Hoy, 12 de octubre, no es un mal día para reflexionar sobre la influencia de la música española en el mundo, que no ha sido poca. Si en el arte pictórico lo hacemos con frecuencia para referirnos a Velázquez o Picasso, reivindicamos lo propio en lo musical. Lo haremos sin remontarnos a cómo los primeros que hicieron las américas se llevaron, entre biblias y armas, un importante legado musical que floreció, claro. Aunque a la vista del reguetón, habrá quién reniegue de en qué se convirtieron nuestros coros y danzas con el paso de los siglos.
Descartemos. Con la lírica nos pasa igual que con el arte pictórico. Que mencionar a Carreras, Domingo, Kraus, Caballé o a Arteta no tiene mérito, porque es de todos sabido que causaron impresión en el mundo. El folklore no está en esta lista, porque habría que dedicar un importante espacio solamente para reflejar la cantidad y calidad de estudios universitarios que se han hecho sobre el tema. Tampoco podemos profundizar demasiado en algo evidente y que ya ha sido aquí repetido por expertos como Juan Luis Cano o Pepe de Lucía: el flamenco, que es universal, es nuestro único valor exportado.
Dediquemos estos cortos minutos de lectura y escucha a caer en la cuenta de algunos de nuestros artistas pop que han influido en el mundo.
Vamos a empezar por Los Bravos. Pues sí, bravo y olé por ellos, cuando ves que llegaron a ser prácticamente número uno en Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Augusto Algueró vio en ellos a los “Beatles españoles”, y les puso a cantar en inglés. Triunfaron con una canción que tampoco les gustaba demasiado a ellos mismos: “Black is Black”
Desde la época ye-ye hasta ahora, no se crea el lector que han dejado de hacer “bolos”. Ahí siguen los Bravos.
Al dúo Baccara también le hicieron ver que era importante cantar en inglés si querían comerse un colín fuera de España. Daba igual su pronunciación de un profe de primaria, porque eso marcaría el nivel exacto de exotismo. Para los angloparlantes, por la nostalgia de sus noches en Mallorca, y para los hispanos, por esa internacionalización de dos chicas que aunque ahora nos parezcan una sosez en cualidad vocal y movimiento en el escenario, en aquel momento, con moverse un poco, ya estaban al día en el “último grito” de las “boîtes”. Aunque una de las chicas nació en Madrid y la otra en Logroño, hay que reconocer que sus discos eran alemanes. La “culpa” de su éxito la tuvo una noche en un hotel nada menos que de Fuerteventura. Ahí es donde se encandiló un empresario germano que pagó la fiesta de que se fueran con él de aventura musical. El resultado fue un éxito en todo el mundo que duró desde 1977 a 1981, con actuaciones en los países que menos imaginamos. De hecho siguieron, cada una con su propio grupo “Baccara” junto a otras dos mujeres, hasta que hace unos días, y más de 40 años después de aquella noche en Canarias, la voz de María nos dejó para siempre.
Lo de Julio Iglesias merece artículo aparte. Básicamente porque es el artista español más exitoso de todos los tiempos. Su carrera es la historia de un dandy “typical spanish” que dejó los guantes de portero del Madrid cuando aún estaba a tiempo de aturdir a las jovencitas de un planeta en los 70, con su cantar suave y melódico. La verdad es que el anecdotario de su triunfo internacional comienza con una batalla memorable entre dos madrileños. Se trataba del propio Julio, que a pesar de su canto a Galicia, nació en la maternidad de Mesón de Paredes, y otro que durante décadas dirigió los destinos de la música en España y parte del mundo: Rafael Revert, el creador y primer director que tuvo la marca “40 Principales”. El experto no creyó que “Julito” llegaría muy lejos, y a pesar de ser quien escribía las crónicas desde España para la prestigiosa revista “Billboard” norteamericana, no le dió la importancia que Julio estaba convencido que merecía en aquel país. Ese “pique” acabó con el empeño conseguido de la fulgurante estrella en llegar a las américas por la puerta grande, y con un concierto multitudinario, al que fue invitado el directivo, solamente para que Iglesias pudiera enseñarle, a modo de venganza y desde el escenario, su portada en el Billboard. La prueba y culmen de su éxito norteamericano fue ese “All of you” junto a Diana Ross.
326 discos de oro son muchos discos. No caben en cualquier casa. Bueno, en la de uno de Linares llamado Raphael, sí. Y le acompañan, ojo, 49 de platino y el único disco de Uranio concedido a un artista de habla hispana, por vender más de 50 millones de copias. Aunque se ha querido siempre comparar a Iglesias con él, la respuesta propia de un auténtico divo sería, seguramente, la que dio su personaje en el principio de “Mi Gran Noche”, la cinta de Álex de la Iglesia que gira en torno a su figura. “¿Conoce usted a Enrique Iglesias, el hijo de Julio Iglesias?” fue la pregunta, que recibió por respuesta en el guión un “no sé quién es Julio Iglesias”. Como si lo hubiera dicho él. Vamos a verle a dúo junto al eterno “tigre de Gales”, Tom Jones.
El mismo Tom Jones que cantó con el no menos famoso mundialmente hijo de Julio, Enrique:
Aunque parezca mentira, no fue gracias a la “mano en la sombra” de su padre que consiguió triunfar Enrique. Más bien fue su tozudez, y conseguir pegar primero en Estados Unidos. Si hubo influencia de Julio, fue porque los medios se hicieron eco de que el vástago también cantaba. El mundo entero ha bailado esto de “Bailamós”. Sí, aguda, porque hasta la sílaba tónica bailó también hasta el final de la palabra:
Sin embargo, cuando nos tomamos en serio como reto lo de conquistar musicalmente, ya no digo el mundo, sino Europa, nos tenemos que ir a los 60 para encontrar algún triunfo en Eurovisión. Pero nuestros artistas no dejaron nunca de hacerlo, y cuando menos se lo esperan.
Ahí está “La Macarena” de Los del Río, que llegó a bailar hasta el Presidente de los Estados Unidos de América, y el “Aserejé” de Las Ketchup, que traían aprendido en su bailecito los turistas cuando llegaban a nuestro país hace ya ¡veinte! años. Las Rocíos, Jurado y Dúrcal, también fueron internacionales, sobre todo en latinoamérica. Ana Belén se llevó su Grammy Latino, Sabina está harto de girar por el mundo, y Alejandro Sanz tiene más seguidores fuera que dentro. Pero si hay una muchacha que ha sabido lanzarse al mundo, esa, ha sido Rosalía.
Nada como no abandonar tus raíces suburbiales y flamencas, catalanas de adopción y crecidas cerca de la fábrica de Chupa Chups en Sant Esteve Sesrovires, para causar impacto de autenticidad en un mundo de Instagram y postureo anglosajón. Ahora ya puede dejar aparcado el flamenco para ponerse a la última, porque dio el paso y en esto del éxito, todo es empezar.
Han sido muchos, y los que vendrán. En el carácter hispano anda serpenteando siempre un navegante que se lanza a buscar otros mundos. Qué le vamos a hacer.
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