A Félix Bolaños lo conocimos dirigiendo el traslado de la momia ferruginosa de Franco, moviendo todo aquello como un ajedrez de piedra. Era el funcionario de piedra encargado de la piedra monumental del sanchismo, que coincidía con la del franquismo por esas cosas irónicas de la política. Bolaños era como un águila de piedra o un ángel de piedra de Sánchez superpuesto a aquella cantera de muertos y espadones, y era un curita de Sánchez superpuesto a los curitas de allí, preconciliares, precalvos, precegatos y precuaresmales. Bolaños ha debutado como ministro con el mismo tema, se va a hacer sacristán del tema o sacristán de Sánchez. Aún no parece ministro, sino organista. Yo creo que esta gente que vive toda la vida al sol del flexo no sirve para ministro, como no hubiera servido Redondo. Carmen Calvo era pura política y pura literatura, caos y seducción. Bolaños sólo dice misa sanchista, una misa operaria, una misa con grúas como la que dirigió en Cuelgamuros. Va a ser un aburrimiento de ministro.
Bolaños, nuevo hombre fuerte de Sánchez, ha debutado, como decía, todavía con antimoreno de flexo y humedad de cripta, esa lobreguez de los segundones de sotanillo que de repente ascienden al ático pero todavía llevan en la cara la umbra del helecho y del chaflán abodegado de los archivadores. Bolaños tiene monodia de opositor, postura de opositor, cronómetro de opositor, temario de opositor e interés de opositor. No le pega tener detrás un ministerio, sino aquella Espasa grande, negra y articulada como un tren de carbonilla. Lo que le pasa a Bolaños es que uno sabe ya exactamente lo que va a decir, como si sólo pudiera contestar con artículos del Código Penal o del código de circulación, como un municipalillo. Eso no viene del todo mal para ser ministro de la Presidencia, que es un puesto como de alfil o de relojero de palacio, pero la política del recitado no seduce, ni convence, casi ni indigna. O sea, que lo mismo terminamos olvidando a Sánchez por no escuchar el metrónomo de Bolaños.
Bolaños tiene monodia de opositor, postura de opositor, cronómetro de opositor, temario de opositor e interés de opositor
Uno esperaba algo así como un panzer sanchista, una especie de Ábalos empollón quizá, que pudiera hacer olvidar ese remolino político y humano que era Calvo. Pero me he encontrado con un ministro asobrinado, sin personalidad, un ministro de tamponcillo y calco, un ministro pianola, un ministro eco de Sánchez como eco de colegiata, un político sosales que ni siquiera tiene la gracia de la sosería, como Illa, sino la simple y repelente sosería de aquel encargado de borrar la pizarra de nuestra escuela machadiana. Bolaños a lo mejor dirige muy bien las catacumbas y puede navegar como en góndola por esos canales de fantasma de la ópera que tiene la política (era en esto como el rival un poco envidioso de Redondo, el Luis Mejía de Redondo). Bolaños, insisto, a lo mejor incluso dirige bien los consejillos. Pero Bolaños es de esa gente que tiende a hacerse invisible cuando la miras un tiempo, que enseguida se borra de la habitación donde estás, como los paragüeros. Y encima viene otra vez con Franco, como un filatelista, o peor, como un niño filatelista.
La nueva Ley de Memoria Democrática era de Calvo pero al final la ha presentado él, que venía ya desde el desescombramiento de Franco con estola de piedra y volquete de piedras. A uno le parece muy bien esto de la memoria democrática, aunque lo realmente hermoso hubiera sido bombardear Cuelgamuros como el Alcázar. A lo mejor esta ley, como la del cambio climático, la educativa, la de eutanasia o la de libertad sexual (por fin vamos a tener libertad sexual y hasta minifalda), no era tan urgente como una ley de pandemias, pero no deja de ser necesaria. Queda la duda de si se aplicará sólo a los del pollo desplumado o también, no sé, a Serrat, que dicen ahora que es facha. De todas formas, la memoria democrática es poco, uno apostaría también por la actualidad democrática. O sea, la pedagogía sobre partidos de gobierno que creen que Cuba no es una dictadura, o vicepresidentes que piensan que deben ser los políticos los que decidan quién entra en la cárcel, o socios que defienden que pueden abolir la ley saliendo al balcón. Pero esto a lo mejor es para otra ley, para otro ministro o para otro artículo.
A Félix Bolaños lo conocimos con hisopo de piedra en el entierro inverso del franquismo y se ha estrenado con el mismo tema, no sólo por Franco sino por desenterrar la cruz de piedra del sanchismo que estaba en el sotanillo de la Moncloa. Bolaños no es Iván Redondo, sino algo así como si a Redondo le hubiera ganado su mellizo aburrido y envidioso. La defenestración de Redondo, por cierto, no le parecía a Bolaños nada especialmente importante: “Debemos ocupar todo nuestro tiempo en mejorar la vida de las personas. Esta cuestión no me parece trascendental”, declaró el ministro a la prensa del Movimiento (Makinavaja dixit). No, no parece muy avispado después de todo. Claro que es importante, porque Redondo hablaba a través de Sánchez mientras que ahora Sánchez hablará a través de Bolaños. Es justo lo contrario. Bolaños será el nuevo ministro de estribillos y matracas, que le saldrán aburridos y dados la vuelta como el parchís/oca dado la vuelta de los aburridos. Diría que la cruz de piedra del sanchismo también se ha dado la vuelta, pero Bolaños me parece demasiado aburrido y demasiado mueble para ser mefistofélico.
A Félix Bolaños lo conocimos dirigiendo el traslado de la momia ferruginosa de Franco, moviendo todo aquello como un ajedrez de piedra. Era el funcionario de piedra encargado de la piedra monumental del sanchismo, que coincidía con la del franquismo por esas cosas irónicas de la política. Bolaños era como un águila de piedra o un ángel de piedra de Sánchez superpuesto a aquella cantera de muertos y espadones, y era un curita de Sánchez superpuesto a los curitas de allí, preconciliares, precalvos, precegatos y precuaresmales. Bolaños ha debutado como ministro con el mismo tema, se va a hacer sacristán del tema o sacristán de Sánchez. Aún no parece ministro, sino organista. Yo creo que esta gente que vive toda la vida al sol del flexo no sirve para ministro, como no hubiera servido Redondo. Carmen Calvo era pura política y pura literatura, caos y seducción. Bolaños sólo dice misa sanchista, una misa operaria, una misa con grúas como la que dirigió en Cuelgamuros. Va a ser un aburrimiento de ministro.
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