Las elecciones que se han celebrado en Marruecos han sido atípicas y no, no tiene nada que ver por las medidas Covid-19, sino por otra serie de cuestiones.
Estos comicios múltiples -elecciones municipales, regionales y legislativas- han conseguido aumentar la participación electoral al 50,35%, pero sobre todo han puesto en evidencia la realidad de un país que ya buscó cambio en 2011. Entonces, el cambio se quedó a medio camino. Ahora sí que hemos visto un gran reajuste con la estrepitosa caída del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), que ha pasado de tener 125 escaños a solamente 13, y el ascenso fulgurante del Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), liderado por el multimillonario Aziz Ajanuz, hasta colocarse como claro vencedor con 102 escaños.
El PJD, islamista, ha sido un partido servicial a los intereses de la monarquía alauí, lo que les ha colocado entre dos aguas constantemente. Al final, esta actitud complaciente les ha penalizado. Han quedado octavos en la contienda electoral.
El partido vencedor, la Reagrupación Nacional de Independientes, lo lidera un cercano amigo del rey, Aziz Ajanuch, quien posee la segunda fortuna más grande del país, y el segundo el Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM) lo dirige Ali Fouad, quien es actualmente el principal consejero del rey. De esta manera, los intereses de Mohadmed VI se ven claramente como vencedores en esta jornada electoral.
La confianza en los islamistas se ha desgastado, a pesar de que se les ha identificado pro sus principios y no han estado salpicados por escándalos de corrupción. El principal motivo ha sido una política exterior que podríamos denominar como sin rumbo o demasiado arriesgada.
Una de las razones de peso sería el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Israel a cambio de un reconocimiento de soberanía sobre el Sáhara por parte de una administración -Trump- saliente del poder. También han influido las tensas situaciones fronterizas y diplomáticas con Alemania y con España. La población marroquí se ha sentido utilizada en el caso de Ceuta, por ejemplo.
El gobierno islamista se mostraba desapegado de la población y tampoco ha logrado mejorar las condiciones socioeconómicas. Todo ha generado una tormenta perfecta que ha caído en tromba sobre el partido islamista, que tampoco ha sabido mostrar liderazgo y capacidad de gestión en momentos críticos como en la pandemia.
Cierto sector de la población (sobre todo, la gente joven) esperaba un gobierno más díscolo con la monarquía que se preocupase por su población, que incentivase unas reformas sociales y económicas reales. No querían de ninguna manera un gobierno que se mostrara pasivo, y en ocasiones hasta activo, en lo que se refiere al encarcelamiento selectivo, de activistas, periodistas e intelectuales. Los islamistas les han decepcionado.
La población marroquí, busca un cambio de aires que modernice el país y lleve prosperidad y riqueza, así como un avance social
La población marroquí, tras una década de poder de los islamistas, busca un cambio de aires que modernice el país, que les lleve prosperidad y riqueza, así como un avance social que siente las bases par que la población pueda progresar sin sin necesidad de migrar. Y quieren evitar errores de calado estratégico que intentan agradar tanto a sus simpatizantes, militantes como a la Monarquía, por ejemplo, el caso del cierre de fronteras con Ceuta y Melilla. El gobierno islamista moderado del PJD ha tenido tiempo durante 10 años de poder definirse más rebelde, pero sobre todo poder autoerigirse como algo distinto a lo que había, pero ha quedado con sabor a descafeinado, sin fuerza.
Desde la otra cara, el gesto claro de la población marroquí a la hora de votar al RNI y al PAM como sus dos opciones predilectas encauzan una línea liberal dentro del futuro político marroquí, las cuales están intimamente unidas al Majzén. Además, debemos tener en cuenta que el país necesitaba un liderazgo claro, firme pero aperturista, en lo que se refiere a la imagen exterior de Marruecos y por ello la opción del partido de Aziz Ajanuch es la que más ha convencido a los electores marroquíes.
Ven en Aziz Ajanuch y su partido una formación que busca cómo poner en marcha un país abierto y dialogante que mira por sus intereses a la vez que comprende los complejos juegos tanto de la diplomacia. Es fundamental esa experiencia a la hora de negociar cuestiones relativas a las áreas fronterizas con Argelia, Ceuta y Melilla o por supuesto cómo tratar con Alemania (primera potencia económica de la zona euro). Las relaciones con Berlín se han tensado en exceso en los últimos meses.
Por lo tanto, la elección del pueblo marroquí no podremos discernir si es acertada o no hasta que pasen unos meses. Lo que sí sabemos es que la identidad de los políticos cuenta mucho y las cuestiones económicas y familiares son de primer orden, por lo que se pasa a un Estado más unido a la hora de la toma de decisiones en el cual no habrá dudas a la hora de actuar. Estará más claro dónde se encuentra el poder y quién lo ejerce.
Amin Lejarza Essalhi es analista internacional.
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