Reconquista. Así se llama el nuevo movimiento que ha nacido en Francia. Entre estruendosos aplausos de muchos jóvenes, el Hexágono tiene una nueva facción que quiere conservar las esencias del conservadurismo francés. Es decir, ultra. Pero no es un partido ultra como podríamos estar acostumbrados: es de hombres con traje y corbata, y señoras con el cabello cardado. Durante casi tres horas Éric Zemmour presentó su candidatura, y su marca electoral. Una marca que llevará en las presidenciales, después en las legislativas de la Asamblea Nacional, después a las regionales y por último en las comunales, como llaman allí a las municipales.
Abrió el acto de presentación, el domingo en Villepinte, Vijay Monany, ex consejero departamental de la Seine-Saint-Denis por Los Republicanos, quien se refirió a uno de los temas más tratados en el mitin: la inmigración. Según Monany, el gobierno francés ha abandonado la tarea de asimilar a las personas migrantes, y por eso se han creado barrios marginales, y se aplica la ley islámica en paralelo a la ley francesa. Fue breve.
Después habló Laurence Trochu, presidenta de Mouvement Conservateur, y antigua portavoz de François Fillon. Es una firme defensora de la familia tradicional, quiere endurecer las leyes de acceso a la nacionalidad francesa, está en contra del aborto y a favor de la libertad pedagógica. Trochu hizo un discurso donde trató a Zemmour de ser el futuro y la esperanza de Francia. Es completamente contraria a la Unión Europea y a los Estados Unidos, pues los tildó de entes imperialistas que destruían lo francés. Consideró a lo largo de su discurso que la familia estaba en peligro, y también la identidad de Francia.
Stanislas Rigault, de Génération Z, las juventudes ligadas a Reconquista, ve en riesgo el futuro de la juventud por las políticas de inmigración actuales
Seguidamente subió al escenario Stanislas Rigault, presidente de Génération Z, las juventudes políticas del movimiento. Empezó diciendo que Zemmour era la esperanza para el país, y después cargó duramente contra la inmigración descontrolada, llegando a afirmar que la civilización francesa estaba en peligro por culpa de ella. Como también ve en riesgo el futuro de la juventud por causa de las políticas de inmigración que existen actualmente. Terminó su intervención con una frase que se repitió una y otra vez: "Francia no ha dicho su última palabra".
Después de Rigault subió al escenario Paul-Marie Couteaux. Antiguo eurodiputado de Rassemblement pour la France, una escisión del ala derecha del histórico RPR gaullista de Jacques Chirac. Es una figura política que siempre ha estado entre los satélites de la UMP y el Frente Nacional. Actualmente vinculado a VIA, antiguo Partido Demócrata Cristiano. También le dio su apoyo a François Fillon en 2017. Su discurso se ciñó alrededor de la figura del general De Gaulle, hablando de la confrontación de la civilización francesa contra el resto, recordando que el general y presidente de Francia combatió la decadencia de la derecha y de la nación. Además, reivindicó que la única derecha que realmente pensaba en todos los franceses por igual era la de Zemmour. Y una de sus últimas intervenciones se declaró antiprogresista.
Después de Couteaux subió al escenario Antoine Diers, al que mucha gente identifica como la persona que está detrás de Zemmour. No aportó mucho salvo agradecimientos y loanzas a Éric Zemmour, los jóvenes de Generación Z y también a Sarah Knafo, el otro peso pesado de la campaña. Diers y Knafo son los principales comunicadores políticos y creadores de la imagen de Éric Zemmour.
Después tomó la palabra Jacline Mouraud, cofundadora de los chalecos amarillos y antigua portavoz de la entidad, quien comparte varios postulados sobre inmigración próximos a Marine Le Pen, y que reivindicó la Francia de De Gaulle como aquella referente, y que no dejaba de ser un acto a favor de la supervivencia de la nación el acto en el que estaba. Y luego habló Frank Keller, antiguo cargo de la UMP en Neuilly-sur-Seine, quien ganó el premio “Macho del Año 2015” por preguntarse en Twitter qué méritos tenía Najat Vallaud-Belkacem para que Hollande le diera un Ministerio (Educación e Investigación).
Al finalizar Diers, escuchamos Agnès Marion, que fue candidata a la Alcaldía de Lyon por Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen. Su discurso se centró en defender los valores familiares, que según ella están en peligro por culpa de las políticas de Emmanuel Macron y la izquierda, también señaló que hay mujeres entre las filas de Zemmour, diciendo que sencillamente no eran "feministas histéricas". Y también reivindicó el colectivo de Femmes avec Zemmour, de mujeres que apoyan al candidato ultra.
