Alemania ha votado y todo indica que tras las elecciones no sólo habrá un sucesor de Angela Merkel, sino que las coordenadas políticas del país cambiarán de forma más significativa de lo que era previsible hace seis meses.
Desde la noche de las elecciones, el esquema de colores políticos que se utiliza popularmente en Alemania para caracterizar las constelaciones políticas ha cambiado: ahora son los colores de un semáforo los que muy probablemente caracterizan al próximo gobierno: rojo, amarillo y verde. Estos colores representan a los socialdemócratas (SPD), los liberales (FDP) y los verdes. Como los colores de un semáforo determinan diferentes cursos de acción, queda la curiosidad de saber cómo se coordinarán las señales hasta ahora opuestas por parte del próximo gobierno.
Debido a su estrecha ventaja del 25,7% sobre el 24,1% de la CDU/CSU, el SPD y su candidato a canciller, Olaf Scholz, reclaman el derecho a liderar el próximo gobierno. Muy probablemente, por primera vez habrá una coalición de tres partidos muy diferentes. Esto significa que conceptos políticos muy distintos tendrán que ser llevados a un denominador común.
Sin embargo, esto no parece totalmente descartado porque los tres partidos tienen una fuerte voluntad de participar en el próximo gobierno. Los mayores obstáculos están probablemente en la política social y financiera. El SPD ha prometido aumentar el salario mínimo a 12 euros por hora. Aunque no lo introducirá de inmediato durante el próximo año, cabe esperar un acuerdo que apunte en esta dirección.
Los resultados demuestran que la CDU no ha abordado los temas que mueven a un gran número de votantes y ha perdido el contacto con los grupos sociales que pueden decidir una elección
Además, el SPD y también los Verdes quieren aumentar los impuestos a las rentas altas, posiblemente mediante un nuevo impuesto sobre el patrimonio y un aumento del impuesto de sucesiones. Estos planes se han topado hasta ahora con la férrea resistencia de los liberales, que quieren aliviar la carga de las empresas en particular.
Sin embargo, porque todos los partidos se esfuerzan por aliviar la carga fiscal de las rentas medias, es posible que se llegue a un acuerdo en este ámbito, de modo que se suban un poco los tipos impositivos superiores y se alivien las rentas medias. Así, los liberales también podrán impulsar el mantenimiento del llamado freno de la deuda, que los otros dos partidos quieren suavizar.
También se cumplirán algunas promesas de los Verdes sobre la lucha contra el cambio climático y el cierre anticipado de las últimas centrales térmicas de carbón, aunque nadie puede decir de dónde cubrirá Alemania sus crecientes demandas de electricidad porque es obvio que dentro del país no se genera suficiente energía renovable.
Los vecinos de Alemania estarán contentos porque entonces podrán exportar más electricidad a ese país, aunque se produzca con energía nuclear en Francia y la República Checa y con carbón en Polonia. El pragmatismo es de esperar también en este asunto. En cualquier caso, tampoco los Verdes quedaron muy claros respecto a la solución de esa cuestión y durante la campaña electoral evitaron señalar los costes de las medidas drásticas de protección del clima.
Mantener el freno de la deuda será una señal para la política europea de Alemania, de la que, por cierto, no cabe esperar cambios drásticos. El futuro gobierno alemán también es consciente de su responsabilidad para con Europa. París y Bruselas serán sin duda los destinos de los primeros viajes al extranjero del futuro canciller.
Para la CDU/CSU, el resultado de las elecciones significa algo más que la pérdida del liderazgo del gobierno. Las elecciones han dejado al descubierto las debilidades del partido, que durante mucho tiempo han quedado ocultas por la popularidad de la canciller - y de las que Angela Merkel también tiene una parte importante de responsabilidad, ya que, al fin y al cabo, fue presidenta de su partido durante 18 años (2000 hasta 2018). Hace cuatro años, Merkel pudo celebrar una victoria electoral, pero incluso entonces la CDU/CSU experimentó un considerable descenso de votos.
En su momento, Merkel impidió una evaluación honesta de las razones de la pérdida electoral. En cambio, renunció a la presidencia del partido ante las continuas derrotas de la CDU en las elecciones regionales de 2018. Como canciller, se mantuvo muy popular en casa y a nivel internacional. Pero los resultados de las elecciones del 26 de septiembre demuestran que la CDU no ha abordado los temas que mueven a un gran número de votantes y ha perdido el contacto con los grupos sociales que pueden decidir una elección.
La CDU sigue teniendo muy pocas mujeres en puestos importantes del partido. También le cuesta encontrar el tono adecuado con los grupos de votantes más jóvenes. Como resultado, ha perdido importantes grupos de votantes, que debe recuperar a toda costa si quiere tener alguna perspectiva de volver a liderar un gobierno federal. Debe aprovechar su futuro papel de oposición para reposicionarse en términos de programa y de líderes partidarios.
Si bien, las elecciones provocan un cambio de gobierno, Alemania continua ser un ancla de estabilidad en Europa.
Wilhelm Hofmeister es representante de la Fundación Konrad Adenauer en España y autor del libro: Los partidos políticos y la democracia. Teoría y práctica en una visión global. Madrid: Editorial Marcial Pons, 2021.
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