¿Los negacionistas querían un héroe? Pues bien, ya lo tienen. El desagradable episodio protagonizado por el tenista serbio Novak Djokovic, que con su negativa a cumplir la norma de presentar la pauta de vacunación completa para participar en el Open de Australia ha obligado a las autoridades de aquel país a excluirlo y a las gubernativas a confinarlo, ha abierto un escándalo mundial de dimensiones aún indeterminadas.
El mundo entero, como si no hubiera de repente más problemas que este, contiene el aliento. Tenemos ya a nuestro alrededor, y mucho me temo que el circo va a continuar, gritos a favor y en contra del serbio, manifestaciones de apoyo al nuevo supuesto ‘héroe de la libertad’, gobiernos enfrentados y una opinión pública más dividida que nunca. Si el plan no estaba minuciosamente trazado por el aún ‘número uno’ del tenis mundial, lo parece por completo. Novak pretendía sustituir su obligación, conforme a las leyes australianas, de vacunarse por un certificado de exención médica que no reunía los requisitos mínimos, como sí les ocurría a otros tenistas que estaban exentos de una nueva dosis por haber sufrido la enfermedad hace menos de seis meses.
El culebrón suma nuevos episodios, día a día, y por el momento el último de ellos es el de la posición del gobierno australiano, que ha anunciado que Novak, que sigue retenido en un hotel, no será deportado de manera inmediata, hasta que se resuelva la apelación presentada por sus abogados. Recuérdese que Djokovic ha convertido su enconamiento personal en una cuestión de Estado, obligando a las autoridades de su país, en este caso al ministro serbio de Asuntos Exteriores, a comparecer públicamente.
La intervención del gobierno serbio exigiendo a Australia la ‘liberación’ de su ciudadano, no ha hecho más que complicar las cosas, y amenaza con crear un serio conflicto entre los dos Estados. Esperemos que algunos conatos de disturbios que ya se han producido en algunas ciudades no sean más que episódicas manifestaciones de irracionalidad.
¿Libertad? ¿De qué libertad hablan?
Resultaría patético, si no fuera porque se han convertido en una masa muy peligrosa, escuchar durante estos días los argumentos de barra de bar de los negacionistas. Sus invocaciones, con razonamientos de niño chico, “en defensa de la libertad”, mueven a la risa. Menos gracia me hacen las comparaciones que algunos hacen entre el actual gobierno de Australia y el régimen nazi. Otros parecen haber descubierto, también desde hace apenas 72 horas, que las normas y las leyes están para ser cumplidas… ¡sólo cuando son justas! Por supuesto, el criterio que establece la presunta ‘justicia’ o la rectitud de la norma es el suyo. Si no les parecen ajustadas a su ‘derecho’ (con minúscula) o a su ‘código ético’ (también con minúscula), incitan a la desobediencia civil, ciscándose en los derechos y la libertad del resto de la comunidad global, que son más del noventa por ciento de los ciudadanos del orbe, azotados, como todos, por una pandemia cuya existencia ellos niegan.
Esto último les irrita bastante; el hecho de ser tildados de ‘negacionistas’. Curiosamente, solo unos pocos se reconocen así. La mayoría ha memorizado ya un argumentario, facilón y aterrador a la vez: 'No negamos que exista un virus, pero no es más que una variante de entre todas cuantas existen de la gripe. Lo que defendemos es la ‘libertad’ (con minúscula) de los que libremente opten por ‘inocularse’ una vacuna (a la que llaman ‘remedio experimental’) y los que no quieran hacerlo'. En el colmo de su delirio, se niegan a solicitar y exhibir donde se les requiera el ‘Pasaporte Covid’, al que han bautizado de forma siniestra como ‘Pasaporte- nazi’.
Excrecencias populistas
Conviene en cualquier caso no relativizar el negacionismo, que por el momento es la última excrecencia del populismo, porque está infectando, nunca mejor dicho, como una mancha de aceite a millones de personas en todo el mundo y constituye un movimiento muy bien articulado propagandísticamente, además de estar sostenido por intereses económicos de enorme potencia. Algún día se irán conociendo los nombres de grandes magnates que tienen su negocio en la explotación de productos de las llamadas ‘medicinas alternativas’, que muchos negacionistas ofrecen sin rubor a través de virales cadenas de ‘whatsapp’ con el supuesto fin de ‘mejorar’ el sistema inmunológico y las defensas al margen de la medicina oficial.
Los negacionistas basan su simple -aunque eficaz- estrategia de comunicación en tres pilares, que es tanto como decir en tres ‘enemigos’ en los que focalizan el odio de la masa a la que se dirigen. El primero de ellos, los medios de comunicación de referencia, a los que despectivamente califican de ‘generalistas’ o ‘globalistas’. Sostienen que no son medios de información sino propagadores de ‘bulos’ y que están sometidos a los intereses de los grandes ‘señores de las sombras’, multimillonarios dueños de grandes fondos de inversión que también controlarían multinacionales farmacéuticas y otros ‘templo del mal’.
