El Tribunal Superior de Londres decidirá en las próximas semanas (seguramente en enero) si don Juan Carlos (Roma, 5 de enero de 1938) sigue siendo inmune ante la Justicia, como lo era cuando ocupaba el trono, según sostiene el despacho Clifford Chance, que defiende los intereses del emérito; o, por el contrario, si puede ser juzgado como el común de los mortales.
Esa es la cuestión clave para que el citado Tribunal decida posteriormente (probablemente en mayo) si da la razón a Corinna Larsen (Fráncfort, 28 de enero de 1964) en su demanda por acoso y hostigamiento contra el que fuera su amante y contra el ex director del CNI, Félix Sanz Roldán.
"Larsen busca una satisfacción moral (el reconocimiento de que sus denuncias son ciertas) y que el Tribunal establezca una indemnización, que ella no ha cuantificado, por el daño moral y económico que sufrió a partir de 2012. "Nada más", afirman fuentes cercanas a la empresaria. Nada más y nada menos.
Sus asesores insisten en que, tras la sentencia y una vez que se ha producido el archivo de la causa que investigaba el fiscal suizo Yves Bertossa por un presunto cobro de comisiones de 100 millones de dólares por la adjudicación a un consorcio español del Ave a la Meca, terminarán para siempre sus disputas contra el anterior monarca, cerrando la página más negra de la restaurada monarquía española.
El Tribunal Superior de Londres recibió el pasado mes de noviembre los argumentos de la demandante (firmados por el abogado español José Antonio Choclán) y el alegato de la defensa (rubricado por Bernardo del Rosal). La defensa quiere evitar que se investiguen los graves hechos denunciados por Larsen amparándose en que el Rey mantiene intactas sus prerrogativas, a pesar de que abdicó en 2014 y de que ha sido apartado de la Casa Real por su propio hijo, aunque, eso sí, sigue siendo miembro de la Familia Real.
Si el Tribunal de Londres rechaza los argumentos de la defensa, posteriormente analizará unos hechos que han marcado no sólo la vida de don Juan Carlos sino que condicionaron en gran medida su relevo al frente de la jefatura del Estado.
Para entender el deterioro de la imagen de don Juan Carlos, que afectó hasta límites insostenibles al prestigio de la Monarquía como institución, hay que retroceder hasta el mes de abril de 2012.
El día 13 de ese mismo mes, don Juan Carlos sufrió un accidente en Botsuana, donde se había trasladado para cazar elefantes sin comunicarlo previamente al aparato de la Casa Real. "Era un viaje privado", explicó entonces el Palacio de la Zarzuela para justificar el hecho de que el viaje no figurase en la agenda oficial de la Casa. La cacería le salió muy cara al entonces Rey de España. El nombre de Corinna Larsen, conocido hasta esa fecha sólo por un grupo de iniciados, se hizo popular. Don Juan Carlos estaba en el país africano con un grupo de amigos entre los que se encontraba la que había sido su amante. Aún peor que la infidelidad para su figura pública era que, mientras que el país sufría los azotes de una durísima crisis económica, él se lo pasaba bomba cazando elefantes, como el que exhibía a sus espaldas, una vez abatido, junto al organizador del evento, en una fotografía que se hizo célebre.
La noticia se conoció porque, tras el accidente, tuvo que ser trasladado de urgencia a Madrid y operado de una fractura de cadera el día 14 de ese mismo mes. El día 18, cuando se le dio de alta en la clínica San José de Madrid, grabó un mensaje que no tenía precedentes en la historia de la Monarquía en el que pedía perdón al país: "Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir", dijo compungido.
La Operación abdicación se había puesto en marcha.
Por mucho que Corinna Larsen insista en que sus relaciones íntimas ("romantic relationship", como describe ella misma en su demanda ante el Tribunal Superior de Londres) con el monarca, que comenzaron en 2004, habían concluido en 2009, la cacería de Botsuana demuestra que seguía existiendo algo más que amistad. Al menos, don Juan Carlos no daba la batalla por reconquistarla por perdida.
La causa que investiga el Tribunal Superior de Londres tiene su origen en una reunión de Corinna Larsen con el jefe del CNI, que pretendía romper sus vínculos con don Juan Carlos para llevar a cabo la abdicación en Felipe VI
Apenas dos semanas después de su patético mensaje disculpándose por su comportamiento (no dejaba claro si se avergonzaba de su infidelidad a la reina Sofía o por haber estado divirtiéndose en África mientras la mayoría de sus súbditos lo pasaba mal en España), el director del CNI, Félix Sanz Roldán, se trasladó a Londres para entrevistarse con Corinna. El encuentro, que se convirtió en la base para la demanda que ahora se dirime, tuvo lugar en el lujoso hotel Connaught de Londres. Según la versión de la demandante, en la conversación que mantuvo con el jefe de los servicios secretos españoles, este la amenazó a ella y a sus hijos si no seguía sus instrucciones. Según fuentes cercanas a la empresaria alemana, Sanz Roldán quería que esta le entregase documentación que tenía en su poder y que podía demostrar que el monarca cobró comisiones por la adjudicación del Ave a La Meca a un consorcio de empresas españolas, dinero ingresado posteriormente a la firma del contrato y que no tenía nada que ver con los 100 millones de dólares que le regaló a don Juan Carlos en 2008 el rey Abdalá bin Abdelaziz.
