Yo no quiero una señora dándome la teta todo el tiempo, y menos si la señora es el Estado. Tampoco quiero a un señor dándome la vara igual, en colaboración o en rivalidad con la señora, compartiendo o discutiendo autoridad, cariño o grima con esa señora mitológica y calostrosa. La ministra Yolanda Díaz, que sigue intentando sorprendernos con cosas antiquísimas, sean el comunismo o una Venus de arcilla, ha encontrado ahora la solución a nuestros problemas territoriales, sentimentales y freudianos: “abandonar el concepto de patria para trabajar el de matria”.
Matria no es como miembra, el término ya es conocido aunque un poco arenoso. Sí, trabajar la matria a estas alturas es como trabajar el adobe, todo para al final quedarnos con el Estado como una teta de loba en vez de como un señor barbudo. No se trata de buscarle al Estado otra definición indígena, sino de desterrar los conceptos indígenas.
Claro que existe el concepto matria, lo ha usado gente más o menos científica, literaria, rebelde o caótica; lo ha usado Unamuno, que dijo casi de todo, en realidad; o Borges, que hacía siempre el negativo del mundo como ciego clarividente que era; o Edgar Morin, que afirma que el ser humano no puede dejar de ser contracultural, de rebelarse contra su sociedad, siquiera lo suficiente para que evolucionemos. Y sí, a veces parece que evolucionamos y a veces te vienen con estas teorías políticas de palitroque y mandrágora. Claro que existe el concepto de matria, como existe el concepto de tribu o de magia, sin que sacarlo ahora suponga un avance mayor que un hechicero con maraca de calavera. Existe el concepto de matria como existe el mismo concepto de patria, un concepto prepolítico, como el propio nacionalismo, que por eso lo usa tanto. La matria también es un concepto prepolítico, sólo que pretende vestir amorosamente esas naciones que siguen siendo de garrote y de hierro.
Claro que existe el concepto de matria, como existe el concepto de tribu o de magia, sin que sacarlo ahora suponga un avance mayor"
Yolanda Díaz se vuelve hacia las diosas del cereal y la maternidad, de la luna y de la preñez de cántaro, de la nana y del beso de migajón como un beso de gorrión. “La matria es algo que cuida, que trata por igual a todas”, explicaba. Mucha tabarra con la igualdad, pero al final son como viejas de tribu que siguen con el arquetipo femenino ahí en su silla cosmogónica, siempre con su cuchara y su gravidez primordiales.
Mucho progresismo, pero resulta que el Estado, al final, se personifica en una diosa de terracota que nos protege, nos quiere, nos alimenta, nos canta, nos come los piecitos de puro amor, y también quizá nos manda a la guerra con un trueno. No es ya que hayan tenido que pasar Rousseau y Hobbes y Montesquieu y Locke para que la ministra nos devuelva al neolítico, sino que, con todo este rollo, Yolanda Díaz sólo pretende predisponernos favorablemente a la mesa de negociación con los indepes, presentárnosla como si fuera un baño de madre con abrazo final de toalla de madre.
Matria y patria, al final, no son conceptos tan diferentes. Son conceptos que producen hijos, que se definen en los hijos, hijos de la tribu, hijos de la nación o de lo que sea, pero que nunca contemplan un ciudadano políticamente adulto, sino gente que aún se caga y se mea encima y necesita el consuelo y la fuerza de los progenitores mitológicos, de la aldea de cañizo sentimental y del arado de la historia. Pero yo soy ciudadano, no me representa, ni me cuida, ni me manda, ni me engendra una diosa de barro culona ni un dios colérico de la montaña.
El Estado no tiene nada que ver con el amor, ni con los besos de maíz en la boca. El Estado no es sentimentalidad ni morriña, no es la canción de cuna de tu idioma ni la germanía de las guerras antiguas, el Estado no te quiere ni tienes que quererlo, no te protege a cambio de fe y lirios como si fuera una Virgen generala. El Estado es un contrato social entre ciudadanos iguales y libres y cualquier otra cosa es mitología y salvajismo.
Yolanda Díaz saca su matria, que seguramente es sólo su ideología, como otros sacan su patria, que seguramente es sólo una tanqueta. Con tanta palabrería de sacerdotisa, lo que quería decirnos en realidad es que su matria acogería a todos los “pueblos de España”, o sea a los nacionalismos tribales, mientras que lo que tenemos ahora, sea patria o sea sólo civilización, se empeña en aplicarles la ley y la razón, como a cualquiera. Cuando explica que su matria es “algo que nos cuida por igual a todas” no se refiere al ciudadano, por supuesto, sino a esas tribus en las que nos dividen los que sólo conciben tribus. La ministra, o su matria, es madre de tribus como si fuera madre de dragones.
La ministra, o su matria, es madre de tribus como si fuera madre de dragones"
Puede parecer una tontería ponerse madrero en mitad de una pandemia y una crisis, pero es que la sentimentalidad del nacionalismo se expresa fundamentalmente en dinero y poder. Con matria o patria, o una inquietante mezcla de ambas, como la mujer barbuda de Ribera, el objetivo es meternos un chupete en la boca mientras lo de Cataluña se arregla con más pela que mimos y nanas. Yolanda Díaz hace todo un soliloquio como de troyana para decirnos, al final, que la mesa de negociación empieza en septiembre y que no puede “centrarse sólo en Cataluña”, que ahí tienen que estar “todas las Cataluñas, todas las Galicias, todas las Españas”. Pero ese concepto de los pueblos de España, ya decíamos, es un concepto prepolítico, mitológico y salvaje, y que sólo defienden mitológicos y prepolíticos salvajes. Salvajes con madre, eso sí.
Yo no quiero una señora dándome la teta todo el tiempo, y menos si la señora es el Estado. Tampoco quiero a un señor dándome la vara igual, en colaboración o en rivalidad con la señora, compartiendo o discutiendo autoridad, cariño o grima con esa señora mitológica y calostrosa. La ministra Yolanda Díaz, que sigue intentando sorprendernos con cosas antiquísimas, sean el comunismo o una Venus de arcilla, ha encontrado ahora la solución a nuestros problemas territoriales, sentimentales y freudianos: “abandonar el concepto de patria para trabajar el de matria”.
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