La Convención del PP no terminó con Casado en la plaza de toros de Valencia, que tampoco él es Morante de rosa y azabache, moviendo al gran toro / partido como un relojito de arena. La Convención del PP terminó cuando Ayuso le dijo a Casado, con boquita de piñón de novia de Chaplin, que su sitio era Madrid. Sin entusiasmo, sin pestañeo, pero lo dijo. Habían pasado barones y padrecitos de Casado como en un cumpleaños; habían pasado todos por una España barajada en estampas de ciudades y juegos de la oca gastronómicos, por ir enriqueciendo al líder como a un santo al que se le cuelgan viandas... Pero llegó Ayuso de Nueva York como si llegara de Aranjuez, entrevistada sólo por Telemadrid, y era como si ella trajera las llaves de la finca y la hora de acabar el guateque. Parecían todos sus realquilados. Luego, a Casado tuvieron que ponerle la plaza de toros como un castillo hinchable.
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