Yolanda Díaz, comunista fina sin flequillo de hacha, sin sobaco de champiñones, sin camiseta de zombi, se va a encargar de la próxima revolución de la izquierda, que en realidad es la misma revolución de siempre, la que nunca les ha salido bien, pero a la que le siguen poniendo mucho tesón como el que le pone muchas velitas al santo sordo. Una nueva agrupación política alrededor de un líder carismático o fotogénico, que agrupe sensibilidades diferentes, amplia y transversal, enfocada en los intereses del pueblo y los pueblos, que dé voz a la mayoría social… Eso es algo que nunca habíamos visto desde al menos, no sé, Podemos. Así que Yolanda Díaz, comunista vaporosa, seño guay, Rosa León del Gobierno, va a hacer otro Podemos pero no será Podemos. Ni será la IU de Anguita, ni siquiera la del pobre Alberto Garzón, ya sólo una especie de ministro botones. Será otra cosa, claro, la que nunca supieron hacer.
De lo de Yolanda Díaz sólo conocemos que será algo de Yolanda Díaz, igual que de Podemos sólo sabíamos que iba a ser algo de ese Pablo Iglesias que iba por las teles con negruras y reverberaciones de mentalista, como Anthony Blake. Exactamente igual que sabíamos que lo de Errejón era algo de Errejón y lo de Carmena algo de Carmena…Eso no son partidos, esos son marcas de magdalenas o de quesos o de lentejas, con la imagen de la bella molinera, el señor ventero o la abuela de anafe diciéndonos todo lo que necesitamos saber del producto. Mucha democracia de abajo a arriba, pero esta izquierda siempre empieza por el pináculo, sea un señor cura como Iglesias o un hada madrina abogada como Díaz.
Esta izquierda siempre empieza por el pináculo, sea un señor cura como Iglesias o un haba madrina abogada como Díaz
PABLO IGLESIAS
Lo primero es el líder, que luego ya enseguida se unen solos la mayoría social, el pueblo siempre tan huérfano y tal. Se une incluso toda esa izquierda que se había separado justo antes, los purgados, los desterrados, los puristas, los letraheridos, los herejes…O esa parece la ingenua intención. Todo para que aquello vuelva a estallar, otra vez, como las veces anteriores. Así llevan desde la Primera Internacional, y eso no lo iba a solucionar Iglesias con sus velas negras ni lo va a solucionar Yolanda Díaz con su algodón de azúcar. Esto sólo lo solucionaron en la URSS, donde el disidente no volvía para montarte otro partidito e invitarte a magdalenas, por supuesto, ni se iban perdiendo votos porque no había. En la URSS y en la Iglesia, claro.
De momento, todo lo que hay de ese partido, plataforma, salvavidas o lo que sea es ella o su aureola, como un maniquí sin más que una pamela allí en el escaparate vacío. “Si hay ruido de egos es probable que me vaya”, ha avisado, además. O sea, que ya basta y sobra con un ego, el suyo, carismático y solipsista, un ego que requiere silencio como un pianista. No sabe uno cómo se construirá ese frente amplio desde esa soledad del compositor, sobre todo porque también ha dicho que “en la alternativa en la que estoy trabajando los partidos no pueden ser protagonistas”. Sin egos zumbones molestando a su ego primigenio y seminal, ni tampoco partidos alborotando su proyecto, que es así como una cosa nocturna y abuhardillada, uno se pregunta qué puede quedar, aparte de ella sola.
Yolanda Díaz recitando cada día lo escrito por la noche bajo la inspiración de una lechuza o de Lenin descendido en lechuza… Como Iglesias, sí, pero esta vez sin señoros. El frente amplio se conseguirá entonces por adhesión al proyecto inspirador y mesiánico, por supuesto. La otra opción sería volver al espíritu del 15-M, votar en un tetrabrik la paz en el mundo o la abolición del gluten. La democracia pura, directa, asamblearia y descalza. Podrían crearse asambleas locales y llamarse, quizá, círculos. Incluso ése podría ser el logotipo, un círculo de colores progresistas, feministas…: ¡morado! Pero estas dos opciones se podrían combinar: el sabio equilibrio entre el liderazgo sólido y el runrún de la gente… Y ya, a partir de ahí, asaltar los cielos. Ay, qué melancolía…
Yolanda Díaz, comunista de plumón, va a lanzar su partido, su plataforma, lo que sea, la nueva balsa de la izquierda, una izquierda que parece toda hecha de cañizo y náufragos reutilizados una y otra vez. Lo que hay es lo que hay: IU que parece ya como hablar de la Mirinda, el Podemos fracasado, abandonado bíblicamente por su propio creador, los nacionalismos socialistas cuyas palabras no quiero unir, Monedero y Errejón y Carmena y Colau y Teresa Rodríguez… Y también Iglesias, que después de abandonar el Gobierno y su partido aún parece que aspira a controlar esta plataforma, como si sólo le gustara la política haciendo de ventrílocuo o de mirón, que parece una perversión de impotente más que otra cosa… Eso es lo que hay, más la chapita en la chupa y la fiesta del PCE con tortilla proletaria y sonido de radiocasete enredado. Todo lo que ya se unió, fracasó, se llovió o estalló antes, y que ahora sólo Sánchez sostiene.
Si lo de Yolanda Díaz no es esto que decimos, será otro PSOE, y a lo mejor por ahí puede tener éxito, porque no tenemos socialdemocracia, sólo sanchismo Old Spice. Pero sí, lo de Díaz es justo lo que decimos, porque son los mismos aunque con una seño de ludoteca al frente. Eso significa que ya no hay más que pensar ni inventar, está todo hecho y sólo cabe repetirse en la melancolía. Yolanda Díaz va a inventar Podemos o va inventar IU o va a inventar a Colau, confiando en nuestra desmemoria. Luego, como esto no es la URSS ni Latinoamérica, el pueblo les dejará en un 10% de los votos y volverán a pensar el siguiente líder, sea molinera o cura o guerrillero, y la siguiente revolución, que esta vez sí funcionará. Llevan así, ya lo he dicho, desde la Primera Internacional.
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