Pablo Casado no ha entendido todavía que Ayuso, que es un volcán con lava de plisados y vuelo rojos, va a buscar su salida natural, y que si no quieren que tenga el PP de Madrid es entonces cuando la física la conducirá a Génova, o donde esté la sede errante de buque fantasma del PP. Quien dice la física dice la gente, que es la primera ley de la política. Lo que no va a hacer Ayuso, con sus manos llenas de votos y sus mantones llenos de ojos, es admitir sin más que no pinta nada en el partido, ser una chochona que gana elecciones y se queda en su gobiernillo de la Puerta del Sol como si fuera la relojera de la torre o una azafata de Tío Pepe, allí frente al eterno anuncio sin destaponar.
Ayuso sería la única pringada que, gobernando, se queda en lo institucional, casi en lo técnico, como si más que política fuera funcionaria de Correos en su estafetita de correos. Casado quiere alguien que gane en Madrid o que gane Madrid, con su cosa de trinchera de estatuas, pero que no tenga poder orgánico en el PP. Alguien sin partido, sin cortesanos, sin comisarios, sin puñales, sin favores, sin peligro en suma. Casado quiere una baronesa alquilada, una presidenta ficus, una estrella desmontable como el árbol de Navidad de Sol, esquelético de frío y de sueños. Quiere una harpía loro, una killer controlada con mando a distancia, una Betty Boop que esté ahí sólo para ponerles ojos de celosía de confesionario a las fantasías de la derecha y de la izquierda.
Casado no trata a Ayuso como a un ejército contra el sanchismo sino contra él
Casado podría tener la baronesa, la estrella, la killer, la fantasía con ojos de uno o siete velos, ojos que también son ojos de Argos, y de hecho la tiene ya. Pero la quiere desarmada y lejos en el partido. El porqué aún me parece un misterio o una estupidez igualmente inexplicables. El caso es que Casado no trata a Ayuso como a un ejército contra el sanchismo sino contra él. Tiene ese miedo de los triclinios de las cenas romanas, miedo al general famoso, al sobrino lejano, al heredero discreto o incluso al heredero nonato. Sufre esa paranoia, tan clásica en el gobernante, que suele terminar en profecía autocumplida: intentar apartar a Ayuso por miedo a perder el trono parece ahora, precisamente, lo único que podría hacerle perder el trono.
Casado / Egea, que vamos a reunirlos así, en un mismo destino o naturaleza, como los Dioscuros o los hermanos Zapatilla, son los genios que han decidido que lo más práctico es acorralar a Ayuso, la que acabó con la baraka del sanchismo mientras Casado iba de la derecha al centro o del centro a la derecha, como un gondolero posando. No sólo quieren domesticar lo único que parece irreductible ahora en el PP, sino que uno sigue preguntándose para qué. La verdad es que pasó la Convención de Casado, pasaron sus discursos en el Congreso como vasitos de agua del ujier, entre la invisibilidad y el lagrimeo, y todos siguen mirando a la diva que va en tanqueta. Pero esto no importa. No hay que elegir ahora entre el empollón y la reina de la vendimia madrileña. Él único que está forzando a elegir entre Casado y Ayuso es Casado, con el riesgo de que la gente, el partido o la física terminen eligiendo a Ayuso.
Casado / Egea están dividiendo al electorado y al partido, están sacrificando a Ayuso y a Almeida (fuerza e inteligencia complementarias y casi cervantinas), y están consiguiendo que el personal los empiece a tomar por bobos o cagones. Y todo para que una baronesa no tenga su baronía, empeño éste de Génova que no sólo parece antinatural sino sumamente sospechoso. Es cierto que Ayuso se niega a obedecer, pero es que le piden que obedezca a un partido que le dice justamente que no puede estar en el partido, que sólo puede hacer de castañera simbólica.
Ayuso pide es no ser una chacha en medio de su propio éxito político
Casado / Egea no quieren que Ayuso dirija el PP de Madrid, que a lo mejor ellos ven a la violetera contestona de Sol mandando en el PP de Murcia, quizá. O es que creen que eso es mucho poder para alguien que tiene ojos de fuego, como Carrie; que atisban el peligro de que salga otra Esperanza Aguirre con regazo lleno de ranas. Pero el peligro sólo es para Casado, y es lo que ve todo el mundo. Seguramente Almeida y Casado son más inteligentes y hasta mejores gobernantes o gestores que Ayuso, pero la política son votos, no oposiciones a un atril o a una cátedra, y no se puede expulsar del partido a quien tiene los votos y dejar a los que sólo tienen cuadernito y tembleque.
Ayuso no pide el trono bamboleante y como de lanchero de Casado, al menos de momento. Lo que pide es no ser una chacha en medio de su propio éxito político, que es casi cinematográfico y no se puede tener a una estrella de cerillera en el teatro. Ya he escrito que el choque seguramente es inevitable, pero Casado tiene en su mano retrasarlo. No hay nada mejor que ganar las elecciones, ser presidente, para hacer conversos y purgar herejes, bien lo sabe Sánchez y bien lo sabe Susana, que un día fue algo así como una Ayuso egipciaca y felipona.
Para ganar, Casado necesita a Ayuso, y la necesita no de campanera, ni de sumisa, ni de morros como una novia de cine mudo sin flores, sino codo con codo. La única explicación para que quieran desarmarla orgánicamente (o sea políticamente) ya mismo es que Casado / Egea crean que no pueden ganar las elecciones, que estén pensando sólo en la supervivencia y en el gimoteo. Eso significaría que Casado asume dos derrotas futuras consecutivas: ante Sánchez y ante Ayuso. Y ahora es cuando el personal se pregunta, claro, si Casado debe estar ahí para seguir opositando a su presidencia, lejana como unas olimpiadas, o sería mejor dejar que siguiera su curso natural la cola de lava y geranios de la diablesa de Sol.
Pablo Casado no ha entendido todavía que Ayuso, que es un volcán con lava de plisados y vuelo rojos, va a buscar su salida natural, y que si no quieren que tenga el PP de Madrid es entonces cuando la física la conducirá a Génova, o donde esté la sede errante de buque fantasma del PP. Quien dice la física dice la gente, que es la primera ley de la política. Lo que no va a hacer Ayuso, con sus manos llenas de votos y sus mantones llenos de ojos, es admitir sin más que no pinta nada en el partido, ser una chochona que gana elecciones y se queda en su gobiernillo de la Puerta del Sol como si fuera la relojera de la torre o una azafata de Tío Pepe, allí frente al eterno anuncio sin destaponar.
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