Casado se fue a lo del libro de Rajoy, un libro más de recetas de monjes de Silos que otra cosa, y allí acabó seducido definitivamente por el gregoriano y las sopitas del expresidente, que sigue siendo como aquel fraile del tiempo, aquel higrómetro que todos tuvimos en el balcón pero también en la Moncloa. A Cayetana han decidido “ignorarla”, explicaba el otro día este periódico, y eso es puro Rajoy: hacer notar que está lloviendo con aire de sabio de barbería y esperar a que escampe comiendo sus caramelos correosos de café con leche. Con Ayuso hacen algo parecido, van a darle largas mirando a las nubes, hablando de vientos o de Moreno Bonilla. Se creen que el personal va a olvidar a las dos musas, la intelectual y la maja, pero no van a hacerlo porque no tienen nada enfrente, nada que las rebata ni que las supere, sólo Casado como un gatito mojado y Egea como un cochero con paraguas, haciendo que caigan las encuestas con su numerito de Laurel y Hardy.

En Génova no quieren darse cuenta de que Cayetana no está vendiendo el libro de Rajoy, lleno de refranes y migas de pastor, como si fuera Arguiñano, sino que ha escrito un manifiesto personal, moral y político de gran altura y alcance. Cayetana ha hecho un libro que es como las tesis de Lutero, y lo ha puesto ahí, en el ágora, clavado como con un gran clavo de colegiata, dejando a la vista todas las simonías, perversiones, cobardías y mentiras de la política. Ha presentado el eccehomo no de ella, sino de España, con sus cuajarones y su injusticia y su piedad, y eso no se puede ignorar sin más, sobre todo si nadie es capaz de negarlo ni de rebatirlo ni de quitarlo de la vista. Tampoco conviene ignorar a Ayuso, que puede ser una maja con cesta de barquillos y ojos garrapiñados pero gana en la calle, que es donde tiene que ganar un político. Nadie puede ignorar esto, salvo Casado o Egea, que parecen ignorarlo casi todo.

Ayuso tiene la fuerza y Cayetana tiene la razón, y hay pocas cosas que se puedan hacer ignorando la razón y la fuerza

En Génova sufren ahora una especie de síndrome de la Moncloa de la oposición, esa enfermedad de soberbia y melancolía por la que los presidentes se endiosan, se aíslan y empiezan a hacer caso sólo a su vanidad, a sus digestiones, a sus periquitos y a sus astrólogos con estrella en la joroba. Pero Génova no es la Moncloa, alcazaba del poder con sus bosques, sus chorritos y sus grandes salones con el lujo del vacío. En Génova no hay nada, sólo fotocopiadoras fantasma, canas de Bárcenas como alfileres de corbata, un paraguas que se dejó Rajoy como Aznar se dejó otro, y balconcillos de ciclista que, de momento, sólo han visto como ganadora a Ayuso, a la que quieren quitar de en medio en vez de convertirla en carroza para Casado. En Génova no hay nada, no hay poder, no hay ya casi esperanza si la cosa sigue así. Sólo hay gente que se cree que está en un torreón de casita de chocolate cuando sólo está en un precipicio. 

Ayuso tiene la fuerza y Cayetana tiene la razón, y hay pocas cosas que se puedan hacer ignorando la razón y la fuerza. Ayuso tiene futuro y Cayetana tiene un discurso, justo las dos cosas que tuvo una vez Casado pero que perdió buscando su guisante de princesa con guisante. Desde su estreno, volviendo a hablar de política e ideología en vez de hablar de los garbanzos de Rajoy, que eran como los de Fraga, Casado ha ido yendo y viniendo en busca del centro, de la gran derecha, de la moderación, del regionalismo, de la afeitadora, de Vox, de Cayetana y de Ayuso, para abandonarlos luego por cualquier otra cosa o la contraria, según le entraban los tembleques. Cayetana tiene el discurso intelectual, Ayuso tiene la firmeza, la actitud, la espontaneidad, y sobre todo ninguna de las dos se mueve de sus convicciones llevada por el mayordomo ni por el horóscopo, que es lo que parece que hace Casado. Discurso, firmeza, actitud, coherencia, todo eso podría tener Casado de su lado, pero no tiene nada, sólo miedo y una linternita allá en el pontón arratonado y medio hundido de Génova. 

Cayetana ya no estará en las próximas listas, claro, pero eso pasará sin que nadie le haya rebatido sus argumentos, argumentos que alguien podría retomar y sin duda retomará, o sea que seguirá ese descarnado eccehomo español y seguirá el retortijón intelectual, moral y hasta estético que conlleva. A Ayuso, por su parte, la seguirán aplaudiendo en las lonjas, en los platós, en los veladores, como una patrona de pueblo marinero, porque ella tiene esa cosa, hay gente que la tiene y gente que no, y ella la tiene y Casado no. Y nada de esto, en fin, se puede “ignorar” salvo que seas un suicida o un tonto de remate. Menos, cuando enfrente no hay nada más que una mecedora, un higrómetro de fraile y un hombre aterido como un gato recogido en una toalla. No, esto no lo ignorará el votante, ni los medios, y pronto tampoco los militantes y cuadros del PP, apenas vean peligrar el poder, apenas se den cuenta de que pueden perder la Moncloa por alguien que sólo está pensando en conservar el cuartito de fotocopias de Génova, con agua por las rodillas. Nadie querrá de presidente ni de jefe a un pusilánime que torpea de esta manera, capaz de renunciar a la posibilidad cercana de la Moncloa por miedo y por celos. La maja con pestañas de acordeón, y hasta las tesis de la hugonota Cayetana, harían mejor al PP y harían presidente a Casado. Pero él está ahora más cerca de escribir un libro que ofrezca sólo paciencia y fracaso, como el libro de Rajoy, que parece un número viejo de Caza y pesca.

Casado se fue a lo del libro de Rajoy, un libro más de recetas de monjes de Silos que otra cosa, y allí acabó seducido definitivamente por el gregoriano y las sopitas del expresidente, que sigue siendo como aquel fraile del tiempo, aquel higrómetro que todos tuvimos en el balcón pero también en la Moncloa. A Cayetana han decidido “ignorarla”, explicaba el otro día este periódico, y eso es puro Rajoy: hacer notar que está lloviendo con aire de sabio de barbería y esperar a que escampe comiendo sus caramelos correosos de café con leche. Con Ayuso hacen algo parecido, van a darle largas mirando a las nubes, hablando de vientos o de Moreno Bonilla. Se creen que el personal va a olvidar a las dos musas, la intelectual y la maja, pero no van a hacerlo porque no tienen nada enfrente, nada que las rebata ni que las supere, sólo Casado como un gatito mojado y Egea como un cochero con paraguas, haciendo que caigan las encuestas con su numerito de Laurel y Hardy.

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