El tiempo pasa y Vox no se desinfla. La tesis, esgrimida por Pablo Casado de que, tras absorber a Ciudadanos, los votantes de Vox volverían al redil de donde salieron, se topa con la cruda realidad. El partido de Inés Arrimadas se debate por subsistir, y aguarda con pavor el resultado de las elecciones en Andalucía, pero los seguidores de Santiago Abascal siguen firmes como una roca, incluso aumentan ligeramente. Eso es lo que dicen las encuestas desde octubre.
¿Por qué no está funcionando la estrategia de Génova? ¿Qué está ocurriendo para que millones de personas se empeñen en votar a un partido como Vox a sabiendas de que no tiene opciones de gobernar, al menos a corto plazo?
La política tiene mucho de ciencia y un punto de intuición.
Los números dicen que el votante de Vox es mayoritariamente varón y tiene entre 45 y 55 años. En Murcia, Andalucía, Castilla La Mancha, Madrid, Castilla León, Valencia... Abascal tiene un sólido apoyo, que casi no existe en País Vasco, Cantabria y en Galicia. En Cataluña comienza a despuntar sobre las cenizas del PP.
Los votantes de Vox defienden la unidad de España por encima de todo, desprecian a la izquierda y a los independentistas. Son la derecha sin complejos que durante décadas ha votado al PP, aunque a veces con la mano en la nariz. Un dirigente de Vox me dijo en una ocasión: "Somos el PP auténtico".
Lo que dice la media de los sondeos de los últimos dos meses y medio es que el PP, si hubiera elecciones, obtendría en torno al 27% de los votos (119 escaños), y Vox algo más del 15% (prácticamente los diputados que tiene ahora: 52). Sumarían, por tanto 171 escaños, rozando la mayoría absoluta (176 escaños)
En principio, el reto de Pablo Casado es unir a la derecha, o bien lograr un resultado tan holgado que le permita gobernar sin echarse en brazos de Vox. El líder del PP mantiene que quiere un partido de centro liberal y que existen diferencias esenciales con Vox, sobre todo en temas que tienen que ver con la igualdad o el mantenimiento de las autonomías. Un acercamiento indisimulado a Vox, en eso coinciden todos los expertos, movilizaría a la izquierda y ahuyentaría a los votantes moderados del PP.
Si eso es cierto, las posibilidades que tiene Casado de gobernar tras las próximas elecciones son muy pocas. A diferencia del PSOE, que tiene ya a su Frankenstein particular funcionando a pleno rendimiento, el PP no tiene, al margen de Vox y lo que quede de Ciudadanos, a nadie con quien pactar.
Pero los políticos suelen ser prácticos y con convicciones flexibles. No me imagino a Casado cediendo el gobierno a Pedro Sánchez si, finalmente, la suma de PP y Vox da mayoría absoluta. Y esa es una posibilidad real, ante la que el líder de la oposición debe estar preparado.
Si el PP gana las elecciones pero no puede gobernar en solitario, debería ofrecer un pacto al PSOE. Pero si Sánchez lo rechaza, tendría toda la legitimidad para coaligarse con el partido de Abascal
Faltan aún dos años para las elecciones generales, aunque no se descarta que el presidente del Gobierno las adelante al próximo otoño. Mientras el tiempo sigue pasando, sería bueno que los estrategas de Génova le dieran una vuelta a algunas cuestiones:
1º A diferencia del PSOE, que siempre ha tenido un partido competidor a su izquierda, el PP todavía no ha aprendido a manejarse con una situación en la que sus banderas clásicas le han sido arrebatadas por otro grupo a su derecha.
Mientras que el PSOE ha cambiado de táctica, hostigando o aliándose con IU o Podemos, en función de la correlación de fuerzas, al PP le cuesta hacerse a la idea de que, en ocasiones, no queda más remedio que, como decía Lenin, pactar incluso con el diablo. En ese aspecto, la izquierda es mucho menos escrupulosa que la derecha.
