La controversia es vieja, tan vieja como el mundo, y España no podía ser ajena a un debate que, si he de ser sincero, además de estéril me parece profundamente estúpido e inútil…¡Anda que no hay cosas más importantes de las que debatir y hablar! Por increíble que parezca, durante los últimos días se ha vuelto a convertir en ‘trending topic’ y a ‘triunfar’ en las redes sociales: ¿Puede llevar una ministra de izquierda, de Unidas Podemos o comunista un bolso de Louis Vuitton? ¿Debe, por ser de UP, acudir al Congreso de los Diputados convertida en una desharrapada, para no herir la sensibilidad de los conservadores y criticones? ¡España y el mundo contienen el aliento ante un asunto del que depende la estabilidad geopolítica mundial!
Creo que es evidente, para todo el mundo, la carga irónica de mi oración anterior, aunque por si acaso me veo en la obligación de aclararlo, más si cabe en esta España que solo admite últimamente el blanco o el negro, sin lugar alguno para los matices.
Se veía a Irene Montero, en el curso de una de sus comparecencias en una comisión parlamentaria, con un conocido modelo de bolso de la firma Louis Vuitton"
El último capítulo sobre esta cansina cuestión -o penúltimo, porque desgraciadamente habrá más- es el relativo a las fotos viralizadas por un conocido… ¿influencer?, ¿periodista?... al que no citaremos por su nombre para no darle mayor publicidad y en las que puede verse a la ministra de Igualdad, Irene Montero, en el curso de una de sus comparecencias en una comisión parlamentaria, con un conocido modelo de bolso de la firma Louis Vuitton valorado en unos 2.100 euros, al lado de su brazo derecho.
Ni siquiera las ironías de este tuitero y de sus seguidores parecían ajustarse a la verdad. En otras imágenes podía verse que la persona que estaba a la derecha de Montero (conviene subir siembre las fotos completas y no recortadas o parciales) era la exvicepresidenta socialista Carmen Calvo, que era, según parece, la auténtica propietaria del complemento. Da igual.
Resulta indignante que, con la que está cayendo en España después de una brutal crisis sanitaria y por ende económica, social, institucional y política, medio país se ‘enganche’ con el otro medio sobre si un comunista puede llevar trajes de tres mil euros, conducir coches de alta gama o llevar un bolso de dos mil. ¡Ya está bien!
De Galapagar a Louis Vuitton, pasando por Numa Pompilio… ¡qué aburrimiento!"
Llueve sobre mojado porque, como se recordará, hace poco más de tres años, los españoles anduvieron divididos durante algún tiempo acerca del chalé que habían adquirido en Galapagar la pareja formada por Pablo Iglesias e Irene Montero. Tal dimensión adquirió la polémica que el asunto llegó a ser incluso sometido a referéndum para que las bases del partido se pronunciaran a favor o en contra. El resultado fue favorable, evidentemente, porque la militancia entendió que cualquiera, incluidos los dirigentes de su formación política, puede vivir donde le dé la real gana siempre que los gastos sean sufragados con el producto de su trabajo y no con dinero proveniente de la corrupción u obtenido de forma ilegal, como sí hemos visto y seguimos viendo en otros casos, desgraciadamente.
Cada vez que estalla de nuevo una polémica de estas características, ya por la última tontería del día que puede ser la foto de un dirigente comunista comiendo en un restaurante del madrileño Barrio de Salamanca, o la instantánea de otro acudiendo a la consulta de un hospital privado -¿dónde queda, por cierto, el derecho a la privacidad?- o por la imagen del bolso de una ministra de Unidas Podemos, sigue resultándome increíble que en plazas y calles, en tabernas o restaurantes, en oficinas, en Ministerios, en redacciones periodísticas o hasta en el propio Congreso de los Diputados… ¡No se hable de otra cosa, con la cantidad de acuciantes retos e incertidumbres que sigue teniendo por delante España!
Ese odio cerval que en este país se les tiene a los comunistas y esa idea torticera y sesgada de que tal ideología es sinónimo de miseria"
Como italiano, me resulta irreal e impropio de un pueblo tan inteligente como es el español para muchísimas otras cuestiones. Ese odio cerval que en este país se les tiene a los comunistas y esa idea torticera y sesgada de que tal ideología es sinónimo de miseria, pobreza o muerte (sin citar por cierto otras como el fascismo que han sido la causa de todo lo anterior en cantidades muy superiores) debería curarse acudiendo simplemente a ejemplos internacionales; regiones de mi Italia natal, como Toscana, Emilia Romagna o Lazio, son ejemplo de cuán próspero, social y económicamente, puede resultar este demonizado comunismo –‘Eurocomunismo’ en mi país gracias a gigantes de la talla de Enrico Berlinguer y otros- aplicado sabia y correctamente.
