En Madrid, siempre de manifestódromo y cencerrada, como el Rastro de todos los desvanes, rapacerías y penurias de España, la gente espera a ver qué hace el PP ahora, en la protesta del sábado o en la presentación del libro de Cayetana. El partido da el morbo de las herencias familiares con velo, pañuelito, viñedo y sangre, y eso que todavía no hay nada que heredar, sólo una sede maldita, con cofres y fantasmas como confederados, y unas encuestas que Casado parece rebatir preparándose únicamente para la derrota, dos derrotas en realidad, ante Sánchez y ante Ayuso. Temen encontrarse y no encontrarse, ser criticados y ser ninguneados, ir a sonreír y que se les quede mueca de payaso con costura en la boca. El ambiente es enfermizo, pueril, vergonzoso. En Madrid ya esperan a ver qué hacen como si fueran princesas de Telecinco, ligues de Ronaldo, famosos de Bertín. Parece que en el PP no se preparan para gobernar, sino para contar sus agravios con patrocinio de yogures para cagar.
En Madrid hay este sábado una manifestación o quizá sólo una alfombra roja desenrollándose en modelitos, floreros, envidias, sonrisas de manivela y reojos con cerbatana. La ley contramordaza se celebra mucho entre esos chicos de la revolución de las sonrisas con adoquinazo, de la libertad con las ciudades ardiendo como carpas y de la democracia real con milicias enmascaradas tomando las universidades. Pero esto no es tan grave, por lo visto, como que Casado y Ayuso puedan encontrarse y alguien toque el violín sin permiso y sin batuta. Casado puede que no aparezca en la manifestación, que resulta que tiene un compromiso con unos señores de León, como esa gente que se conoce cuando montas en La Sepulvedana. En realidad, claro, lo que parece es que Casado tiene miedo, y ya sabemos que el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio y el odio lleva al sufrimiento, o sea hasta llegar a perder lo que más quieres.
La culpa es de Casado, por no poder contener su miedo ni saber manejar el talento ni el éxito
Casado tiene miedo de los solistas, todos violinistas del Diablo; tiene miedo de una foto a tres como si lo convirtiera en el peor de Los Tres Tenores o el más tonto de Los Tres Amigos, tiene miedo de Ayuso como de una gorgona con ojos de carbonita, tiene miedo a la gente, tiene miedo a salir de la burbujita de Génova como a salir del pijama, y eso ya son muchos miedos para un líder ganador. Lo del PP es ridículo, pero nadie tiene más culpa que Casado. Ayuso está crecida, se ve Miss América entre corralas y costureritas, como la María de West Side story, pero sólo pide lo razonable. Hasta lo de Cayetana es entendible, un ajuste de cuentas que no es traición porque ella nunca estuvo en el PP para el cuchareo ni para el peloteo, sólo es descarada coherencia, desinhibida coherencia, gaya coherencia, jodida coherencia. Casado podría resolverlo todo con un par de gestos de elegancia, pero nadie aterrorizado puede ser elegante.
Son la comidilla de Madrid y de España, un PP que se pelea todavía sin herencia, sólo por el muerto; que se reta en posados, que farda de popularidad, como las cupletistas, o de jerarquía, como los chupatintas; que se manda recaditos a través de las Vírgenes violeteras y de auditorios que aclaman estribillos en un inglés de Raphael. Algunos podrían ser más discretos pero, sin duda, la culpa es sobre todo de Casado, porque es lo que le toca al que manda, tener la culpa. Teodoro da mucho juego como personaje oscuro y mediocre, maestro de capilla o mandadero o furriel o jorobado en la sombra ya desde el nombre, pero sólo hace lo que le han dicho que haga, mantener en poliespán, en viruta o en sales de baño al delicado líder que puede quebrarse, igual que una copa, con el sobreagudo de cualquier solista con pecho de palomo.
La culpa es de Casado, por no poder contener su miedo ni saber manejar el talento ni el éxito. Casado, director de una filarmónica sin solistas, señor de organillo con mono tití; alguien al que no le salen bien ni las metáforas (aquel barco, esta orquesta); Casado, el que fue esperanza del rearme ideológico del PP y ha ido del centro con toreros a pedir perdón por el 1-O; alguien que se puede meter en el embrollo de Madrid igual que en una misa franquista con pollo al limón en el altar, por torpeza de entrar y por torpeza de no saber salir.
En Madrid habrá el sábado una manifestación en defensa de unas fuerzas de seguridad que ya parecen dummies con diana en la sien más que legiones acorazadas para pisotear derechos y costillas. El lunes se presentará lo de Cayetana, un libro que no sólo consiste en pellizcos o cuchilladas al PP e incontenidas pijadas cosmopolitas, sino que hace un análisis impecable de los principales males, fracasos y falacias de nuestra política y nuestra convivencia. Pero estaremos pendientes a ver si viene Ayuso, provocadora como una Lady Gaga de Chamberí, si se cruza con Almeida, pequeño satirón, si se presenta Egea con su cosa de alguacilillo embreado de Génova, o si acaso aparece Casado después de llegar de León con cecina y lotería.
El PP es la comidilla del foro y del país, una gallinita ciega goyesca o zombi en la España de los tiesos, los fanáticos y los muertos. Y eso que se han citado en Madrid, donde ganan sobrados, en carroza de diosa castiza, de Cibeles roquera. Imaginen si se cumplen los pronósticos de Casado y pierden.
En Madrid, siempre de manifestódromo y cencerrada, como el Rastro de todos los desvanes, rapacerías y penurias de España, la gente espera a ver qué hace el PP ahora, en la protesta del sábado o en la presentación del libro de Cayetana. El partido da el morbo de las herencias familiares con velo, pañuelito, viñedo y sangre, y eso que todavía no hay nada que heredar, sólo una sede maldita, con cofres y fantasmas como confederados, y unas encuestas que Casado parece rebatir preparándose únicamente para la derrota, dos derrotas en realidad, ante Sánchez y ante Ayuso. Temen encontrarse y no encontrarse, ser criticados y ser ninguneados, ir a sonreír y que se les quede mueca de payaso con costura en la boca. El ambiente es enfermizo, pueril, vergonzoso. En Madrid ya esperan a ver qué hacen como si fueran princesas de Telecinco, ligues de Ronaldo, famosos de Bertín. Parece que en el PP no se preparan para gobernar, sino para contar sus agravios con patrocinio de yogures para cagar.
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