El Congreso del PSOE ha sido una master class de comunicación política previsible y anunciada, avanzaron todos los medios hace meses su giro a la socialdemocracia, como así ha sido, para que los votantes intenten olvidar los fracasos de su gestión en el gobierno con la extrema izquierda. Lo que nadie se atrevió a avanzar es que se apropiaría en exclusiva del fin de ETA como un logro del PSOE, algo que no hizo ni Rubalcaba, ni el CNI, ni las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que fueron los que podrían haberse puesto esa medalla.
Sorprendió escuchar a Felipe González pedir a gritos libertad en su partido, fue casi patético, además de vergonzante. El hombre que construyó la democracia española, a punto de cumplir 80 años, pidiendo libertad a los suyos para pensar y decir lo que quieran, en un partido de izquierdas, supuestamente progresista y aparentemente democrático. Dijo González: "Yo me siento libre porque digo lo que pienso y pienso lo que digo". Reclamó a la actual dirección del PSOE la libertad de pensamiento que ha cercenado el presidente del Gobierno, y lanzó un dardo envenenado a Zapatero: "Me repugnan los tiranos de cualquier signo. No me importa que se disfracen con una bandera o con otra. La tiranía es una abyección". El expresidente con una sonrisa recibió ese misil, durante el Congreso fue el mayor aliado de Sánchez, siempre coqueteando con Nicolás Maduro y otros tiranos en nombre de España.
El hombre que construyó la democracia española, a punto de cumplir 80 años, pidiendo libertad a los suyos para pensar y decir lo que quieran, en un partido de izquierdas, supuestamente progresista
Felipe González no fue al Congreso a apoyar a Sánchez, sino a reivindicar con su presencia a los miles de militantes y cargos públicos sin voz ni voto en este nuevo Partido Sanchista Obrero Español. Sánchez lleva cuatro años de Secretario General, antes intentó serlo por la puerta de atrás, sin censo, ni interventor y colocando las urnas tras una mampara, luego lo fue gracias a la militancia. Lo primero que hizo fue purgar a todos los que le habían echado del partido meses antes. Fulminó a José Blanco, a Juan Fernando López Aguilar, a Tomás Gómez, que fue alcalde de Parla y secretario general del partido en Madrid. Si la militancia le hizo secretario general, la acalló de golpe al llegar al cargo evitando en órganos de poder a muchos de los socialistas más votados por ella, como Antonio Pradas, el más votado en Sevilla, que fue quien llevó a Ferraz las listas para provocar su dimisión en 2016, o Ignacio Urquizu, el más votado en Teruel, Óscar Galeano, el más votado en Zaragoza,… Todos fuera y en su lugar colocó a los suyos, que ni siquiera habían estado en las listas de candidatos. Así es la “dedocracia” interna de Sánchez. Lo mismo hizo en Madrid confeccionándole la lista electoral a Gabilondo, mientras José Manuel Franco, entonces secretario general en Madrid, pedía perdón uno a uno a los eliminados de la lista por Moncloa. Hace ya mucho tiempo que el PSOE no decide, solo lo hace Pedro Sánchez.
Purgó a quien hizo falta por ponerle palos en las ruedas para alcanzar el poder, incluso a sus amigos, cuando los independentistas catalanes se lo pidieron en las negociaciones para investirla presidente. Fue Rufián quien le reclamó la cabeza del Ministro Josep Borrell y la consiguió. Torra quien le pidió purgar a Carmen Tejera, la abogada del Estado que denunció malversación de fondos públicos en el juicio a los líderes del procés, fue cesada. Luego Edmundo Bal, que vio rebelión y no sedición, incluso a la Fiscal General del Estado Mª José Segarra, incómoda para los independentistas, a la que sustituyó por la obediente Ministra de Justicia Dolores Delgado.
La purga de Sánchez es constante e interminable. Irene Lozano, cesada como Secretaria de Estado de la España Global para recolocarla en el Consejo Superior de Deportes. Fernando Garea, nombrado por Sánchez presidente de la Agencia EFE que no obedeció de forma ciega las órdenes de Moncloa y fue cesado fulminantemente del cargo. Ábalos, Susana Díaz, Iván Redondo, Leguina, Nicolás Redondo Terreros, Antonio Miguel Carmona…
En nombre de todos ellos habló Felipe González en el Congreso Federal, porque a ninguno de ellos se le hubiese permitido hacer una petición similar de libertad de expresión sin abrirle un expediente en el partido. Como dijo recientemente en una entrevista Tomás Gómez: “Sánchez solo deja un patrimonio, purgar a los buenos socialistas”. Por ello el Congreso Federal ha sido una balsa de aceite en el que se ahogaron las opiniones contrarias al amado líder supremo.
El Congreso del PSOE ha sido una master class de comunicación política previsible y anunciada, avanzaron todos los medios hace meses su giro a la socialdemocracia, como así ha sido, para que los votantes intenten olvidar los fracasos de su gestión en el gobierno con la extrema izquierda. Lo que nadie se atrevió a avanzar es que se apropiaría en exclusiva del fin de ETA como un logro del PSOE, algo que no hizo ni Rubalcaba, ni el CNI, ni las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que fueron los que podrían haberse puesto esa medalla.
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