¡¡Ser comunista no es ser un pordiosero!!
Me irrita profundamente ese viejo, e intelectualmente pobre, 'mantra' de que los comunistas, las gentes de izquierdas, no pueden mejorar de posición en la vida o ganar dinero, mucho dinero incluso, siempre que este provenga de su trabajo o de una brillante actividad profesional. Llegados a este punto siempre echo mano de mi propia biografía para explicar mi punto de vista. Quienes me conocen saben que provengo -y presumo de ello- de una familia humilde y que nací en La Puglia, una de las regiones más deprimidas del profundo sur de mi Italia natal.
Ser ‘comunista’, para él, conllevaba que los que tenían la oportunidad de tener éxito, pudieran ayudar los demás, ser solidarios"
Siendo muy niño, mi abuelo Euprepio, a quien debo mi nombre, cada vez que le preguntaba si para ser comunista había que ser pobre, me respondía: "No mi niño; tú lo que tienes que hacer es estudiar mucho para tener tener éxito y ganar dinero cuando seas mayor". También me decía que ser ‘comunista’, para él, conllevaba que los que tenían la oportunidad de tener éxito, pudieran ayudar los demás, ser solidarios, hacer que sacaran de la pobreza a cuanta más gente posible. Tiempo después, ya siendo un adulto, con mis estudios de derecho rematados y mi vida profesional encarrilada, entendí a la perfección lo que mi abuelo, hombre sabio donde los hubiera, quería decir: la cultura del esfuerzo, del mérito y del trabajo, no es propia solo de una determinada opción ideológica. Incluso mi abuelo, un humilde agricultor que no tuvo oportunidad de estudiar, lo tenía muy claro.
Esto es así y vale tanto para Italia, como para España, como para la última región de cualquier país africano, si es que en él existieran partidos comunistas tal y como los conocemos en el mundo occidental. Otra cosa bien distinta es la coherencia con el propio discurso: que las palabras y las posiciones que se mantienen en público y los hechos del ámbito más privado guarden una concordancia exquisita. Esto es inexcusable, tanto en la vida en general, como en la política en particular.
Prisioneros de sus palabras y esclavos de sus pasadas contradicciones
A Irene Montero no la están poniendo ‘a parir’ por la firma o el precio de los trajes que vista o de los complementos que lleve, o por el chalé en el que siga viviendo. Tanto ella como otros dirigentes de Unidas Podemos, han pagado el precio de su inexperiencia en política que les llevó, en sus inicios como formación allá por 2014, a lanzar un exceso de verborrea que resultaba casi tan rancia como las críticas de las que ahora ellos mismos son objeto: sus diatribas incendiarias contra ‘la casta’ y contra 'los ricos', la demagógica reducción del debate público a una confrontación entre 'los de arriba y los de abajo', entre los 'pijos' y 'los millonarios' contra el ‘pueblo', olvidando que la inmensa mayoría de los españoles pertenecen a una sufrida clase media que, solo a una cierta edad y después de larga e intensa una vida de trabajo, han podido adquirir una, dos o tres viviendas en propiedad.
Hoy, tan solo seis o siete años después de aquello, tanto Montero como otros dirigentes de su partido están sufriendo como toda aquella propaganda que convenció a seis millones de españoles, después a cinco y ahora a no más de cuatro y que les condujo a la moqueta y al coche oficial se ha vuelto, como un ‘boomerang’, contra ellos.
Sería deseable una mayor dosis de pedagogía y algo más de cultura política para evitar debates y polémicas tan ridículas y absurdas como esta que describo. Espero poder contribuir, con mis humildes aportaciones, a ello. Creo que España lo merece. Sinceramente.
La controversia es vieja, tan vieja como el mundo, y España no podía ser ajena a un debate que, si he de ser sincero, además de estéril me parece profundamente estúpido e inútil…¡Anda que no hay cosas más importantes de las que debatir y hablar! Por increíble que parezca, durante los últimos días se ha vuelto a convertir en ‘trending topic’ y a ‘triunfar’ en las redes sociales: ¿Puede llevar una ministra de izquierda, de Unidas Podemos o comunista un bolso de Louis Vuitton? ¿Debe, por ser de UP, acudir al Congreso de los Diputados convertida en una desharrapada, para no herir la sensibilidad de los conservadores y criticones? ¡España y el mundo contienen el aliento ante un asunto del que depende la estabilidad geopolítica mundial!
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