El independentismo está desarrollando unos mecanismos cada vez más elegantes y simples para lo suyo, como si hubiera partido de una complicada ingeniería psicosocial para terminar en la aguja de coser. Por ejemplo, si la Generalitat, tan elegante y como francesa (los indepes se creen franceses), se avala a sí misma con dinero público ante cualquier caso de posible mangazo o sisa de lo público, se acaba el problema de mangar o sisar de lo público. Parece el nudo Windsor de la malversación, el nudo marinero pero finísimo de la malversación, pero es más como la simplísima cinta de Möbius: apenas con un giro de muñeca o de papel, la malversación entraría en un bucle infinito de avales y contraavales y ahí se perdería. Nos empeñamos en complicar las cosas pero son muy sencillas. ¿Quieres una república? La proclamas con un chupinazo. ¿Necesitas dinero para lo tuyo? Lo coges del de todos y si te lo reclaman vuelves a cogerlo del mismo sitio. Sencillo como una noria de burro.

La avanzadísima democracia de esta gente, la que nos van a traer como el fuego a un campamento neandertal, es al final este bucle triste de sacar agua entre las moscas y las hormigas, agua que se pierde y agua que se vuelve a sacar hasta la muerte sequiza y buñuelesca del burro o del pozo. He dicho antes elegante, pero quizá es más, porque esta gente, tan republicana, parece hacerlo todo, sin embargo, de una manera luisina, rococó, con grandes mangas de mangar, gran pelucaje de banquetazo y gran tesorería de hilo de oro, infinito hilo de oro que les da para rizárselo en la cabeza, para decorar ballestas o zapatos, o para embajadas como cajitas de rapé. Pero no, no es elegancia, esta gente no está inventando la solapa ni la servilleta, que dicen que inventó Da Vinci. Ni siquiera está inventando la república, algo imposible si lo público es propiedad suya. Más bien están rescatando al reyezuelo con cuernos y cofre de copones y de alhajas con dedo. En realidad sólo hay tosquedad y horterez, una horterez de franceses que no lo son, como un modisto que tampoco es francés ni seguramente modisto.

Estos avales, que convertirían la malversación en el cuento de la buena pipa, sí se han votado, se han aplaudido, incluso se ha abstenido el PSC

Avalarse a sí mismo, qué cosa tan sencilla, directa y útil. Es como amarse uno mismo, pero con dinero de todos. Es tan sencillo y directo que no puede ser, porque la democracia no es sencilla ni directa, no es una noria de burro ni es un alivio en el pajar. La democracia no consiste en que una gente coge y hace lo que quiere cuando gobierna, sino en lo contrario, en que hay cosas que nunca se pueden coger ni hacer incluso aunque gobiernes. Por ejemplo, usar dinero o recursos públicos para tus asuntos particulares o para tus moñas sentimentales. Pagar con la caja común lo que has distraído de la caja común o usar la propia policía para encubrirte. Si la Kitchen se hubiera votado en el Congreso con gran palomeo de patriotismo no dejaría de ser la Kitchen. Estos avales, que convertirían la malversación en el cuento de la buena pipa, sí se han votado, se han aplaudido, incluso se ha abstenido el PSC, como poniendo al hecho su sello de realidad irreversible; el PSC que está haciendo la oposición mirona y acunadora que se le encomendó a Illa, o sea que no es oposición.

Son como piratas con pañuelito de encaje, esta gente que nos enseña democracia mientras toma lo público como botín, justo botín por sus desvelos o por su linaje. Son republicanos de sangre real, con el republicanismo sólo como un apellido, como un señorío, como una prebenda, como una flor de lis en el culo. Su república no llegará, primero porque no lo conseguirán, y segundo porque nunca les saldría una república, sino una satrapía oligárquica (lo que ya es Cataluña, pero sin ningún freno, sin ningún tribunal que les ponga en apuros, sin nada que les enseñe que la democracia exige contrapoderes y controles). Pero, mientras, la república justifica todo. También el mangazo fino, el mangazo con doble lazada, el mangazo multidimensional y rebuscado, como la geometría de Minkowsky o de Escher, que es lo que parece este truco de avalar una tropelía con otra tropelía de nivel superior (será eso la España multinivel). Es algo a la vez simple y viciado, retorcido y directo, como lo es la perversidad.

Con doble tirabuzón o con pasamanería palabrera, esto de esconder la malversación en otra chaqueta es tan poco sutil que no puede pasar desapercibido para nadie

Parece ingenioso eso de los avales recursivos, en tela de araña fractal, en escalera de caracol hacia la eternidad. Pero en realidad lo que ocurre es que estos republicanos sacan a pasear la república y sólo les salen estas norias de burro, ese camino circular y estrecho de sus coces y de sus boñigas y de su avaricia melancólica, como el camino circular de su dinero, que encima, y sobre todo, no es su dinero. Con doble tirabuzón o con pasamanería palabrera, esto de esconder la malversación en otra chaqueta es tan poco sutil que no puede pasar desapercibido para nadie. Tampoco para el PSC, o sea el sanchismo, que se abstiene dejando ahí esa cara que pone Illa como haciendo una cuenta de cabeza que no le acaba de salir. No ya la malversación, sino una malversación en bucle, en revolera, en espiral, avolantada, alechugada, arborescente, con redoble y con voluta y con caracolillo. Ante esto (también ante esto), el PSC se abstiene y el sanchismo no se da por concernido. Es por eso que uno está seguro de que, aunque nunca llegue esa república, cada vez habrá más norias de burro o más burros de noria.

El independentismo está desarrollando unos mecanismos cada vez más elegantes y simples para lo suyo, como si hubiera partido de una complicada ingeniería psicosocial para terminar en la aguja de coser. Por ejemplo, si la Generalitat, tan elegante y como francesa (los indepes se creen franceses), se avala a sí misma con dinero público ante cualquier caso de posible mangazo o sisa de lo público, se acaba el problema de mangar o sisar de lo público. Parece el nudo Windsor de la malversación, el nudo marinero pero finísimo de la malversación, pero es más como la simplísima cinta de Möbius: apenas con un giro de muñeca o de papel, la malversación entraría en un bucle infinito de avales y contraavales y ahí se perdería. Nos empeñamos en complicar las cosas pero son muy sencillas. ¿Quieres una república? La proclamas con un chupinazo. ¿Necesitas dinero para lo tuyo? Lo coges del de todos y si te lo reclaman vuelves a cogerlo del mismo sitio. Sencillo como una noria de burro.

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