La investigación sobre esas comisiones habrían tenido como destinatarios al miembro de la familia real saudí Abdulaziz bin Mishal (propietario de Al Shoula Group) y a la empresaria iraní y viuda del multimillonario Adnan Khashoggi, Shaphari Azzamy Zanganeh. Esa investigación (conocida como pieza Carol) fue archivada por el juez de la Audiencia Nacional Diego de Egea, cuya posterior dimisión nunca fue explicada. La Fiscalía Anticorrupción, por su parte, continuó indagando a las empresas del consorcio, pero dejando fuera al emérito. Sin embargo, como público la semana pasada El Independiente, la intención de la Fiscalía Anticorrupción es archivar ese asunto.
Volvamos a 2012. Los acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa. El 30 de mayo, tres semanas después del encuentro con el jefe del CNI, el entonces Rey de España firmó un documento en el que le donaba a Corinna Larsen casi 65 millones de euros (los citados 100 millones de dólares) que tenía en una cuenta en Suiza a nombre de la Fundación Lucum, y cuyo origen era una transferencia que le hizo el rey saudí Abdalá en 2008.
Era un regalo a Corinna que se unía a otros (como joyas y obras de arte) que le había venido haciendo don Juan Carlos desde 2011, en un intento de recobrar su amor, según sostiene la demandante en su escrito al Tribunal.
En 2010 había arrancado en España el conocido como Caso Nóos, que afectaba directamente al yerno del Rey, Iñaki Urdangarín. Las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción acerca de las actividades de Urdangarín ponían de manifiesto un comportamiento muy poco ejemplar que, lógicamente, afectó al crédito de la monarquía.
En 2012, cuando se produjeron los hechos que Larsen denuncia como acoso y hostigamiento y que ahora se investigan en el Alto Tribunal de Londres, el presidente del Gobierno era Mariano Rajoy, y el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos compartían la preocupación por el futuro de la Monarquía si don Juan Carlos seguía representando a la institución. Sanz Roldán no sólo era el jefe del CNI sino que era y sigue siendo un hombre muy cercano a don Juan Carlos. Fue a iniciativa suya como comenzó a gestarse la Operación abdicación, que tenía como fin el relevo en la Corona de don Juan Carlos por su hijo Felipe, como la mejor forma de preservar a la Monarquía y devolverle el prestigio perdido durante los últimos años de juancarlismo.
El entonces jefe de los servicios secretos pensaba que la abdicación no se lograría si don Juan Carlos seguía manteniendo una relación íntima con Corinna Larsen, a la que el emérito llegó a ofrecer matrimonio. Por eso era tan importante romper ese vínculo. A esa operación el general se dedicó en cuerpo y alma.
El problema era que Corinna no era una mujer cualquiera, ni una muñequita a la que se pueda manipular. No sólo es atractiva, sino muy inteligente, con relaciones influyentes y una posición económica desahogada: antes de recibir la donación de Lucum (los famosos 65 millones de euros), ya era rica. En lugar de amilanarse y ceder a las peticiones de Sanz Roldán (la defensa posee algunos correos del ex responsable del CNI que avalarían su papel hostigador), salió a la ofensiva, al considerar que don Juan Carlos no sólo no la había defendido, sino que había instigado al general a presionarla e incluso a pedirle que le devolviera el dinero donado por Lucum.
En junio de 2015 (el Rey había abdicado un año antes), Corinna se reunió en su casa de Eaton Square (Londres) con Juan Villalonga, ex presidente de Telefónica y al que conocía por ser vecinos en Mónaco y porque la mujer del empresario se convirtió en su fotógrafa de cabecera, y con el comisario José Manuel Villarejo, que grabó la conversación que fue difundida en 2018 por Ok Diario y El Español. La ofensiva había comenzado. En un momento de la charla, Corinna afirma: "El Rey siempre me pareció tonto, pero debe serlo menos de lo que creemos".
El emérito quiere volver a España (lleva año y medio viviendo en Abu Dhabi). Tiene todo el derecho del mundo. La cuestión es la siguiente: si el Tribunal Superior de Londres le juzga porque considera que no conserva la inmunidad, ¿cómo va a sostener la Fiscalía el archivo de la causa que se sigue en España utilizando precisamente la argumentación contraria?
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