Pablo Casado ha hecho toda una gira por Latinoamérica, como una gran expedición marina, y nadie se ha enterado o nadie le ha prestado atención. Se va Yolanda Díaz al Vaticano vestida de padre peregrino, de puritano de sombrero de hebilla, a regalarle al Papa una estola reciclada de cartón de huevo o lo que sea, y no se habla de otra cosa. Ayuso protesta porque se cancelan las cenas navideñas del PP, con su zambomba y su portalito, y ya parece una película de ésas de salvar la Navidad con trineo y muñeco de jengibre. Pero se va Casado a América con un baúl de pergaminos y mapas, a hablar de legado y de democracia, y el personal ni se entera. Lo que pasa con la atención, claro, es que no se merece ni se deja de merecer, sólo se tiene o no se tiene, y Casado no la tiene. Vox ni siquiera tiene que atacar o malmeter, digan lo que digan los barones del PP. Casado se apaña bastante bien solo en ese empeño de borrarse.
Yo creo que los barones del PP han tenido que meter a Casado en las noticias de alguna manera, porque ya no se sabía si su líder había naufragado por la Isla Tortuga, se había perdido por las altiplanicies o se había escondido en un sotabanco de Génova. Lo que más me ha sorprendido de eso de que Vox intenta perjudicar a Casado acercándose a Ayuso, eso que han susurrado por aquí esos barones de vigilante y rampante baronía, es que Vox pretenda perjudicar a quien es su mejor amigo ahora. Amigo o santo patrón o estampita de salpicadero. Vox tiene ahora a Casado en un altarcito de migas y perejil como San Pancracio, en un marco de plata falsa y gorda como una foto del nieto de comunión o de un cristo sevillano; lo tiene como caganer invitado en su portalito casero de papel albal y figuritas desproporcionadas, venidas de muchos cajones y herencias; lo tiene en todo lo alto del abeto, entre estrella de la buena nueva y regalo de gran lazo yolandesco. No es que lo ataque, es que Vox pide que Casado dure siempre, como la Navidad de los niños.
Vox tiene ahora a Casado en un altarcito de migas y perejil como San Pancracio, en un marco de plata falsa y gorda como una foto del nieto de comunión o de un cristo sevillano
Casado es el regalo de Navidad de Vox, esa Navidad de turrón duro, Misa del Gallo y aguinaldo de duro de Franco que tienen los de Abascal. Casado es lo mejor que le ha podido pasar a Vox, es como el Scalextric soñado, el tren eléctrico, la muñeca chochona, la bicicleta mitológica de Zipi y Zape, todo eso concedido a la vez. Cómo va a atacar Vox a Casado, que le ha caído por la chimenea con su saco de juguetes y encuestas. Casado ha obrado un milagro navideño, de los de llorar sobre el jersey de renos, le ha dado la vuelta a las encuestas que él encabezaba, en un alarde de modestia querría suponer uno, cerca de la conversión del señor Scrooge. El caso es que el PP baja y Vox sube, que Ayuso está en todas partes con chupa o con morritos mientras Casado no se sabe dónde está o no le importa a nadie, y sin embargo resulta que Vox maniobra para perjudicar a Casado, santo protector o bendito gafe, y mima a Ayuso, la única que los podría borrar. Esto no hay manera de entenderlo, o a lo mejor hay que ser barón del PP o aguililla de Génova para entenderlo.
Vox no tiene que malmeter ni que conspirar, está sentado en la chimenea, con polvorón, vino quinado y rosario a pilas de Juan Pablo II, mientras los Reyes Magos avanzan por el belén artesanal, desde la cocina, un poco cada día. O sea, mientras el PP se empeña en destruirse idiotamente. Este PP es un regalito para Vox (y para Sánchez), y el partido de Abascal no tiene que hacer nada mientras la cosa va así, sola, mágicamente, hacia su milagro increíble, como los Reyes del belén. El PP que temen Vox (y Sánchez) sería un PP que no tuviera que prescindir de Casado, de Ayuso ni de Almeida, ése que podría acabar con el sanchismo y con el populismo castañero de derechas. Cualquier otra cosa es un regalito, una golosina. Casado sólo tendría que salir a decir que el congreso madrileño será en tal fecha, y que, como es normal, Ayuso, uno de los mayores activos del partido y rotunda ganadora en las elecciones autonómicas, tiene todo su apoyo. Y ya nadie hablaría de las blusas de repollo de Yolanda ni de los artículos llenos de amargura y wishful thinking (in my opinion) del pobre Iván Redondo.
Casado es el regalo navideño de Vox, y también de Sánchez. Génova es como el tronco de Navidad que se van a comer ante la chimenea con anisete y villancico de calzones roídos, justo cuando menos se lo esperaban. Y la culpa no es de Ayuso, que más o menos chulapa o estrella pop sólo pide lo que parece lógico, sino de Casado. Más allá de facilitarle o impedirle a la novia de Chaplin el mando del PP de Madrid, Casado ha demostrado que no tiene liderazgo ni confianza, sólo miedo y envidia. La cosa parece fácil de resolver, y lo es, pero no se resolverá. La guerra ya es definitiva y a muerte, sólo hay que ver a los barones susurradores del PP, sea como santa alianza o como ente interpuesto de Génova, intentando darle la vuelta a la causalidad, a la lógica y al sentido común como el que intenta darle la vuelta a la zambomba. Ya no es que Casado se pueda cargar al PP, es que seguramente ya se lo ha cargado. El regalito, con gran lazo rojo y forma quizá de bicicleta imposible y soñada, forma mitológica casi, como la de un centauro, espera bajo el árbol.
Pablo Casado ha hecho toda una gira por Latinoamérica, como una gran expedición marina, y nadie se ha enterado o nadie le ha prestado atención. Se va Yolanda Díaz al Vaticano vestida de padre peregrino, de puritano de sombrero de hebilla, a regalarle al Papa una estola reciclada de cartón de huevo o lo que sea, y no se habla de otra cosa. Ayuso protesta porque se cancelan las cenas navideñas del PP, con su zambomba y su portalito, y ya parece una película de ésas de salvar la Navidad con trineo y muñeco de jengibre. Pero se va Casado a América con un baúl de pergaminos y mapas, a hablar de legado y de democracia, y el personal ni se entera. Lo que pasa con la atención, claro, es que no se merece ni se deja de merecer, sólo se tiene o no se tiene, y Casado no la tiene. Vox ni siquiera tiene que atacar o malmeter, digan lo que digan los barones del PP. Casado se apaña bastante bien solo en ese empeño de borrarse.
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