La crisis política, económica, social y sanitaria que se vive en Cuba y que ha eclosionado desde el pasado 11 de junio, en forma de ruidosas protestas contra su presidente Miguel Díaz Canel, ha vuelto a poner de manifiesto la gran división existente, no solo entre los distintos gobiernos de América Latina, sino en el resto del mundo, acerca de un régimen que, contra viento y marea, se mantiene desde hace 62 años.
Son miles los manifestantes que han salido ya a las calles en más de cincuenta ciudades y pueblos repartidos por toda la geografía cubana, desde Matanzas a Santiago o La Habana. Lo han hecho unidos en un mismo grito de desesperación contra la insoportable crisis económica y la falta de alimentos y medicinas. Un panorama agravado por la terrible pandemia del Covid-19 que, también en el país caribeño, está haciendo estragos. La controversia, cuyos parámetros básicos no han cambiado en décadas, se sustenta entre quienes siguen sosteniendo que Cuba -que por supuesto NO ES UNA DEMOCRACIA- sigue constituyendo uno de los últimos arquetipos en el mundo, junto con Venezuela y Corea del Norte, de que el comunismo solo genera subdesarrollo y muerte, frente a los que ponen el acento en el cruel embargo que Estados Unidos mantiene contra la isla desde 1962, como principal responsable de miseria y el sufrimiento del pueblo cubano.
El patio latinoamericano enfrentado, sin remisión, en dos bloques antitéticos
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, y el expresidente brasileño, Lula Da Silva, han sido quienes de forma más insistente han cargado en los últimos días contra el ‘Imperio del Mal’, tal y como motejan a los EEUU: "Si tanto les preocupa el pueblo de Cuba (a la administración norteamericana y a los “opositores extremistas”) y de verdad quieren ayudar a paliar su situación, que levanten inmediatamente las sanciones y el bloqueo", repite el presidente de Venezuela desde hace varios días.
El controvertido presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha sido aún más duro contra los Estados Unidos y ha demonizado a este país al calificarle como "el principal desestabilizador y destructor del planeta, porque carga con la responsabilidad de todos los crímenes atroces de odio y de lesa humanidad contra los pueblos del mundo". Algo más suave en las formas, aunque contundente igualmente en el fondo, ha sido el presidente mexicano López Obrador, que ha pedido que la situación se resuelva mediante el diálogo, rechazando "el intervencionismo tanto de algunos países extranjeros como de los grandes medios de comunicación". El propio canciller cubano, Bruno Rodríguez, ha denunciado ante algunos líderes iberoamericanos un ‘complot’ de los Estados Unidos. Mientras esto ocurre, buena parte de la comunidad internacional reclama a las autoridades cubanas que aporten datos y cifras sobre el número y la situación de los opositores detenidos en los últimos días y también sobre muertos y heridos.
En el otro extremo, abanderando la guerra política contra el régimen cubano, se han colocado los gobiernos de Brasil y Chile, además de otros como el de Colombia. Jair Bolsonaro se ha mostrado completamente en contra de la represión contra los manifestantes y ha aprovechado para arrimar el debate a su estricto interés político comparando al gobierno de Díaz Canel con el de Lula, al que calificó de "bandido". Es evidente que el populista ultraderechista, responsable de las terribles cifras de muertes por Covid en su país, tiene ya la vista puesta en las elecciones que tendrán lugar en Brasil en 2022.
España y su cainismo… una vez más
En nuestro país se ha desatado una curiosa -y a mi entender absurda polémica habida cuenta de todo lo que tenemos encima- acerca de si Cuba es una dictadura o no. Los medios de comunicación de corte más conservador se han entretenido en los últimos días en tratar de colocar en una posición desairada a todos los miembros del gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos obligándoles -con insistencia- a responder con un escueto ’sí’ o ‘no’ a esta cuestión. Incluso Nadia Calviño, tecnócrata donde las haya y ministra favorita de la derecha liberal y conservadora, ha sido blanco de las iras de todos cuantos no admiten matices en esta cuestión.
