Ciudadanos, el partido que nació como un proyecto liberal de centro, capaz de liberar al PP y al PSOE del chantaje nacionalista, está en riesgo de desaparecer. Si el 13 de febrero no logra un resultado aceptable en Castilla León (ahora tiene trece escaños y podría quedarse en uno o dos), "lo que se avecina es una desbandada", me asegura uno de sus dirigentes más sólidos. La puntilla serán las elecciones andaluzas, que se celebrarán en junio, en las que las encuestas tampoco pintan bien para los naranjas.
Hace apenas dos años, Pablo Casado acariciaba la idea de fusionar al PP con Ciudadanos. El líder popular era consciente de que la división de la derecha había hecho posible un gobierno de coalición del PSOE con UP. Mientras que Vox, con un mensaje populista de derechas, lograba un magnífico resultado. La teoría imperante en Génova por eras fechas era que había que aislar al partido de Abascal, crear en torno a él una especie de cordón sanitario, mientras se reforzaba el perfil centrista del PP cerrando acuerdos puntuales con Ciudadanos como paso previo a la fusión. A esa proyectada alianza ayudaba la buena relación personal que existía entre Casado e Inés Arrimadas.
Pero la realidad hizo descarrilar a las buenas intenciones. Las listas conjuntas autonómicas no salieron bien (en unas autonomías, como Galicia o Cataluña, no fue posible el acuerdo; en el País Vasco, el resultado electoral fue frustrante) y en la dirección del PP comenzó a ganar terreno la idea de lanzar una OPA hostil contra dirigentes y cargos públicos de su socio. Ello, a pesar de que el PP gobernaba en coalición con Ciudadanos en comunidades como Madrid, Andalucía, Castilla León o Murcia, y en ciudades importantes como la capital de España.
2021 ha sido un año catastrófico para el partido que fundó Albert Rivera quince años antes. La moción de censura en Murcia y el fichaje por el PP del ex secretario de organización de Ciudadanos, Fran Hervías, un auténtico killer, inclinaron definitivamente la balanza: de la fusión, al exterminio.
El asesinato de Ciudadanos no es una buena idea. Casado necesita tener un socio en el centro para no tener que verse obligado a pactar con Vox
La cuestión es si esa táctica, que consiste en absorber al votante de Ciudadanos hasta dejar al partido sin representación, es una buena idea para el PP que quiere Casado; y, por otro lado, si la desaparición del único partido genuino de centro que existe en el panorama político sería bueno para España.
La respuesta a ambas incógnitas, al menos en mi opinión, es NO.
Ciudadanos obtuvo en la debacle electoral de noviembre de 2019 más de 1,6 millones de votos (que le proporcionaron un escuálido grupo de diez diputados). Si Arrimadas hubiera hecho las cosas bien -no todas las desgracias de su partido son culpa de la voracidad del PP- podría aspirar en las próximas elecciones a doblar su representación en el Congreso. El hecho de que más de millón y medio de personas votasen a Ciudadanos en su peor momento demuestra que existe un votante de centro que, por convicción, no quiere votar ni al PP ni al PSOE.
De hecho, las pésimas expectativas de Ciudadanos a nivel nacional no son porque sus votantes hayan desaparecido sino porque ven al partido como una organización poco fiable, un tanto veleta, y también porque lo que se transmite desde dentro al exterior son sus rencillas internas.
El PP, si se cumple lo que apuntan las encuestas, podría gobernar. Sí, pero con Vox. Esa alianza, que flota en el ambiente aunque Casado no quiera hablar de ella, es un motor movilizador para la izquierda. Mientras que un gobierno de coalición PP/Ciudadanos podría atraer incluso a muchos votantes moderados del PSOE, que no quieren que se vuelva a repetir un gobierno Frankenstein, un pacto PP/Vox puede llevar a los ex votantes de Ciudadanos a la abstención.
Ahora, lo importante. Una coalición PP/Ciudadanos sería lo mejor para España porque un gobierno de centro derecha llevaría a cabo un programa económico mucho más sensato que el de Pedro Sánchez sin necesidad de dar grandes bandazos. Bastaría con reducir el déficit público y bajar impuestos allá donde sea posible. Madrid o Andalucía son un buen ejemplo de gestión.
Un programa liberal no sólo supone una determinada política económica, sino también una escala de valores. Si el PP se ve obligado a gobernar con Vox, la tensión en cuestiones como el modelo autonómico, la igualdad de género y la aconfesionalidad serían constantes. El experimento sería aún peor de lo que ya hemos vivido entre el PSOE y Podemos.
Los políticos no suelen seguir los consejos de los periodistas, a no ser que hayan sido ellos los que previamente les han dicho lo que tenían que decir. Así que no espero que Casado rectifique. Pero el hecho de que no tenga mucho éxito en mi propuesta no me hace cambiar de opinión: el asesinato de Ciudadanos no es una buena idea. Ni para el PP de Casado, ni para el Gobierno que necesita España.
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