Es la ventaja que tiene el ir por la vida no atendiendo a las etiquetas que otros se han apresurado a poner a toda persona, hombre o mujer, que transite hoy por los circuitos de la política, que nada ni nadie impide a quien ignora el afán estabulador de esta sociedad nuestra actuar con la plena libertad que le otorga su libérrimo criterio.
Y eso suele salir bien a quien lo practica. Es el caso de la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Desde antes de conseguir la espectacular victoria electoral del 4 de mayo la señora Ayuso había siempre advertido que quería contar con los mejores independientemente de su adscripción ideológica o partidista. Y eso ha hecho.
La composición del gobierno de Ayuso no ofrecía ningún grado de intriga porque también había explicado que sus consejeros se habían dejado la piel en estos dos años de la legislatura pasada y que no tenía razón alguna para buscar otros colaboradores. Y dicho y hecho: casi todos ellos repiten en el cargo incluidos aquellos que militaban anteriormente en Ciudadanos pero de los que nunca quiso prescindir.
El caso más claro es el de Marta Rivera de la Cruz, de la que Díaz Ayuso habló siempre en términos elogiosos aún cuando todavía seguía militando en Ciudadanos, el partido del que la presidenta tenía la imperiosa necesidad de deshacerse como socio de gobierno dado que según ella explicó profusamente durante la campaña, le había hecho la vida imposible en los últimos dos años hasta el punto de impedirle aprobar los presupuestos.
Pero una cosa era, en su opinión, Ciudadanos e Ignacio Aguado y otros consejeros, viceconsejeros y directores generales pertenecientes a ese partido y otra muy distinta determinados miembros de esa formación política con los que pensaba seguir contando. La señora Rivera de la Cruz abandonó su militancia en el partido naranja muy poco antes de ser repescada para el gobierno de Ayuso. Pero en su caso hay otros muchos aunque sus nombres no sean tan relevantes.
Y lo mismo sucede con las personas dentro de su propio partido. A Ayuso no le importa nada que pertenezcan a esta u otra facción, a esta u otra ala del Partido Popular o que sean más o menos próximos a Vox. Los elige porque los considera los mejores para el cometido para el que ella los quiere y todo lo demás no le interesa.
De ese modo resulta que, por la vía de los hechos, la reunificación del centro derecha español ya se ha producido en el seno de su gobierno, cosa que prueban los nombres que Ana Belén Ramos desgrana en la crónica que hoy se publica en estas páginas.
Cierto que la fórmula no es tan sencilla de aplicar cuando se trata de incorporar dentro de las siglas del PP otras formaciones políticas como es el caso de Ciudadanos, un partido que se resiste a morir y que va a hacer un último esfuerzo para que su nombre no aparezca devorado por la irrelevancia.
Su problema es que no se trata de la voluntad de los que siguen militando en sus filas sino de la voluntad de quienes en las próximas elecciones van a depositar en las urnas la papeleta del partido naranja porque consideren que esa formación todavía puede ser útil o porque se resistan a dejar morir a un partido liberal.
Y eso no está en las manos de Inés Arrimadas ni en las de Edmundo Bal, por muy meritorios que sean sus esfuerzos por seguir viviendo e incluso creciendo como partido. Pero de entrada, cuando en una Convención como la que se ha celebrado este fin de semana en Ciudadanos, el asunto principal, el que recogen todos los medios de comunicación es el que se centra en si habrá finalmente o no habrá una convergencia con el PP, ese partido evidencia estar amenazado precisamente de aquello de lo que está determinado a huir.
El gobierno de Díaz Ayuso lo que demuestra precisamente es que bajo la presidencia de una persona adscrita al Partido Popular pueden convivir sin problemas ni roces personas con un perfil más conservador con personas con un perfil más liberal. Porque ser liberal, que es lo que Edmundo Bal reivindicaba este pasado sábado entre los aplausos de los asistentes, no es incompatible, y se ha demostrado en los múltiples pactos de gobierno firmados en autonomías y ayuntamientos de toda España por el PP y Cs, con formar parte del mismo equipo con un político conservador.
Más difícil sería la absorción por el Partido Popular de un partido como Vox que en este momento dispone de una fortaleza en términos electorales que es precisamente la que le falta a Ciudadanos. Pero el recorrido de Vox es todavía muy corto y habrá que ver qué nos depara el futuro en materia electoral por lo que se refiere al partido verde.
Pero el gran mérito del equipo de gobierno conformado por Isabel Díaz Ayuso es que ha demostrado de consejeros para abajo, también en los niveles segundo y tercero de la Administración autonómica, que la convergencia entre los partidos que conforman el sector del centro derecha y la derecha españolas es perfectamente posible. Y ese es un hito que habrá que tener en cuenta para el futuro de medio plazo.
Es la ventaja que tiene el ir por la vida no atendiendo a las etiquetas que otros se han apresurado a poner a toda persona, hombre o mujer, que transite hoy por los circuitos de la política, que nada ni nadie impide a quien ignora el afán estabulador de esta sociedad nuestra actuar con la plena libertad que le otorga su libérrimo criterio.
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