Messi, con su llanto perlero como sus solapas perleras, solapas de sus trajes de recibir premios, premios y trajes como de niño mago, con orbes de estrellas, con zapatos alados, con canicas pulidas en los bolsillos. Messi llorando, derritiéndose en plata, la plata de su tierra sentimental y la plata que no tiene el Barça para llenarle a Messi su corazoncito de monedita de plata y de barro del Río de la Plata. Messi lloraba en el castellano abarcarolado de los argentinos, que es como una cunita de plata, sin rastro de catalán ni de patriotismo catalanista ni nada, porque el Barça es más que un club pero Messi sólo era un chico que bebía plata como un jarabito de niño pequeño, enfermito y triste, plata con la que hacía bolitas y lazadas en el campo, como juguetes de niño enfermito y triste. Sin plata no hay Messi, ni Barça imperial, y tampoco independentismo. El independentismo creo que se va justo por eso mismo, por no haber plata. Se irá a la moderación o al sanchismo como si se fuera al PSG o al City.

Sin plata no hay Messi, ni Barça imperial, y tampoco independentismo

Messi lloraba pero se tiene que ir, le falta plata sentimental para seguir haciendo sus juguetes de plata como juguetes de miga de pan. Hay gente que tiene el sentimiento en plata como las dolorosas tienen sus puñalitos de plata, y así es Messi, que también era una figurita de plata rara en el campo, como si hubiera un caballo de ajedrez en un futbolín. El icono del Barça, el Barça icono del independentismo, el Barça que planeaba la insurgencia indepe desde ceremonias en el Camp Nou como desde una nao, se va por la plata, dejando un reguerito de plata llorona, un poco como las empresas catalanas, como los planes indepes. En el independentismo también la plata es sentimental y el sentimiento es plata, una plata que llamaremos pela para que todo esto no parezca una patena para comulgar, aunque en Cataluña sea precisamente eso. Todo iba más o menos bien, con animosidad y entusiasmo, pero la independencia no llegaba, como no llegaba la siguiente Champions, y mientras se iba perdiendo la pela/plata con un ruido de tragaperras, luces y cacharrería ideológicas.

La decadencia del Barça ha venido por la pela más que por lo deportivo o por la política (el club se ha vuelto últimamente como de un franquismo violáceo, ese como franquismo indepe). Mientras hay pela se puede mantener la ideología que haga falta y la sequía deportiva que haga falta, que incluso puede ser una cosa épica. O sea que con dinero se puede hinchar el Camp Nou de hule indepe hasta que zarpe con el viento, y se puede mantener a ese caballito de plata que era Messi, aunque ya sólo haga bicicletitas de alambre de plata. Messi era como un capitán de todo aquello, un capitán ni catalán ni extranjero, como un capitán napolitano. Pero consumía mucha plata, era un lujo ese azucarerito de plata ahí, para cuatro tardes de festivo. Seguramente el independentismo es otro lujo que ahora no puede tener a un Messi ni a un Puigdemont.

La decadencia del independentismo también ha venido con la pela, a Cataluña la ha adelantado definitivamente Madrid y en algunas cifras incluso Andalucía, de donde ellos traían antes sólo chachas, granos de arena y pintores de barcas que colocaban en Cadaqués como cosa propia. Messi era un lujo, como una cucharita de plata para cascar el huevo del balón, y tanto plástico amarillo y tanto salto al vacío indepe también son un lujo. El Barça no se puede gastar todo en una huevera de plata de niño rico y Cataluña no se puede gastar todo en un copón dorado de fanático. Una tierra, o un club, que abandona todo por una ortodoxia, por una fe o por un mesías sólo puede terminar en la catástrofe.

Messi llora un poco como uno imagina que llora Puigdemont, como un exiliado de plata fina. Messi no tiene su plata y se va con sus venas abiertas de sangrar plata y su corazón de plata destrozado como una huchita infantil. El independentismo también se da cuenta de que pierde plata, de que ya no puede comprar al mejor del mundo para que se siente en el césped sobre un dedalito de plata, ni puede comprar a toda la gente de Cataluña para que se juramente contra la realidad y contra la razón. De momento, claro. Puigdemont aún pide su desayuno de plata, es Aragonès el que se ha dado cuenta de que hay que esperar, ahorrar, apaciguarse, al menos hasta que todo vuelva a ser posible, o sea hasta tener más pela, más poder, más gente o más Estado comprados para hacer bordados o puñales o anteojeras de plata. Es lo que llamaba ayer aquí Ana Polo Alonso el nuevo independentismo, o sea el independentismo de pobre como un Barça de pobre.

Se acabaron las declaraciones de independencia unilaterales y se acabó Messi con sus goles de zapatitos de plata como de cristal. Messi se irá al PSG, o al City, a algún club con jeque o con mina, adonde vea que le puedan dar la plata en la que él teje o en la que él llora. El independentismo se irá también hacia la plata, plata en pela o plata en tiempo o plata en oportunidades. O sea, que se irá hacia Sánchez. Con más pela, con más tiempo, con más Sánchez, podrán armar de nuevo el sueño, la gloria y la histeria. No es que el Barça deje de ser el Barça ni el independentismo deje de ser independentismo. Es que ahora toca un Barça de pobre y un independentismo de pobre, lo que deja cierto consuelo irónico, ellos que gastaron y avasallaron como los más ricos.

Messi lloraba como por sus zapatitos, como cuando se orina un chiquillo que llora. Lloraba plata como un niño orina refresco. Messi llora pero sabe que le espera la plata en otro lado, y eso no es llorar. Más o menos igual le pasa al independentismo.

Diecisiete temporadas en el primer equipo, más de 20 años de azulgrana, 767 partidos, 672 goles, 35 títulos, 6 Balones de […]