Alberto Rodríguez, que quiso ser a la vez diputado y quinqui, ha dicho que todo le ha pasado por no tener apellido compuesto. Se creen que aquí manda el conde de Romanones, o el de Almaviva, o la Pimpinela Escarlata; viven en una fantasía de aristocracias y mozos de cuadra en la que se azota a los plebeyos por entrar en los salones con las botas sucias y el pelo de forraje. Tampoco tenían apellido compuesto Urdangarin, Rato, el hijo de Pujol, Griñán o Chaves, pero sí bastante más peso y poder que un diputado de gallinero, y aun así acabaron sujetando la pastilla de jabón del trullo como un pez globo, o esperando hacerlo, o inhabilitados para todo excepto para lentos migotes en su casa. Lo que creen los de Podemos es que la política, como la cuna, les ha regalado la impunidad. O sea, que los aristócratas son ellos. Lo de Rodríguez no eran rastas, sino peluca dieciochesca de algodón de azúcar. Y la ministra Belarra es una señora de enfurruscamiento y rigodón que protesta a abanicazos.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Hatamleh, NASA: "En el futuro nos casaremos con robots":
- 2 Los chalecos de SDLE de menor nivel que Ucrania reclamó a Italia
- 3 El inspector jefe de los 20 millones se reunía al lado de la Jefatura
- 4 Más de la mitad de los daños asegurados fueron en agricultura
- 5 Sánchez mantiene línea de comunicación con Iglesias
- 6 Recuperan un ancla del siglo XIX en la casa de un vecino de Muxía
- 7 Últimas noticias de Política Internacional | El Independiente
- 8 El desbloqueo ‘in extremis’ de la Comisión plantea una legislatura frágil
- 9 El mitómano con alzhéimer y la ministra con mala leche