2º La división de la derecha supone un duro castigo electoral. Sumadas las tres opciones (PP, Vox y Ciudadanos), la derecha ahora suma más porcentaje que cuando el PP en solitario obtuvo mayorías absolutas con Aznar y con Rajoy. Sin embargo, ahora, a pesar del giro conservador del electorado, por el castigo que supone la fragmentación del voto, el bloque de derechas podría quedarse por debajo de la mayoría absoluta.
3º El ejemplo de Madrid es ilustrativo (aunque España no es Madrid). En porcentaje, PP+Vox+Ciudadanos, sumaron en las elecciones del mes de mayo casi el 60% de los votos. Isabel Díaz Ayuso gobierna en solitario porque el PP obtuvo más votos que toda la izquierda junta. Eso es muy difícil que se produzca a nivel nacional. Pero demuestra que no rehuir la confrontación con una izquierda que planteó una batalla "contra el fascismo" al hacerle frente planteando el dilema "comunismo o libertad" le da al PP un estupendo resultado. De hecho, fue una fórmula eficaz para frenar a Vox y, al mismo tiempo, absorber prácticamente a todos los votantes que abandonaron a Ciudadanos.
4º A los votantes no les gustan los líos. Cuando los partidos plantean prioridades internas, orgánicas o disciplinarias, para tomar sus decisiones, se equivocan. Los ciudadanos se alejan del barullo y de los partidos que en lugar de priorizar sus necesidades pierden tiempo y energía en mirarse el ombligo. No conozco a nadie, fuera de la burbuja de Génova, que entienda o justifique el lío entre Casado y Ayuso. Como tampoco nadie entendería que la emprendiera a mamporros con Núñez Feijóo sencillamente porque el presidente gallego quiere liderar el partido en Galicia.
Cuanto más tarde Casado en poner punto final a esa disputa, peor para él y para las opciones del PP. Los dirigentes de Vox están encantados con esta gresca y coquetean con Ayuso aunque sólo sea para debilitar al presidente del PP.
5º Casado es la única opción que tiene la derecha para gobernar en las próximas elecciones. Eso está tan claro como debería estarlo el que Ayuso debe liderar al PP de Madrid (¿quién si no?). El presidente del PP tiene los datos encima de la mesa y ahora debe ser él quien tome las decisiones. A los números, ahora hay que añadirles la intuición, el olfato que distingue a todo gran político de un mero gestor. Millones de personas esperan que esté a la altura de las circunstancias. Esta es su única oportunidad.
6º Si Casado ganase las próximas elecciones pero necesitase a Vox para gobernar haría bien en ofrecer primero un pacto de Estado al PSOE. Pero si los socialistas lo rechazasen, tendría toda la legitimidad para formar un gobierno con Vox. Cuando desde la izquierda se habla de trazar un cordón sanitario en torno al partido de la derecha populista, debería primero mirarse al espejo. Mientras que en Alemania Olaf Scholz (SPD) ha rechazado incluir a Die Linke en su gobierno, Sánchez no sólo ha pactado con su homólogo en España (Unidas Podemos), sino que gobierna con el respaldo de partidos que pretenden acabar con la Constitución del 78, la unidad de España e incluso que que no reniegan del terrorismo, como ERC o Bildu. Así que, si no es posible una gran coalición PP/PSOE, nada de remilgos. Casado tendría todo el derecho de gobernar con Abascal, porque, nos guste o no, eso es lo que habrían decidido la mayoría de los españoles.
El tiempo pasa y Vox no se desinfla. La tesis, esgrimida por Pablo Casado de que, tras absorber a Ciudadanos, los votantes de Vox volverían al redil de donde salieron, se topa con la cruda realidad. El partido de Inés Arrimadas se debate por subsistir, y aguarda con pavor el resultado de las elecciones en Andalucía, pero los seguidores de Santiago Abascal siguen firmes como una roca, incluso aumentan ligeramente. Eso es lo que dicen las encuestas desde octubre.
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