bigote ruso y sotana, como curas de Lenin o San Cirilo. Pero esto era para el proletariado de verdad, gente de sabañón y apero. Luego, el izquierdismo fetén, universitario, rebelde de padre franquistón y primeras películas francesas, tiró más para la revolución cubana, que estaba entre la política y las vacaciones, que era un comunismo de oasis, de postal, sin tundra y sin orejeras, un comunismo arremangado y de cocotero que parecía edénico frente al comunismo de galera metalúrgica de la URSS.
Cuba todavía es eso, el mojito político, la revolución que se pueden tatuar las pijas en el tobillo como una mariposa, la franquicia de camisetas donde el Che parece Chewbacca. En eso sigue Podemos y la nueva portavoz no se atreve a contradecirlos.
Isabel Rodríguez ha estrenado cargo y hasta idioma (después de María Jesús Montero, parecía que el Gobierno hablaba otra lengua, como si nos hubiera conquistado Daenerys de la Tormenta). Se estrenaba con Cuba y seguramente eso es un estreno difícil para cualquiera, más cuando tu socio de gobierno toma al régimen castrista por una Disneylandia un poco desconchada. Ante ese castillo de Disney rodeado como de tiovivos desguazados, con sus coches almendrones escapados de la compañía de tacitas giratorias y caballitos de mar, anda ahora la gente preguntando y protestando por sus desaparecidos, pero seguramente son cosas que pasan en el paraíso, que de vez en cuando te puede raptar la policía política como si te raptaran sirenas. Con este panorama, a Isabel Rodríguez le preguntaron si Cuba era una dictadura y ella se limitó a decir que "España es una democracia plena que defiende los derechos y libertades".
El Gobierno no puede hablar con una sola voz sobre Cuba, ni sobre el chuletón, ni sobre qué es una nación, ni un preso político, ni el dinero"
La pregunta empezaba en Cuba pero terminaba en España, era una respuesta de ida y vuelta, como esos cantes de ida y vuelta, y es que el Gobierno no puede hacer otra cosa que salir por rumbas o peteneras. La ministra se estrenaba en el frontón de la portavocía con una obviedad y se estrenaba en ese idioma ambiguo de la coalición con un capotazo. El Gobierno no puede hablar con una sola voz sobre Cuba, ni sobre el chuletón, ni sobre qué es una nación, ni un preso político, ni el dinero. Sobre casi nada, en realidad. Sánchez ha cambiado a muchos ministros a guadaña y ha dejado a Iván Redondo emparedado en el sotanillo de la Moncloa o encurtido en el barril de amontillado de Poe, pero sigue dependiendo de Podemos y de los 'indepes'. Así que la nueva portavoz tiene que tirar de sonrisa y de frase de cuaderno de caligrafía como antes Montero tiraba de enfado y de revoltijo, para que no salgan las verdades y las contradicciones.
España es una democracia plena, nos aclara la nueva ministra con su aire encantador de nueva maestra de tercero, mientras que varios miembros de Podemos, Aina Vidal y Alejandra Jacinto por ejemplo, nos aclaran que no consideran a Cuba una dictadura. La verdad es que las dos afirmaciones son innecesarias. Quiero decir que ya sabíamos que la portavoz no iba a decir nada que sus socios puedan tomar como blasfemia. "No voy a comentar la voluntad o el ideario de otro partido político", se explicó, sin darse cuenta, en ese primer día suyo de no encontrar la tiza, de que si fuera así no podría comentar tampoco la ideología del PP o de Vox. Ya sabíamos esto, insisto, igual que sabíamos que Cuba no puede ser para Podemos una dictadura cuando la considera el paradigma de su democracia, esa democracia de uno solo, esa democracia curiosa del pueblo sin el pueblo, o con el pueblo sólo como postalita o como organillo.
El Che vivo en el muslo de un ligue de 'manifa', eso es lo que tienen aquí. En Cuba, sin embargo, tienen comunismo de verdad, o sea miseria y dictadura"
Cuba, Atlántida perdida y emergida del comunismo, barbudos platónicos, malecones como la barandilla del Cielo ateo, una hermosa mierda de la miseria con forma de helado, de bulbo y de carricoche a la que mira, orgulloso, un Che gigantesco dibujado como con Telesketch. Por ese paraíso de pies cangrejeros, de edificios medio derrumbados como nichos, con sus cuartos de baño al aire igual que jardines colgantes, una gente ingrata pide libertad, pan, vacunas, aire. Por la Cuba más apitufada que romántica, de casitas de colores y padrecitos todopoderosos, llaman ahora a la puerta y no es el lechero, detienen a una periodista de ABC, Camila Acosta, o sacan de su casa en directo a una youtuber, Dina Stars. Y no se confundan, porque si pasa esto es por el bloqueo imperialista.
Con este terrible material, los comunistas fetén se hacen mojitos, tattoos y camisetas vintage, como las sudaderas de la RDA que se pone el ministro Garzón, que es como si uno se pusiera para jugar al ping-pong lo que otros se han puesto para aplicar la picana. Fetiches de pijo, modita del remiendo, estética de guerrillero como si fuera de los Ramones, Disneylandia de una intelectualidad de jersey de pelotillas, el Che vivo en el muslo de un ligue de 'manifa', eso es lo que tienen aquí. En Cuba, sin embargo, tienen comunismo de verdad, o sea miseria y dictadura. Nuestra mala suerte es que la verdad nunca le ha importado al fanatismo ni al sanchismo. Lo que pase en Cuba no dependerá de lo que se piense en España, pero lo que pasa en España aún está en manos de un Gobierno en el que el fanatismo y el cinismo apenas se distinguen entre sus velos, aceites y homilías.
Cuba, aquí, sigue siendo como el oriente comunista de pies desnudos y cestillos, de bicicletas voladoras y barbas acebolladas como cúpulas, o sea un cuento que aplaca la miseria y la tiranía con romanticismo de lamparitas mágicas. Aquí el comunista era sobre todo sovietista, y por la acerería, la imprenta o la viña nos salían paisanos con bigote ruso y sotana, como curas de Lenin o San Cirilo. Pero esto era para el proletariado de verdad, gente de sabañón y apero. Luego, el izquierdismo fetén, universitario, rebelde de padre franquistón y primeras películas francesas, tiró más para la revolución cubana, que estaba entre la política y las vacaciones, que era un comunismo de oasis, de postal, sin tundra y sin orejeras, un comunismo arremangado y de cocotero que parecía edénico frente al comunismo de galera metalúrgica de la URSS.
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