Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, tiene por delante un embrollo que es ajeno a sus responsabilidades pero que afecta directísimamente a su supervivencia futura al frente del gobierno andaluz.
Las cartas se juegan ahora mismo en Andalucía a varias manos y Moreno Bonilla tiene que ver cómo sortea el reparto de naipes de modo que perjudique lo menos posible su segunda legislatura, la que pretende presidir en cuanto se celebren las elecciones en el territorio, lo cual deberá suceder en diciembre de 2022 a todo tardar.
En Génova, sede central de su partido, los del PP habrían estado sumamente interesados en que el presidente de la Junta hubiera convocado elecciones anticipadas poco después de las que convocó en Madrid Díaz Ayuso y que se saldaron no sólo con un éxito arrollador de la actual presidenta sino con una catástrofe electoral de Ciudadanos, que se quedó sin representación en la Asamblea de Madrid y con un frenazo muy notable a las expectativas que albergaba Vox, que se tuvo que conformar con un solo escaño y 40.000 votos más de los obtenidos en los comicios de 2019.
Un éxito electoral en Andalucía podría abrirle las puertas de La Moncloa al PP
Para el PP un éxito electoral claro en Andalucía sería de una importancia estratégica porque una victoria allí sumada a la de Madrid podría abrirle a Pablo Casado las puertas de La Moncloa. De ahí su extraordinario interés en tener las cosas muy bien atadas en la comunidad andaluza.
El éxito de Madrid es el que aspiran a repetir en Andalucía pero allí no todo está tan claro. ¿Qué es lo que querría el actual presidente andaluz en sus mejores sueños? Gobernar con Ciudadanos y no depender de Vox para aprobar leyes importantes. Ya está escaldado desde que el partido de Santiago Abascal le tumbara la Ley del Suelo y la de Tributos Cedidos y podría también tumbarle la de los Presupuestos para 2022 después de que el gobierno haya logrado hasta ahora aprobar los correspondientes a los tres ejercicios anteriores.
¿Por qué? Porque en Andalucía tiene Vox su trampolín más favorable para recuperar su imagen de partido en crecimiento y porque es allí donde Abascal tiene la oportunidad más inmediata de dirimir los enfrentamientos con el PP en otras comunidades. Véase Ceuta y la famosa abstención del presidente de la ciudad autónoma en la votación en que se declaró persona “non grata” al propio Abascal. O las consecuencias que tuvo en Andalucía la crisis migratoria de Ceuta cuando el gobierno de Moreno Bonilla aceptó acoger a 13 menores marroquíes, lo que le costó la derrota en la aprobación de la ley del Suelo y la postergación de su trámite parlamentario.
Los populares saben que los conflictos de Vox con el PP se los cobran los diputados del partido verde en el Parlamento andaluz lo que afecta directísimamente a la estabilidad de su gobierno.
Lo que trata Moreno Bonilla es encontrar el momento -creo que se puede descartar ya que pueda agotar la legislatura como él pretendía- en que su partido, el PP, que está creciendo de modo exponencial en intención de voto en esa comunidad, absorba el mayor número de apoyos que en las anteriores elecciones fueron a parar a Vox.
Moreno aspira a gobernar en condiciones de clara superioridad para no condicionar la legislatura
No aspira a dejar a los de Abascal en el chasis porque sabe que eso no es posible y los sondeos de opinión lo ratifican, pero sí a gobernar en condiciones de clara superioridad numérica del PP de modo que su posibilidad de condicionar la legislatura quede reducida a la mínima expresión.
Y ahí es donde está la batalla ahora mismo en tierras andaluzas, porque las perspectivas electorales del PSOE en esa tierra no han conseguido despegar a pesar de que Juan Espadas haya sustituido a Susana Díaz como cabeza de cartel para las próximas elecciones. El Partido Socialista no es ahora mismo enemigo que amenace la victoria del PP, ése no es hoy el problema de Moreno Bonilla.
Más le importa y le preocupa el destino final de Ciudadanos en los comicios que viene. Desde Génova se pretende desde hace tiempo absorber todo el voto que en el pasado haya ido destinado al partido naranja. Pero los de Arrimadas se resisten a morir y están dispuestos a dar la batalla.
Aunque lo están haciendo con extraordinaria torpeza en el caso de Andalucía, su próxima y decisiva cita electoral. Porque, tambaleante como está el partido -se habla de una pérdida de 18 o 19 escaños de los 21 que consiguió en 2018- no se les ocurre ahora cosa mejor que disputarle a Juan Marín la primogenitura en tierras andaluzas y parece que se pueden presentar a las primarias la actual consejera de Igualdad Rocío Ruiz y el diputado Fran Carrillo.
La guerra entre las distintas familias del partido naranja es de dominio público en Andalucía, lo cual produce una imagen de descomposición que es lo último que conviene a una formación política que se juega literalmente su supervivencia en las elecciones andaluzas: si logra sobrevivir tendrá la opción de intentar recomponerse para poder concurrir a las generales, pero si desaparecen del parlamento andaluz como han desaparecido de la Asamblea de Madrid, habrán firmado su definitiva acta de defunción.
Pero el presidente de la Junta sabe que, en caso de fracaso electoral de Ciudadanos, los votos que esta formación pierda en Andalucía habrán ido a parar al PP en su casi totalidad.
Y, dado que el PSOE no amenaza hoy la victoria de los populares, la apuesta decisiva se circunscribe a robarle a Vox el mayor número de votos de modo que no permitan a los de Abascal condicionar de manera decisiva la legislatura. Esa es la batalla que se va a dar en Andalucía desde ahora y hasta que Moreno Bonilla concluya que ha llegado el momento de convocar a los andaluces a las urnas.
Mientras tanto, intentará recorrer lo mejor que pueda el alambre por el que circula ya sabiendo que lo que suceda será en su tierra condicionará la posición electoral de Pablo Casado respecto de Vox en los próximos comicios generales.
Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, tiene por delante un embrollo que es ajeno a sus responsabilidades pero que afecta directísimamente a su supervivencia futura al frente del gobierno andaluz.
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