Carmen Calvo y Pablo Iglesias se han llevado con ellos sus ministerios como ceniceros de la Moncloa y hacen por fuera una política o pelea de exministros o examantes o excriados de la casa. Dentro de la Moncloa, con una atmósfera de iglesia o de pinacoteca donde se habla bajito y hay ecos de pila de agua bendita o de ponchera, uno no se pelea a gusto, la verdad. Ya he dicho que esta coalición de gobierno funciona más manteniendo la tensión que la sintonía, que es lo que les interesa, pero aun así hay que guardar las formas, como en una misa siciliana. La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, que nos cuenta las cosas con ese aire suyo de servir un té de muñecas, hablaba hace nada de que la coalición “goza de buena salud”, pero en la SER Carmen Calvo y Pablo Iglesias se atizaron con el cenicero del bolso. Lo bueno de dejar la política es que uno puede dedicarse a hacer otra política salvaje, mientras en el Gobierno las broncas se tienen que disimular como tangos apasionados.
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