Los cuatro años de gobierno de Mariano Rajoy dejaron un buen legado económico, pero llevaron a la fragmentación de la derecha. La corrupción alimentó el crecimiento, tan súbito como efímero, de Ciudadanos; la pérdida de perfil ideológico condujo a la eclosión de Vox. Lo que demuestra que no sólo de economía vive el hombre.
Pablo Casado heredó un partido en desbandada y emparedado entre dos competidores, en el centro y la derecha, que amenazaron con comerse al PP no dejando ni las raspas. Los errores de Albert Rivera llevaron a Ciudadanos a la irrelevancia en apenas ocho meses, y, de ese colapso, se ha alimentado el PP para recuperarse de los desastrosos resultados electorales de 2019. Lo que reflejan las encuestas en los últimos meses no es ni más ni menos que el trasvase de los antiguos votantes de Ciudadanos al partido que consideran más próximo a su ideología e intereses.
Sin embargo, Vox no se desploma. Aunque caiga ligeramente y en algunas regiones, como Galicia, sus resultados son calamitosos, el partido de Santiago Abascal sigue firme como una roca.
El vendaval de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones del pasado 4 de mayo desarboló a la izquierda, pero hubo 330.000 madrileños (un 9,13% de los electores) que votaron a Vox, haciendo imprescindibles sus 13 escaños para dar estabilidad parlamentaria al gobierno popular.
En Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla necesitará a Vox para gobernar porque Ciudadanos está al borde de la desaparición. En Murcia sucede otro tanto. En Castilla León, a pesar del escaso peso actual de Vox, su papel puede ser clave ante un probable hundimiento de Ciudadanos.
Tan sólo en Galicia Núñez Feijóo ha conseguido consolidar su mayoría absoluta y no necesita de Vox, partido al que golpea sin piedad siempre que tiene ocasión.
El cordón sanitario que pretende la izquierda respecto a Vox sólo persigue un fin: impedir un gobierno de derechas
Si hubiera elecciones generales hoy en España, es probable que ganase la derecha, pero el PP necesitaría de los escaños de Vox. No hay ninguna encuesta que no le haga imprescindible para que las aspiraciones de derribar a la coalición de izquierdas se hagan realidad (tal y como refleja la encuesta que publica hoy El Confidencial).
Eso lo sabe Casado. En Génova Vox provoca la misma sensación que la muleta para el cojo: la odian porque les recuerda que están cojos, pero la necesitan para poder caminar.
El líder del PP tiene por delante, en la convención de Valencia, montada para reafirmar su liderazgo, la difícil tarea de diferenciar el programa de su partido de los planteamiento de Vox, pero sin golpear a los de Abascal hasta tal punto que le haga imposible pactar con ellos.
Desde luego, lo que no puede hacer Casado es caer en la trampa de la izquierda, que reclama montar un cordón sanitario en torno a Vox, como han hecho todos los partidos alemanes respecto a Alternativa por Alemania. En primer lugar, porque Vox no es un partido neonazi. En segundo lugar, porque el objetivo de esa campaña no es que el PSOE y UP admitan en el club de los demócratas al PP, sino impedir, de hecho, que pueda haber una alternativa real a la coalición de izquierdas.
Vivimos, por desgracia, en un país en el que la política se hace con la brocha gorda. En algunos temas las diferencias entre los planteamientos del PP y de Vox son de matiz. En otros, como la defensa de la unidad de España, hay una total coincidencia. Y en otros, como las políticas de igualdad o la inmigración, donde las diferencias sí son apreciables. A veces, la mejor forma de diferenciarse está en las formas. Pero Casado teme quedar como maricomplejines frente a Abascal y eso le hace elevar tanto el tono de su discurso que a veces es difícil diferenciarlo de este último.
Si quiere gobernar en 2023, Casado tiene que atraerse a una parte de los tres millones y medio de votos fieles a Vox. Sólo una catástrofe -que ahora no se atisba en el horizonte- provocaría un desplazamiento suficiente como para que el PP pueda aspirar a gobernar en solitario.
Por tanto, guste o no guste, si Casado quiere llegar a la Moncloa tendrá que hacerlo ayudado de la muleta de Vox.
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