La mesa de negociación, que me imagino así como enarenada para el evento, ganaría mucho llevando a esa especie de buda ario en tetas que vimos en la pelotera del Fossar de les Moreres. Sí, el que intentaba arrojar una papelera sin tropezar con sus pantalones (su hucha parecía vencer la gravedad con más éxito que sus brazos). O el calvo con melena que aparecía por ahí, como pidiendo paz o sólo papel de fumar.

Yo siempre he creído que un calvo con melena tiene todas las de ganar en cualquier negociación, porque ya ha encontrado el justo medio aristotélico en el peinado, en la pereza, en la vida. Volaban sillas y botellas, volaba el culo del buda más que la papelera, volaba una melena con calva, tan metafórica, ese agujero rodeado de derroche, como la patria oprimida... El independentismo es ya un navajeo por una esquina o por una litrona, y yo creo que esta gente tiene más derecho a estar en la mesa que el beato Junqueras con su teología legañosa de ojo de Horus.

Se habla de autodeterminación e independencia y de que lo que se negocian son asfaltados de aeropuerto, casas de pájaros y monedas colilleras

En la mesa del paripé, donde se llevará a cabo una negociación eterna, sin principio ni fin y sin la ironía de la mesa del dómine Cabra, estarán por parte del Gobierno Iceta, Castells, Yolanda Díaz y Bolaños, que es como un equipo de dibujitos animados, hecho para entretener. En la otra parte, al otro lado de la vajilla de perdices y de las orquídeas del Prat, estarán mártires y chupatintas indepes. Ninguno está en la realidad: en el Gobierno, porque el sanchismo es lo contrario a la realidad; y entre los indepes, porque faltan el buda ránido y el calvo con melena, o sea alguien que represente la verdadera voluntad del independentismo de partirse la cara a zurriagazos de bandera, a boinazos de patria, a morcillazos de botifler, palabra que suena a chacina. Ellos sí están en la realidad, la de una sociedad que ha sido impulsada a la locura y se está autodestruyendo no entre facciones sino entre desconciertos.

El buda olímpico y el calvo con melena yo los veía, más que hiperventilados o guerreros, desconcertados. Ya no es que salgan a volar cometas alegóricas y terminen lanzando cascotes, sino ese desconcierto de no saber dónde estás o a quién quieres tirarle de verdad la papelera, que yo creo que por eso la papelera y la hucha del buda se quedaron a medio camino. Les dijeron que la independencia estaba ahí pero no estaba, y les siguen diciendo lo mismo a pesar de que ERC sólo busca un respiro y Junts sólo quiere un principado de barquillo para Puigdemont, cueste lo que cueste, como el príncipe de galletas de antojo que es él. Todos saben que no vino la independencia sino la cárcel. Todos saben que no amaneció la república sino aquel 155 silencioso, manso, ejecutado sólo por secretarios y carteros, contra el que los arrojados rebeldes no hicieron nada. Y todos ven que se habla de autodeterminación e independencia a pesar de esto y que lo que se negocian son asfaltados de aeropuerto, casas de pájaros y monedas colilleras. Cualquiera estaría confundido, más un calvo con melena.

Los que inventaron el procés ya saben que no es posible pero no se atreven a decirlo, por mucho que todo se vea fracasado o rendido. Los políticos están acostumbrados a las contradicciones y aún pueden jugar mucho con todo esto, es lo que van a hacer en esta larga mesa de negociación o de castillo en la que la ida y la venida de la vajilla en carroza y de los mayordomos en tacataca consumirán mucho más tiempo que la sopa. Pero los indepes de calle, creyentes chandaleros como esos creyentes con escapulario, ya no saben qué hacer y, como no conciben rebelarse contra el mito, terminan tirándose piedras entre ellos como el que las tira al río, entre la frustración y el aburrimiento.

Los políticos independentistas siguen ahí, como pedaleando sin bicicleta, como corriendo en el aire

Un buda con andares de pingüino y un calvo con melena se cruzaron en Barcelona, desconcertados como todos en esa Diada desconcertada. Los políticos independentistas, de verdad o sólo del 3 %, le han metido tanta independencia a la gente que ahora la realidad se la quita y ellos siguen ahí, como pedaleando sin bicicleta, como corriendo en el aire, un poco como el Coyote o como Filemón antes de caer al vacío. Un buda enredado entre sus pies como en papel del váter y un calvo con melena se tiraban piedras o se tiraban mecheros o se pedían calma o ni siquiera se encontraron ni se hablaron, pero a mí me han parecido la realidad de Cataluña ahora, mientras esperamos que pongan una larga mesa para la sopa fría que no tomará al final nadie.

La violencia siempre ha estado en el independentismo porque sin violentar la ley y los derechos de los demás uno no puede hacer ni siquiera la revolución de chocolate suizo de Puigdemont. Pero el buda derretido y el calvo con melena, y todos los que estaban allí, había algo más en ellos, un desconcierto, un descarrío, una desorientación. No era exactamente una pelea entre facciones, porque el independentismo no es una ideología sino una entente melancólica artificial y artificiosa. Lo que pasa es que el artificio se derrumba. El buda torpe con la papelera o con los pantalones, como torpe con un nunchaku; el calvo con melena, no como transacción con la naturaleza sino como fracaso ridículo de las contradicciones... Ellos son la realidad del independentismo, no ya la violencia pandillera, ni la pelea entre barberillos castizos, sino ese artificio que sólo deja caos cuando cae porque nadie se preocupó por dejar nada más detrás. Ellos son la realidad, la de una sociedad que se destruye. Pero nada en esa mesa será realidad, así que nos quedaremos con los beatones y los trileros.

La mesa de negociación, que me imagino así como enarenada para el evento, ganaría mucho llevando a esa especie de buda ario en tetas que vimos en la pelotera del Fossar de les Moreres. Sí, el que intentaba arrojar una papelera sin tropezar con sus pantalones (su hucha parecía vencer la gravedad con más éxito que sus brazos). O el calvo con melena que aparecía por ahí, como pidiendo paz o sólo papel de fumar.

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