Pablo Casado ha pillado el bicho, un poco como si la calle Génova fuera su Venecia. El bicho lo puede coger cualquiera, ya, pero con Casado todo tiene ahora un brochazo de tristeza, soledad y desgracia, así que uno lo imagina como el personaje de Muerte en Venecia, con el tinte de la barba corrido mientras se le aparece el ideal del PP aznarista entre barquitas y resoles, o Ayuso con bañador a rayas de novia de Chaplin, antes de morir políticamente con la indicación “Adagietto. Sehr Langsam”. Casado, que parece que ha tosido en política como el personaje que tose en una película o en la ópera y ya sabe uno cómo va a acabar, hasta ha merecido el consuelo del propio Pedro Sánchez en Twitter. Hay quien ha visto educación y hay quien ha visto amor viril, como Vox, muy obsesionado con esas cosas. Yo no descarto que sea retranca de ambulatorio, como esos viejitos que se desean cordialmente el entierro comparando sus análisis, sus achaques y sus próstatas como cestas de castañas del bosque.
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