El PSOE se refugia en Andalucía en la construcción de una deseada carambola electoral artificialmente diseñada en la que el propio Partido Socialista no juega ningún papel activo sino únicamente el de depositario de esos votos que recalarían en las filas de su formación política por obra y gracia de esa carambola pensada en los despachos del PSOE con la precisión de una jugada de billar.
En esencia, la cosa consiste en que Santiago Abascal designe como cabeza de lista para las elecciones andaluzas a Macarena Olona, que es de Alicante pero diputada por Granada, y que pone de manifiesto que Vox no tiene entre sus filas un candidato con verdadero tirón en Andalucía.
A partir de ahí, el socialismo se hace una composición según la cual Vox obtendría el suficiente número de escaños como para poder exigir su entrada en el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla por la puerta grande.
Ése es su escenario ideal porque les proporcionaría la base para una campaña del miedo que, oh maravilla, concentraría el muy disperso voto de los partidos de izquierda en el PSA, lo cual les permitiría ocupar de nuevo la Junta de Andalucía.
Lo primero que evidencia esta construcción es la certeza de que en ningún caso el Partido Socialista andaluz sueña siquiera en ganar esas elecciones por sí mismo, lo cual es un mal principio para encarar una campaña.
Y lo segundo que demuestra es que para la izquierda andaluza el partido de Abascal es un auténtico regalo, casi mágico además, en la medida en que su sola presencia va a hundir en el fracaso a las tres formaciones a la izquierda del PSA alguna de las cuales aún está en fase de constitución.
Lo primero que evidencia esta construcción es la certeza de que en ningún caso el PSA sueña en ganar esas elecciones
Todo lo cual es muy discutible. Lo que sí es seguro es que la atomización de la oferta política de la izquierda, con cuatro partidos disputándose el apoyo del mismo elector, no lleva más que a la dispersión del voto y a su desperdicio: miles de papeletas dejarán en ese caso de resultar operativas y se perderán irremisiblemente sin lograr meter a un diputado en el parlamento andaluz.
Por eso, más que estar rogando para que la señora Olona aterrice en tierras de Andalucía como si fuera Santa Rita, patrona de las causas imposibles, e involuntariamente les cuadre el sudoku que se han preparado a sí mismos, lo que deberían hacer Juan Espadas y su equipo es intentar atraer a su lado a al menos una, y si pudieran ser dos mejor, de las formaciones políticas que se posicionan a la izquierda del PSA para tratar de taponar la sangría de votos que se les van a escapar sin traducirse en escaños.
De todos modos, el propósito del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, es precisamente el de obtener un resultado suficiente que le permita gobernar sin Vox. Y sin Ciudadanos, un partido que está a punto de la extinción pero que en la comunidad andaluza parece que podría malamente sobrevivir, cosa que al PP de allí y de aquí, quiero decir a la dirección nacional de los populares, no les conviene nada.
En Génova se piensa, y tienen razón, que tres partidos compitiendo por un mismo espacio electoral es garantía segura de fracaso. Es lo que le va a pasar a los partidos de izquierda y lo que les puede pasar también a los del centro y la derecha.
Por eso Juanma Moreno va a intentar acabar con los restos de Ciudadanos, responsable en última instancia de la grabación que, con evidente intención de dañar al gobierno de coalición existente, se había realizado subrepticiamente seis meses antes -y guardado- con la intención de filtrarla en el momento preciso para sabotear la aprobación de los presupuestos andaluces. Cosa que se logró.
La del partido de Inés Arrimadas en Andalucía va a ser con toda crudeza una batalla por la supervivencia. Ni más ni menos. Pero en la sede del PP se manejan unas previsiones en las que Ciudadanos muere en el intento.
En ese caso quedan pocas dudas de que esos votos viajarían en su totalidad hasta las filas del PP, nunca a las del PSOE, y producirían un resultado muy productivo en términos de escaños.
Sobre esa base, la intención de los dirigentes populares es la de ignorar en la medida de lo posible a Vox y centrarse en el votante de centro derecha sin perderse en facilitarle al partido de Abascal la opción de confrontar con ellos.
No sabemos cuándo se van a convocar las elecciones en Andalucía pero la impresión general es que se celebrarán en junio de 2022. En esos meses a Yolanda Díaz no le da tiempo a poner en pie esa alternativa izquierdista y transversal con la que sueña y a Juan Espadas tampoco le da tiempo a reagrupar el voto de la izquierda en torno a las siglas de su partido.
La duda estará entonces en si el actual presidente de la Junta va a ser capaz de aglutinar el voto de Ciudadanos en torno a las siglas del PP y si, en ese caso, podrá estar en condiciones de imponer a Vox un gobierno en solitario contando con su apoyo desde fuera.
Pero Santa Rita no se les va a aparecer a los socialistas travestida de Macarena Olona para realizar el milagro con el que sueñan. Eso que se lo vayan quitando de la cabeza.
El PSOE se refugia en Andalucía en la construcción de una deseada carambola electoral artificialmente diseñada en la que el propio Partido Socialista no juega ningún papel activo sino únicamente el de depositario de esos votos que recalarían en las filas de su formación política por obra y gracia de esa carambola pensada en los despachos del PSOE con la precisión de una jugada de billar.
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