No ha debido parecerles suficiente el contundente mensaje del nuevo ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en el que subrayaba que "España defiende el derecho a manifestarse libre y pacíficamente y pide a las autoridades cubanas que lo respeten". "Defendemos los derechos humanos sin condiciones y requerimos la liberación inmediata de Camila Acosta", decía el canciller español en Twitter el pasado martes. Camila Acosta es, como sabe todo el mundo, una periodista cubana colaboradora del diario ABC y que ha permanecido varios días detenida, entre otros blogueros e informadores, por el régimen de Díaz Canel por su posición favorable a los manifestantes. No deja de ser cierto, por otra parte, que algunos representantes del ala ‘morada’ del Ejecutivo, siendo el más destacado de ellos, una vez más, Alberto Garzón, han ayudado poco en esta controversia, al glosar enfática y admirativamente la figura de Fidel castro como referente histórico y guía de su acción política.
Políticos de Vox, de manera enfática Rocío Monasterio por su condición de descendiente de padre cubano, y del PP, residenciados básicamente en la Comunidad de Madrid, han cargado las tintas contra la represión en la isla caribeña. Como gesto más comentado, la iluminación ordenada por Isabel Díaz Ayuso de la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol, sede de la Presidencia de esta Comunidad, con los colores de la bandera de la Cuba Libre. Todos, cada uno desde su trinchera, han aprovechado un drama que a los españoles no nos es ajeno por nuestros históricos lazos con el pueblo cubano pero que a la vez no atenaza nuestra vida diaria, para mezclar sus particulares banderías y arrojarlas a la cabeza de los contrarios. Nada nuevo bajo el sol de la vida pública española, desgraciadamente.
Solo los cubanos son dueños de su destino
Personalmente, confieso que en esta cuestión, al igual que en otras muchas, me siento una vez más un ave solitaria. No creo que en esta como en muchas otras cuestiones tenga que prevalecer el interés partidista sino el interés más relevante, en este caso representado por solucionar la terrible situación en la cual se encuentra el reprimido pueblo de Cuba
Nada me gustaría más que la situación pudiera reconducirse mediante un diálogo franco y sincero entre la oposición y el actual gobierno cubano, por supuesto evitando todo derramamiento de sangre. Es evidente que el castrismo no puede sostenerse mucho más en el tiempo sin Fidel, y por ley natural, dentro de poco, sin su hermano Raúl, que ya renunció a sus poderes. Miguel Díaz Canel y su gobierno tendrán, inevitablemente, que aflojar su rigidez y restablecer algunas libertades irrenunciables como la propia libertad de expresión -la isla lleva ya varios días sin internet por decisión gubernamental- antes de que la administración Biden se vea en la obligación de intervenir, como ya ha anunciado, para restablecer gracias a su formidable capacidad tecnológica las comunicaciones a través de la red.
Los Estados Unidos deberán a su vez levantar de forma efectiva, y no solo parcialmente, todas las sanciones y restricciones al libre comercio que llevan ahogando durante décadas, no ya al gobierno, sino al pobre y sufrido pueblo cubano. Asimismo, la comunidad internacional deberá evitar la tentación de seguir interfiriendo en una inevitable travesía hacia una democracia plena que solo a los cubanos corresponde guionizar y ejecutar para alcanzar un desarrollo pleno que merecen, tras más de medio siglo ya de penuria y angustia.
A esto quiero añadir que España, por sus lazos históricos con Cuba y con toda Latinoamérica, debería asumir un papel claramente protagonista en la respuesta actual de la Unión Europea. Me parece clave.
Mientras tanto, espero y deseo que el pueblo cubano salga de estos 62 años de FALTA DE DEMOCRACIA y penuria económica y pueda resurgir económicamente. A menudo he trabajado con cubanos, dentro y fuera de España, y el talento extraordinario de este pueblo será más que suficiente para su renacimiento en cuanto las libertades se recuperen y se elimine el bloqueo económico.
¡VIVA CUBA LIBRE!
La crisis política, económica, social y sanitaria que se vive en Cuba y que ha eclosionado desde el pasado 11 de junio, en forma de ruidosas protestas contra su presidente Miguel Díaz Canel, ha vuelto a poner de manifiesto la gran división existente, no solo entre los distintos gobiernos de América Latina, sino en el resto del mundo, acerca de un régimen que, contra viento y marea, se mantiene desde hace 62 años.
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