Y, por último, antes del discurso del candidato, habló Jean-Frédéric Poisson. Alcalde, diputado, consejero comunitario, fuertemente vinculado a la UMP, y presidente de VIA, la nueva marca de los democristianos. Es un firme defensor de la descentralización de Francia, como también de la idea que Francia sin su identidad cristiana no es Francia. Contrario al matrimonio homosexual, al aborto, a la reunificación familiar para los inmigrantes, pero está a favor de la renta universal. Su discurso fue contra Valérie Pécresse, candidata de Los Republicanos. Según Poisson, la libertad estaba en peligro en Francia, y es el momento de reconquistarla. Una de sus frases finales fue que defendía la Francia de los franceses.
Las palabras de Poisson terminaron y empezó el spot electoral. Y al terminar el spot, Éric Zemmour apareció del fondo del mitin y se dio un baño de masas: 15.000 asistentes fueron al acto. En los primeros instantes ya había presentado el nombre del movimiento, Reconquista. Lo interesante de este primer acto de campaña es que así sabemos qué línea seguirá el candidato más allá de la presentación de candidatura.
El discurso de Zemmour no es nuevo en la derecha ultra continental... su hecho diferencial es la construcción nacional francesa
El discurso de Zemmour no es nuevo en la derecha ultra continental: el Estado no está por lo que ha de estar, el país es débil; hay que eliminar el impuesto de sucesiones; está a favor de la asimilación como herramienta para acabar con la islamización y de expulsión de los presos que no sean nacionales; cree que las demás derechas son blandas en sus cometidos, y se sienten acomplejadas por la izquierda. También afirmó que él no es racista porque no siente odio por motivos étnicos o religiosos, sino que solamente defiende a Francia, sin que ello implique que esté en contra de otros.
Pero después de todo esto entra el discurso propiamente de la derecha francesa, que no se puede extrapolar. El hecho diferencial de Zemmour es el de la construcción nacional francesa. Está en contra de disgregar los departamentos de ultramar de Francia, a favor de la unidad nacional y fortalecerla. Es contrario a la OTAN porque dice que frena el papel de Francia en el mundo, y al mismo tiempo a la industria francesa. Defiende el papel de la escuela como mecanismo de asimilación, nada de ideología de género y otros experimentos de la izquierda: la escuela está para formar a los franceses del futuro.
Además, está en contra de la asistencia médica a los inmigrantes extracomunitarios, y aboga por la persecución de las redes de inmigración clandestina. Su defensa de la asimilación es porque es un regalo ser asimilado francés: formar parte de un pueblo y una cultura que lleva siglos existiendo, creando genios y referentes para el mundo. Como el propio Zemmour, judío, de origen argelino.
No es una ultraderecha de radicales chillones, sino de señores con corbata y mujeres con el pelo cardado, y que hablan más o menos bajito. Aunque según Zemmour defiende lo mismo que Jacques Chirac, Valéry Giscard d'Estaing, Alain Juppé o François Bayrou. Acusó a los Republicanos y a Agrupación Nacional de ser la derecha que había dejado abandonados a sus votantes, una idea que ya estuvo presente días antes de su presentación como candidato. Y recurrió a una metáfora sobre las mascarillas para referirse al presidente. Dijo que detrás de la mascarilla de Macron no había nada consistente, no había nada claro, es más, no había nada. Y si había algo, el propio Macron no sabía lo que era.
Detrás de Zemmour está la derecha católica francesa y cierto gaullismo que reivindica que Francia ha sido infravalorada y está siendo aplastada por entes supranacionales como la OTAN y la Unión Europea
Pero después de este primer acto sí sabemos qué hay detrás de Zemmour. Detrás de Zemmour está la derecha francesa contraria al aborto y a favor de reivindicar las raíces cristianas de Francia, contraria a la inmigración desregularizada y contraria al matrimonio homosexual. Es decir, la derecha católica francesa. También está detrás de él cierto gaullismo de derechas que reivindica que Francia ha sido infravalorada y está siendo aplastada por los entes supranacionales. Son quienes ven la pertenencia a la OTAN o a la Unión Europea como impedimentos para que Francia sea una potencia. Por último, el discurso de la asimilación desde el paternalismo: los inmigrantes deben dar las gracias a que se les permita ser franceses, igual que su madre hizo cuando llegó de Argelia. Fue ella quien le enseñó que tenía que amar Francia.
Detrás de Zemmour están las alas derechas de Los Republicanos y de Agrupación Nacional. Aquella derecha que podría votar Jean-Marie Le Pen, fuertemente chovinista y que echa de menos una Francia que nunca existió. Tal como ha dicho Zemmour: somos el partido que defiende aquella Francia que encontramos de nuestros padres, y que queremos para nuestros hijos.
Las líneas principales de la campaña ya se han fijado en Villepinte cargando contra todos, sea Valérie Pecrésse, Marine Le Pen (sí, considera a Le Pen blanda de izquierdas), Emmanuel Macron, la izquierda, los ecologistas o los comunistas. A todos los considera culpables de la decadencia de Francia. Tendremos que estar atentos a cómo afecta al tablero electoral.
Guillem Pursals es politólogo, Máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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