¡Luchemos contra el odio sin sacarle 'partido'! No he encontrado mejor titular para explicar lo cansado que estoy de que se intente instrumentalizar de forma partidista, que no política, todo lo que ocurre en nuestra sociedad.
Este es el artículo que jamás hubiera deseado escribir. Por varias razones, todas ellas complementarias. La principal es la de la decepción que ha supuesto, para mí y para todos cuantos estamos sensibilizados contra la homofobia y contra los delitos de odio, el comprobar que lo que creíamos una horrenda e intolerable agresión contra un chico en Malasaña, no era más que una falsedad. El empeño que habíamos puesto en la denuncia de este caso no puede desacreditar ni deslegitimar, en ningún caso, la lucha por no ceder ni un milímetro en todos los derechos conquistados tras años de lucha con esfuerzo, sudor, lágrimas y sangre, en algunos casos.
Esta mentira, no me cabe duda, será aprovechada, lo está siendo ya, por los simpatizantes de la extrema derecha para tratar de desnaturalizar la lucha del 'colectivo LGTBI' por afianzar y avanzar en la erradicación de una homofobia y unos delitos de odio que, lejos de haber desaparecido de nuestra sociedad, siguen ahí, más patentes que nunca y que nos amenazan a todos. Que conste que nunca me ha gustado hablar de lucha del 'colectivo LGTBI' por la igualdad, porque, desde mi punto de vista, la lucha contra la homofobia y otros delitos de odio, concierne a toda la sociedad, a todos los ciudadanos, a todos los demócratas y no solo a un colectivo…. ¡palabra que me gusta poco, en general!
¡Los datos no mienten! ¡Mienten quienes los ignoran o manipulan!
Contra hechos no valen opiniones y los datos no dejan lugar a la duda: durante el primer semestre de este 2021, los delitos de odio han aumentado en un 9,3 por ciento respecto al mismo período de 2019. Un ratio muy preocupante y que debería bastar por sí sola para acallar todas las voces que, aprovechando los desafortunados sucesos de Malasaña, han recrudecido sus discursos homófobos y xenófobos. Atendiendo a las valoraciones del ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, lo preocupante no es solo el aumento de estos delitos, sino que cada vez son más violentos. Afortunadamente, ya hemos conocido que el Ministerio del Interior creará grupos organizados, tanto de Policía como de Guardia Civil, para perseguir e investigar estos delitos.
Quiero alzar mi voz para que todos los partidos políticos, todos, dejen de instrumentalizar este asunto
Sentado lo anterior, quiero alzar mi voz, de manera clara y rotunda, para que todos los partidos políticos, todos, dejen de una vez de instrumentalizar este asunto. La lucha contra los delitos de odio debería ser de todos los ciudadanos, de todos los partidos y de todos los países. Las diferencias ideológicas que parecen marcar la agenda -en relación a este tema- de las diferentes fuerzas políticas, son el fiel reflejo de lo que pasa también en Europa. En la Unión Europea conviven países, empezando por España que destaca como uno de los más tolerantes y donde la mayoría de ciudadanos reconoce la plena igualdad de derechos de las personas LGTBI, con países que acaban de aprobar leyes descaradamente homófobas y xenófobas.
¡Paren ya la bronca política! ¡Hay denuncias reales!
La bronca política me avergüenza profundamente. Me parece lamentable porque pone el foco en los políticos y no en la realidad, que es el rebrote de la violencia homófoba y de los delitos de odio en general. Los datos y las estadísticas, insisto, están ahí, a la vista de todos. Me niego además a la instrumentalización que se hace, siempre, por la cual un elemento del debate acaba siendo la consideración de que si uno por ser homosexual tiene que ser de izquierdas, de derechas o de centro. Es evidente que es difícilmente entendible que un gay vote un partido de extrema derecha pero, ¡anda que no he conocido conservadores homosexuales! ¡Es lamentable que se haga ideología política de todo esto! ¡Basta ya! Habida cuenta, sobre todo, de que el propio ministro Marlaska ha pecado de imprudencia en todo este desagradable asunto porque las pesquisas de la policía, desde el principio, dejaban lugar a numerosas dudas.
Puedo entender la vehemente e inmediata respuesta del ministro desde un punto de vista personal, me cuesta entenderlo desde un punto de vista institucional. Creo que Fiscalía General del Estado, ministros de Interior y de Justicia, más que otros ministros, deben guardar siempre una exquisita prudencia en estos asuntos para que no suceda lo ocurrido, ser criticados por instrumentalizar políticamente un asunto de esta gravedad mientras siguen las investigaciones.
¡Madrid y toda España siguen siendo referencia de libertad y tolerancia!"
No me ha gustado la posición del ministro como tampoco la del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, o declaraciones como las de la presidenta Isabel Díaz Ayuso. Me parece reprobable que algunos hayan aprovechado, inmediatamente, para arrimar el foco del análisis a su interés político y hablar de una 'madrileñofobia' que no existe, porque no creo que haya más delitos de este tipo en Madrid que en Valencia, Barcelona u otras grandes ciudades, por no hablar de ciudades pequeñas y pueblos. Siempre cuento que una de las razones primordiales por las que establecí hace casi treinta años mi residencia en Madrid fue por la libertad y tolerancia que se respiraba en esta capital. El poder caminar por la calle cogido de la mano de mi pareja o darle un beso en plena vía pública era un lujo que no podía permitirme ni siquiera en muchas ciudades de mi Italia natal. ¡Madrid y toda España siguen siendo referencia de libertad y tolerancia!
