Atravesamos los días más tórridos de este calurosísimo verano, especialmente seco y áspero no solo en lo político, sino en lo climatológico. Si alguien duda aún de que el cambio climático es una evidencia incontestable, estas interminables noches en las que conciliar el sueño es casi imposible, a menos que se disponga de un buen aparato de aire acondicionado, deberían ser una evidencia suficientemente contundente de lo que hay y de lo que se nos viene encima. ¿He dicho aire acondicionado? ¿Quién puede pagarlo, con unos precios de la luz desorbitados que no parecen tocar techo?
Acostumbran a repetir los más conspicuos neocones -ellos se definen como "liberales" aunque para mí el liberalismo sea un concepto mucho más amplio que lo meramente económico- que "el sol sale para todos". Emplean esta máxima para justificar que la vida está repleta de oportunidades al alcance de todo aquel que quiera atraparlas y aprovecharlas, para cumplir sus sueños y expectativas y mejorar sus condiciones vitales y las de su entorno. Esto es así… solo hasta cierto punto. Huelga explicar que no todos inician la carrera desde un idéntico punto de partida. La espectacular subida de los precios de la luz y de la energía a la que asistimos atónitos en las últimas semanas es otro ejemplo de cómo, una vez más, la perversa combinación entre la vida y las fuerzas que mueven la economía y el mercado se ceban con los más débiles.
¡Uff, el maldito mercado! "¡Es que no podemos hacer nada!"
Eso dicen los capitostes del sector energético, claro. ¡Qué van a decir! Lo cierto es que, en los últimos días asistimos a un ‘record’ tras otro en el precio del megavatio hora (MWh). Rebasado el nivel psicológico de los 100 euros, cada jornada marca máximos históricos: 103, 106… en una endiablada carrera que parece no tener fin. El oligopolio de las eléctricas hace su agosto -su julio para ser exactos- mientras los responsables públicos son incapaces de meter en vereda estos excesos del mercado. ¿Estarán algunos políticos pensando ya en las famosas puertas giratorias como salida futura a sus carreras profesionales cuando abandonen la política? Quiero pensar que no todos… ni siquiera la mayoría. Pero señalo, una vez más, ese componente perverso que influye -¡vaya que si influye!- en este debate.
Desde el sector se aduce, como explicación técnica, que el mercado eléctrico vive un momento alcista por el coste de los precios de emisión del CO2 y porque el precio de la materia prima, el gas natural, está por las nubes, ya que se trata de un recurso cada vez más escaso y su demanda es prácticamente infinita. Si añadimos que España es un país energéticamente dependiente en más de un noventa por ciento (tenemos que importar casi toda la que consumimos) con los agregados añadidos de intermediación que ello supone (impuestos y otras tasas que van recorriendo un largo camino entre los productores y los distribuidores hasta llegar al consumidor final), nos encontramos ante un cóctel explosivo que ha disparado las tarifas hasta niveles nunca vistos.
La luz como punta del iceberg
No hay que perder de vista que estos brutales incrementos en la factura de la luz suponen un doble o triple coste para los consumidores ya que esas subidas se trasladan a buena parte del resto de bienes y servicios. Está perfectamente probado ese efecto inflacionista en el coste, por ejemplo, de los alimentos frescos… o en el de precios indexados (al IPC) cuyo exponente más típico son los alquileres. De esta forma el IPC interanual del pasado mes de mayo alcanzó ya un contundente máximo de un 2,7 por ciento. La OCU ha estimado en unos 550 euros anuales, de media, el impacto en una economía familiar clásica. El dato es para echarse a temblar en un contexto económico ya suficientemente castigado por los efectos de la crisis derivada de la pandemia, con una ciudadanía al límite de su resistencia tras la quiebra de muchos pequeños negocios y medianas empresas que no han podido resistir el tsunami de una catástrofe para la que ningún país del mundo estaba preparado. Las organizaciones de consumidores han instado al Ejecutivo a que adopte medidas para ampliar el acceso de los consumidores al bono social eléctrico y otras ayudas de emergencia para aliviar situaciones límite: las de miles de hogares que no puedan más.
El Gobierno lo intenta… la oposición se ceba
El debate ha irrumpido con fuerza -como era de esperar- en el terreno de juego político, con acusaciones cruzadas entre el Gobierno y la oposición. Desde el Ejecutivo se traslada a la Unión Europea la responsabilidad de esta imparable escalada. La responsable del ramo y vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, admite sin ambages que no hay visos de que la actual situación pueda revertirse a corto plazo. Lo impide el funcionamiento de un "mercado marginalista" como el español, en el que el precio de las fuentes de energía más caras se impone (en las subastas a las que concurren los distintos operadores) al de las energías renovables, siempre inferior. Son protocolos impuestos por Bruselas y que deben ser urgentemente renegociados. Mientras se mantengan en vigor, medidas como la rebaja del IVA adoptada en España y convalidada por el Congreso de los Diputados el pasado miércoles 21 de julio -del 21 al 10 por ciento- sean, no ya insuficientes, sino prácticamente inútiles. El principal partido de la oposición ha aprovechado el difícil contexto para disparar con munición gruesa contra el Gobierno de Pedro Sánchez, al que recuerdan sus críticas de hace no tantos años contra Mariano Rajoy, al que responsabilizaban de unas subidas que ahora ellos -dicen los dirigentes del PP- son incapaces de frenar.
Para terminar de enredar la bronca política, ministros como el de Consumo, Alberto Garzón, siempre en el ojo del huracán, aseguran que el Gobierno seguirá "moritorizando" el precio de la luz, por si fueran necesarias más medidas que esa inútil rebaja del IVA. Es sabido que la intervención pública en la libre fijación de precios en un mercado libre siempre da urticaria a los grandes empresarios porque ven peligrar sus intereses… y en este caso los elevadísimos márgenes de negocio que les provocan unas tarifas disparadas. Para Alberto Garzón, la apuesta por la inversión en renovables es imprescindible, así como su introducción en primer lugar en el pool (subasta) para invertir la tendencia y que los precios a corto o medio plazo sean asumibles.
Atravesamos los días más tórridos de este calurosísimo verano, especialmente seco y áspero no solo en lo político, sino en lo climatológico. Si alguien duda aún de que el cambio climático es una evidencia incontestable, estas interminables noches en las que conciliar el sueño es casi imposible, a menos que se disponga de un buen aparato de aire acondicionado, deberían ser una evidencia suficientemente contundente de lo que hay y de lo que se nos viene encima. ¿He dicho aire acondicionado? ¿Quién puede pagarlo, con unos precios de la luz desorbitados que no parecen tocar techo?
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