El segundo gran ‘enemigo’ de estos tarados son la comunidad científica y la práctica totalidad de los médicos, salvo un reducidísimo número de los que compran y justifican su averiada mercancía propagandística. Para un negacionista ‘tipo’, un médico es poco más que un agente que, durante los casi dos años que han transcurrido ya desde el estallido de la pandemia, se ha dedicado a bailar en las redes sociales y a colaborar con un plan masivo de exterminio de la población mundial. Aunque parezca sorprendente, algunos millones de incautos lo han creído y lo repiten por doquier, de forma cada vez más agresiva.
El tercer gran núcleo ‘enemigo’ de estos iluminados es el conformado, por supuesto, por el puñado de multimillonarios globalistas que estarían al frente de esta conspiración mundial y sus adláteres: ahí hay barra libre para meter a todo el que se tercie, aunque como nombres más descollantes siempre aparecen el filántropo y magnate George Soros -al que se atribuye el liderazgo del ‘infierno global’- y el fundador de Microsoft, Bill Gates. Añaden como adláteres a una lista, cada vez más conocida, de grandes figuras mundiales de la política, la empresa o el deporte, siendo tristemente el último de ellos el gran campeón Rafael Nadal Parera. El presidente francés, Enmanuel Macron, ha sido también duramente castigado estos días al serle atribuida la voluntad de fastidiarles la vida (ellos emplean otro término) a los no vacunados, ‘cabrearles’, hacerles la vida imposible. Acusan al presidente francés, de cuyas palabras a ‘Le Parisien’ hacen esa curiosa interpretación, de implantar en Francia la tiranía gracias a la excusa del Covid, sin haber necesitado dar un golpe de Estado. ¡Cuánto loco suelto!
Nadal, insultado y odiado por los ‘negas’.
El que durante años ha sido el mito español y mundial, Rafa Nadal, ha sido salpicado por la polémica por haberse limitado a expresar en público algo tan simple como su comprensión por su tantas veces contrincante, pero su respetable opinión de que, las normas son para todos por igual, y si se hubiera vacunado no estaría en esta situación. Algo que el serbio sabía, perfectamente, antes de viajar a Australia.
Si en esta polémica global la intervención pública de Rafa Nadal, ha producido un efecto balsámico y ha constituido un soplo de aire fresco y de sentido común para miles de millones de personas en todo el mundo, ha sobrado, rotundamente, el tuit del también tenista español, Feliciano López, al que algunos han vinculado tradicionalmente con posiciones políticas muy escoradas a la derecha. Venía a decir Feliciano que los Reyes Magos nos habían dejado este ‘tremendo despropósito’, además de que ‘Australia sale muy malparada de todo esto’. ‘Qué pena’, remataba su tuit. ¡Qué pena nos has dado, Feliciano!, añado yo.
Al cuadro del esperpento se ha unido el trazo de la esposa de Novak Djokovic, Jelena. La pareja del tenista serbio ha intervenido en el debate público, a través de su cuenta de Instagram, para en el marco de la Navidad ortodoxa decir: ‘Me gustaría que mi familia estuviera junta hoy, pero me reconforta saber que, al menos, estamos sanos. Respiro profundamente para calmarme y encontrar gratitud. La única ley que todos deberíamos respetar en todas las fronteras es el amor y el respeto por otro ser humano’. ¡Como si alguien pudiera estar en desacuerdo de tamaña perogrullada que, sin serlo, porque son palabras muy bellas, se convierten en estúpidas aplicadas al caso de su marido! ¡Qué se lo cuente a las familias de los millones de personas fallecidas por la pandemia en todo el mundo, a ver qué opinan sobre la salud y el amor! Sobra, como se ve, en este debate mucha hipocresía y faltan enormes dosis de empatía, respeto y sentido común.
Veremos cómo acaba todo esto, pero me temo que el daño ya está hecho y es irreparable. Los negacionistas tienen ya la encarnación de su mito, qué le vamos a hacer. Pero el mundo entero ya sabe que con la pandemia, por si alguien lo dudaba, pocas bromas, y que las leyes son iguales para todos: para los humildes, sí, pero también para las grandes estrellas.
¿Los negacionistas querían un héroe? Pues bien, ya lo tienen. El desagradable episodio protagonizado por el tenista serbio Novak Djokovic, que con su negativa a cumplir la norma de presentar la pauta de vacunación completa para participar en el Open de Australia ha obligado a las autoridades de aquel país a excluirlo y a las gubernativas a confinarlo, ha abierto un escándalo mundial de dimensiones aún indeterminadas.
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