Todos se llevan por ahí el dinero, los futbolistas infantiloides como su cromo de bollo, los presidentones con fajín de bombo o de mortaja, los cantantes de cocotero y hasta los escritores con la industria algodonera de sus libros. Y aquí caben desde Guardiola a Vargas Llosa, que últimamente está en todos lados, parece el único escritor como el único médico del pueblo. Los papeles de Pandora nos están desvelando ahora que los ricos se llevan el dinero lejos, pero lo cuentan como nuestro vecino cuenta sus vacaciones, de manera que son más importantes la distancia, el exotismo y el contraste (ese vecino con una anaconda o con un lama) que el montante o su daño. Vargas Llosa, aunque se haya ahorrado en impuestos casi tanto como en buenos adjetivos, nunca igualará a la familia Pujol. Pero un poeta escondiendo dinero en caracolas marinas, como tirabuzones petrarquistas de la amada, es mucho más exótico que un político con tirantes que funda una patria para mangar como si fuera una lechería familiar.
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