He repetido en numerosas ocasiones, y no me cansaré de hacerlo, que donde más dura es la vida cotidiana para los homosexuales, en España y en otros países, es en los pueblos, en las zonas rurales. Es en los pequeños municipios donde el señalamiento se llega a hacer a veces insoportable y asfixiante, ya desde la escuela en muchos casos. No conviene tampoco olvidar que, de cada diez suicidios diarios que se contabilizan según las estadísticas y de los que de una vez podemos empezar a hablar en los medios de comunicación, una parte no desdeñable de ellos vienen por este motivo.
Lo que más daño hace, por cerrar con claridad y contundencia este epígrafe, es el odio ideológico, absolutamente infame, que pervive en este país, y que baja, desde la política hasta la sociedad. Por cierto, se está tardando en tipificar también este tipo de odio como delito, porqué además de influir enormemente hacia una crispación asfixiante en la sociedad, inevitablemente puede contribuir a hacer que la sociedad sea cada día más violenta.
El uso de una mentira para justificar el insoportable negacionismo a la existencia de homofobia
En realidad, lo que hemos vivido esta semana, usar una mentira para negar la existencia de homofobia, no es un fenómeno nuevo. Por cada denuncia falsa de violencia machista, asistimos a un festival de cansinas y anacrónicas declaraciones por parte de líderes políticos instalados en la derecha del arco parlamentario en la que se insiste en negar que exista violencia de género y reiterando, con el afán de que el estrambótico concepto acabe calando, que lo que existe es 'violencia intrafamiliar'. El asunto sería risible sino fuera tan tremendo… si no costara decenas de muertes al año en este país. En el colmo del paroxismo, dialéctico y político, Vox ha llegado a afirmar sin rubor alguno que es más seguro pasear por calles de Budapest que por algunas emblemáticas zonas de Bruselas, sin ir más lejos.
Ninguna pena en cualquier caso podría reparar el durísimo golpe que ha supuesto para cientos de miles de personas LGTBi
En las últimas semanas, Valencia, Melilla, Toledo y por supuesto Madrid han sido escenario de estos intolerables ataques; a una parte no menor de nuestros políticos -que representan, no lo olvidemos, a casi cuatro millones de españoles- les da absolutamente lo mismo. No es que no estén interesados en contribuir a cimentar las bases de un mínimo consenso entre todas las fuerzas democráticas sobre asuntos que no deberían admitir discusión alguna, es que su intención es hacerlo volar por los aires. Directamente. ¿Permitiremos que, por una mentira, que ya se ha demostrado que lo fue, grupos de exaltados y agitadores eleven la voz cada vez más llenando el espacio público, las redes, los medios y por supuesto el parlamento con decenas de mentiras, como llevan ya años haciendo?
Ya saben: que los inmigrantes vienen a España a violar a nuestras mujeres, que las feministas son unas 'feminazis', que no hay dinero para pagar las pensiones más humildes, pero si para darle una paga a los menas, que parte del dinero de nuestros impuestos se destina a pagar chiringuitos con meros fines ideológicos… Podría seguir, pero creo que no merece la pena.
Algunos no son ni siquiera malos políticos… son malas personas
La praxis política de los sujetos y de los grupos que describo, ya sean políticos o de la sociedad civil, es miserable: se apoyan en sucesos que enseguida se han demostrado como falsos -los sucesos de Malasaña- para deslegitimar las reivindicaciones de todos lo que queremos seguir luchando para una igualdad real y total, por una sociedad donde la diversidad sea nuestro signo de identidad y donde todos podamos ser felices.
Quiero recordar a todos que quién mató al pobre Samuel fueron unos blancos, la mayoría españoles, y los únicos que intentaron salvarle, jugándose la vida, fueron unos negros.
El peso de la ley
La simulación de un delito tan grave no puede quedar impune, y el caso ya está en manos de la autoridad judicial competente, una vez recibido al atestado policial. El joven de Malasaña, que en este momento estará probablemente deseando que se lo trague la tierra y que por el momento ha rechazado ayuda psicológica, se expone a una pena de entre seis y doce meses de multa por simulación de delito -ojo, no confundir con otra figura penal, la de denuncia falsa-. Creo que al final se va a quedar en nada y no será castigado penalmente.
Ninguna pena en cualquier caso podría reparar el durísimo golpe que ha supuesto para cientos, miles de personas LGTBi, que han denunciado en el pasado, y desgraciadamente tendrán que seguir haciéndolo, casos sangrantes y verdaderos. Que este chico se haya retractado y haya confesado su falsedad gracias a la presión de un eficaz interrogatorio policial no supone objeción alguna para que pague por lo que ha hecho, aunque, repito, no creo que ocurra. Sinceramente, no le compadezco, aunque no me gustaría estar en su pellejo en estos momentos. Menos aún tras la dimensión que ha tomado el caso. ¡Ojalá se recupere de todo esto!
Espero que, de una vez y para siempre, este desgraciado episodio de Malasaña sirva y sea recordado, no como una mentira por la que se "legitimaron" otras y por la que se recrudeció el odio contra quienes viven su sexualidad de una forma libre y diferente a la "convencional", sino como un aldabonazo en las conciencias, sobre todo en la que hasta ahora pudieran ser más tibias o indiferentes. O nos tomamos muy en serio la tarea de atajar de raíz el odio que sigue vivo en no pocas capas de la sociedad, o corremos el riesgo de llevarnos por delante valores y derechos que creíamos firmemente asentados y que, a la vista queda, no lo están tanto.
¡Luchemos contra el odio sin sacarle 'partido'! No he encontrado mejor titular para explicar lo cansado que estoy de que se intente instrumentalizar de forma partidista, que no política, todo lo que ocurre en nuestra sociedad.
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